El otro día a la reunión de Betania llego una chica trans de nombre Virginia, una chica de 20 años que tuvo que huir de su país por su condición, su libertad e integridad corrían peligro y para agravar las cosas su familia no la aceptaban.
En su periplo por Europa pidió asilo, pero no se lo dieron, llegando a Barcelona donde la acogieron y le dieron asilo. Ahora se encuentra en Bizkaia (España) donde está a la espera de que le concedan el estatus de refugiada.
Es una mujer convertida al cristianismo no hace mucho tiempo. En su país natal, entro un día a una iglesia y sintió en lo más íntimo de su ser que Dios la amaba, esta experiencia la marco y se puso a leer la Biblia lo que la condujo a conocer el mensaje de Jesús, aceptándolo como centro de su vida. Lo que no podía imaginar era que también que dentro del cristianismo iba a experimentar el rechazo.
A través de Aldarte, asociación LGTBIQ+ de Bilbao, se puso en contacto con el grupo cristiano Betania que tiene su sede en dicha asociación. Por supuesto que la acogimos con todo cariño, con la dificultad de que todavía no habla castellano, solo conoce algunas palabras, pero eso solamente dificulta un poco nuestra acogida. Con los traductores actuales y con un poco de empeño el idioma no es una dificultad insalvable. En la última celebración que hicimos se me acerco y me pidió que le diera una bendición persona, según me dijo la necesitaba.
Le explicamos que había una comunidad de cristiana ortodoxa y su pregunta fue ¿ya me acogerán? Ahora participa en Betania donde el carisma de la acogida se entrega a toda persona LGTBIQ+ que se acerca, como comunidad donde poder vivir la fe, la diversidad sexual y de género con total libertad y como don.
Aquí se plantea un tema muy serio ¿Cómo acogemos la diversidad? El papa Francisco y continuado por León XIV decía que cabemos todos, todos, todos… pero si somos serios queda mucho para que esto sea una realidad.
Lo que, de una manera meridiana, en cuanto se entra en contacto con este mundo, te das cuenta de la experiencia de rechazo vivida por este colectivo, rechazo social y eclesial que hoy en día está recobrando, de nuevo, un gran impulso en este tramo del siglo XXI.
Este rechazo ha producido y produce un profundo dolor en las personas LGTBIQ+ y su entorno, produciendo, a la par que dolor, el desapego de la Iglesia y el abandono de la fe. Es un rechazo que marca profundamente pues se les niega algo que marca su identidad.
Como creyentes y más como diáconos tenemos pregunta fundamental, ¿cómo debemos acoger a los desheredados y excluidos de la sociedad? La única respuesta posible es como acogía Jesús, si somos imagen de Cristo servidor, si hemos sido ordenados para servir, no tenemos otra posibilidad.
Jesús no acogía desde la Ley de Moisés, es más, en su manera de acoger se la salto más de una vez. En su corazón reinaba la misericordia, heredada del Padre. Pero cuidado no una misericordia paternalista, que no entra en lo profundo del ser para comprender y aceptar al otro, no son palmaditas en la espalda para reconducir a la persona al camino que consideramos nosotros que es el correcto. La falsa acogida lo que provoca es un sentimiento de exclusión, no acerca aleja aún más por la falsedad de la actitud y la sonrisa.
Es la acogida sin preguntas, la acogida sin juicio; es la acogida del Padre Bueno de la parábola, que cura, reviste, calza y festeja. Posteriormente en el encuentro, en el dialogo fraterno surgirá la empatía para aceptar que, aun siendo diversos, lo central es amar al otro incondicionalmente viendo en la otra persona un hermana o hermana en Jesús resucitado.
Una acogida que asume la denuncia profética que todo colectivo que sufre lleva impregnado en su corazón.
Sobre la acogida habría más cosas que decir y algunas opiniones que aportar, lo dejaremos para otro escrito.
Para iluminar esta cuestión os propongo escuchar esta canción del grupo TSNC: https://tsnc.es/cancion/seas-quien-seas/