Meditando sobre el Adviento que se acerca constatamos la existencia de dos grupos de cristianos: los que no velan, no esperan, no aguardan. Se sienten cristianos por educación y por un puñado de prácticas con las que creen adquirir derechos y los que aguardan con valentía y esperanza la vuelta de su Señor.
Los segundos mencionados comprenden que Dios los acompaña en cada momento de su vida, que es compasivo, tierno, afectuoso, misericordioso. El mundo está salvado porque Dios puso en nuestras manos los medios para salvarlo: los sacramentos, la oración, el trabajo, las fuentes de la gracia.
Debemos hacer un mundo más fraterno, más humano.
En Cristo las más triunfales resurrecciones surgen de los más desolados calvarios. Es preciso un acto de Fe en la victoria eterna de Jesucristo para ser constructores del Reino de Dios, de ese Reino que ya está aquí, ahora y que no está completo y que sólo lo estará en la vida plena de Dios.
Jesús fue motivo de escándalo y su Iglesia deberá seguir siéndolo para creyentes y ateos. Cristo transformó la fe de los seres humanos. Ellos esperaban un vengador y Cristo resultó toda dulzura, bondad, generosidad, que rehúsa intervenir en las luchas nacionales y políticas, que aconseja a ricos y pobres, que invita a todos a su Reino, que exalta a los dóciles, a los pacíficos, que anuncia la misericordia de Dios para con los pecadores.
Jesucristo revolucionó las concepciones religiosas y reveló a un Dios manso y humilde de corazón, todo amor. Jesús nos divide, no en justos y pecadores, sino en aquellos que saben amar y los que no aman.
De las pruebas no podremos librarnos, sino llevarlas con amor. Quizás nos gustaría una cruz a nuestro gusto y nunca nos parece bueno el momento de sufrir o de morir. Pero Dios no piensa lo mismo. Dios nos desconcierta y nos sorprende. Debemos creer en Él.
A pesar de que muchas veces nos sintamos tentados de faltar a nuestras promesas y/o de regatear sacrificios, pidámosle a Cristo que nos haga sus profetas.
Diác. Prof. Milton Iglesias Fascetto
Referente Nacional del CIDAL en Uruguay
Montevideo, 9 de noviembre de 2011
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