Mons. Braida ordenó un diácono permanente para La Rioja, Argentina

El obispo de La Rioja, monseñor Dante Gustavo Braida, presidió el 3 de octubre la celebración en la que ordenó diácono permanente al acólito Daniel de la Vega.

El 3 de octubre, el obispo de La Rioja, monseñor Dante Gustavo Braida, ordenó diácono permanente al acólito Daniel de la Vega, en una misa que presidió en la iglesia San Vicente Ferrer, perteneciente a la parroquia San Antonio, de Anjullón, departamento Castro Barros.

En su homilía, el obispo dirigió unas palabras a la comunidad, agradeciendo en primer lugar a Dios «que nos convocó esta para celebrar la ordenación diaconal de Daniel», quien «luego de un particular camino recorrido en las distintas etapas de tu vida» recibió este don de la ordenación diaconal para el servicio de su pueblo. «Damos gracias por esta comunidad de Anjullón y de la Costa Riojana que te abrió las puertas para que la semilla de tu vida, que soñabas cuando eras niño, germinara en esta tierra y hoy pudiera dar frutos de amor y servicio».

Recordando la historia de Daniel, el obispo señaló: «Tu vocación inicialmente tuvo que ver con la vida contemplativa, tus largos años de vida monástica fueron configurándote a Cristo que pasaba largas horas de oración, vida orante que buscaste mantener en tu camino laical».

«Esta experiencia espiritual es un don de Dios y, a la vez, una tarea nuestra en cuanto a la disposición interior para lo cual es fundamental la vida de oración. Continúa profundizando en este camino orante y al mismo tiempo, como un gran servicio a la Iglesia, acompaña a otros a transitarlo. En todos hay una sed de vida plena que solo se sacia en el encuentro con el Señor. Sé maestro de oración y reza junto a tu pueblo», alentó.

En segundo lugar, consideró que la vocación propia del diácono es el servicio. «Servir al pueblo de Dios para que cada uno de sus miembros pueda realizar la vocación propia para la que fue creado».

«Para llevar adelante la misión de la Iglesia hoy es fundamental la cercanía a cada persona, para comprender su situación real y, desde allí, brindar el servicio oportuno», destacó. «Cercanía que, de modo particular, debe brindarse a los más pobres y necesitados de la comunidad».

“Sólo la cercanía que nos hace amigos nos permite apreciar profundamente los valores de los pobres de hoy, sus legítimos anhelos y su modo propio de vivir la fe. La opción por los pobres debe conducirnos a la amistad con los pobres», aseguró. «Se trata de asumir la cercanía como estilo de vida. Cercanía que permita a todos integrarse a la vida de la comunidad y crecer en la amistad con Jesús y en el compromiso como cristiano».

En ese sentido, afirmó que «esta vocación de servicio y misión solo se la vive evangélicamente si estamos integrados a la gran familia de la Iglesia y si fomentamos la fraternidad entre sus miembros», y teniendo en cuenta la Fratelli tutti, recordó el llamado del Papa a «trabajar por hacer de nuestra cultura, la cultura del encuentro donde todas las personas estén incluidas».

«Daniel, vivirás bien tu diaconado si buscas que cada miembro de la comunidad encuentre su propio lugar y desde allí aporte sus dones y carismas para el bien de los demás. Como lo hizo Moisés al suplicarle a Dios una ayuda para conducir y servir a un pueblo que, por ser numeroso y tener complejas situaciones en su seno, no podía andar solo, tú también vivirás bien el diaconado si contribuyes a que, en cada miembro de la comunidad, se desarrolle su vocación de servicio. Nadie está de más en una sociedad. Nadie. Todos tenemos un lugar y una misión».

«Junto con la Palabra de Dios, la Eucaristía será el alimento esencial para estar arraigado en el Señor y crecer juntos con el pueblo buscando el desarrollo integral de todos», aseguró el prelado, y recordando las palabras del beato Angelelli, expresó: “Cuando el cristiano trabaja para el desarrollo, así entendido, debe recordar que todo termina asumido por la Eucaristía… El desarrollo reclama las virtudes que la Eucaristía alimenta; engendra comunidad; comunión de esfuerzos; es ágape cordial, es el sacramento del amor para el amor; es vínculo de comunión con Dios y con el prójimo; es alimento que nos da a los hombres una unidad inefable y sobrenatural”.

«Transitando este camino de amor y servicio, tu vida, Daniel, junto con la de toda la Iglesia, será sal y luz, como nos proponía Jesús en el Evangelio. Será fermento de vida nueva, será un canto de esperanza, un camino de plenitud», anticipó el obispo. «Que nuestra Madre del Valle y su esposo San José, te custodien y alienten a cada paso», anheló, «para que tu vida sea fecunda en esta tierra y puedas caminar, junto al pueblo, con la esperanza de participar de su Reino eterno».+

aica.org

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