El cuidado de la esposa y la familia I

«Servir en la familia como primer lugar ministerial del diácono»

El cuidado de la esposa y la familia I

Al hablar del diaconado del hombre casado siempre se recuerda que el primer sacramento es el matrimonio y luego el diaconado. Lo escuchamos el las homilias de ordenación, el documentos y escritos, incluso en nuestros propios discursos. Pero cabe preguntarse si esto es asi.

Este es un tema que de siempre me ha preocupado y como miembro de la Comisión del diaconado he insistido en las reflexiones con los candidatos y sus esposas, porque la realidad se impone, y ya desde la candidatura, se ve la dificultad para conseguir el equilibrio.

¿Que ocurre para que nuestras mujeres en algunos, o muchos momentos, se hayan encontrado solas? O lo que es peor sea bastante más que un momento, estén solas.

Seguramente dada nuestra labor diaconal y el carácter de la mujer del diácono este tema no aflora, se vive en el silencio y sin duda se sufre. Que conozca no ha sido un tema de ruptura pero si de sufrimiento por parte de la mujer y de los hijos e hijas, poco a poco puede aflorar un sentimiento de abandono y tristeza.

Podemos hablar, entre otras, de las siguientes situaciones, la crianza de los hijos e hijas, jubilación de uno, la jubilación de los dos. Cada una de estas situaciones exige un equilibrio diferente que tenemos que conseguir.

Para conseguir este equilibrio es importante asumir una tarea importante, enseñar a nuestros obispos y equipos de trabajo cuales son la necesidades reales de nuestra situación familiar. Seguramente el laicado y nuestra comunidad lo entenderá, el ministerio ordenado tendrá seguramente más dificultad pues a la hora de dar las encomiendas, obispos, vicarios y compañeros sacerdotes, no las conocen o no son consciente de ellas, ante las grandes necesidades de la Iglesia.Hay que hacer ver que la vocación diaconal del hombre casado tiene una especificidad que hay que abordar con una mentalidad diferente a la presbiteral y que implica el cuidado real de la familia, con sus necesidades de tiempo y espacios.

Nos toca a nosotros poner los límites para conseguir el equilibrio familiar con la esposa y los hijos e hijas. Mi experiencia personal es que esta pedagogía funciona y llegan a comprender y a asumir estas limitaciones, que a través del tiempo son cambiantes, siendo la aceptación de estos límites, también, un testimonio a la comunidad de como debe ser una familia cristiana. ¿Que testimonio da un diacono casado al que la comunidad nunca le ve paseando con su mujer o en el parque con sus hijos/as empujando el columpio?.

En el periodo de la crianza es fácil, si estamos atentos y preocupados, detectar que no están bien las cosas, cuando los hijos/as son pequeños/as tiene una gran virtud y es la de la verdad, cuando escuchemos la frase “papa nunca esta” o alguna parecida, hay que encender la luz de alarma. Algo grave esta fallando, pues es un tiempo de ausencia que no podemos recuperar y que se reflejará en el comportamiento, a veces problemático de nuestro hijo/a.

No se puede estar ocupado todos los fines de semana del mes, no se puede no tener tiempo para acompañar en las actividades extraescolares, no tener tiempo para contarles el cuento de la noche o para ver los dibujos animados que les gustan.

Es por tanto que en este periodo hay que ajustar bien el calendario y los horarios, para que lo que exigimos a la ley de “conciliación familiar” lo apliquemos también en nuestra entrega diaconal. La adolescencia tendrá otras necesidades de tiempos de distinta calidad, lo mismo que cuando se llega a abuelo.

No podemos olvidar tampoco el trabajo civil con la exigencias que tiene, esto lleva a limitar aun más la dedicación y a complicar el equilibrio si no se tiene un un cuidado exquisito. No podemos medir la vocación por tiempo empleado a la Iglesia o por el numero de celebraciones que podemos hacer en las comunidades, el diacono permanente es también diacono en el trabajo civil, ese tiempo también computa en la vocación, en él también se es testigo de Jesús Servidor. El trabajo civil se convierte en diaconía.

Los diferentes periodos son diferentes si la mujer trabaja. Las necesidades de tiempo y posibilidades de encuentro se complican, aunque es posible que la necesidad temporal sea menor una vez pasada la crianza, pero los tiempos deben ser de calidad y dentro de calendario, no cuando se hace una escapa, o se suspende una actividad parroquial. Hay que saber cuando es posible una escapa con la libertad de una programación medianamente libre.

Cuando este cuidado se realiza dentro de la lógica vocacional de matrimonio y diaconado, sin lugar a dudas, lo que sale ganado es la vocación que repercute en una entrega mucho más alegre y total a la comunidad, que vera en el diácono a un matrimonio y familia que da testimonio del amor y a un diacono capaz de conciliar sus dos vocaciones fundantes de su ser cristiano.

Una época diferente es la de la jubilación de ella hablare en el próximo artículo