Hablar de la Amazonía es hablar de su gente, de su realidad. Francisco Lima nació en una comunidad ribereña de la Prelatura de Tefé, donde el gran Solimões, que es como se llama el Río Amazonas en esa parte, determina la vida local. Siendo joven, en 1995, fue contratado para trabajar en la coordinación pastoral de la Prelatura, y desde el 11 de abril de 2010 es diácono permanente. Desde hace cuatro años es secretario ejecutivo del Regional Norte 1 de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil – CNBB.
Esto le ha proporcionado un amplio conocimiento de la realidad, que sin duda podrá ayudarle en la misión que el Papa Francisco le ha confiado como auditor del Sínodo para la Amazonía, que este domingo, 6 de octubre, comienza su asamblea en el Vaticano. Francisco Lima ha estado involucrado de manera muy activa y consciente en todo el proceso sinodal, donde destaca su nueva metodología de escuchar las sugerencias que provienen de la vida de las comunidades.
Entre los clamores de la gente destaca la falta de presencia de la Iglesia en las comunidades, el territorio y el diálogo. Estas realidades deben enfrentarse a partir de experiencias concretas que ya se viven en la región, favoreciendo su reconocimiento, incluidos los laicos, especialmente las mujeres, que son decisivos en el caminar de la Iglesia de la Amazonía. Él ve esto como una posibilidad real, dado el apoyo que los obispos del Regional están mostrando en referencia a las temáticas del Sínodo.
A pocos días de la Asamblea Sinodal, ¿qué podrías decir sobre el proceso que se ha vivido en los últimos dos años en referencia al Sínodo para la Amazonía?
El Sínodo ha sido un proceso muy participativo. Lo hemos estado siguiendo, y es interesante porque este proceso del Sínodo, utiliza una metodología que la Iglesia no suele usar en sus acciones. El Sínodo para el Amazonas trae esta metodología de escucha. Creo que esto fue fundamental en este proceso preparatorio, porque la Iglesia puede conocer a las comunidades, a las personas, escuchar a estas personas, no tanto hablar, sino escuchar. Y esta escucha trajo posibilidades para lo que propone el Sínodo, que es encontrar nuevos caminos, no solo dentro de la Iglesia, sino también para la vida de las comunidades, para la vida de las personas.
Entonces, este proceso que se ha vivido durante estos dos años ha proporcionado esta visión de la Iglesia, de hecho, sobre esta realidad de la Amazonía, no con la intención de dar respuestas, si no de escuchar a las propias comunidades lo que piensan, que propuestas sugieren. Creo que este es quizás lo más interesante de este Sínodo, quizás la gran noticia, al menos para mí, de lo que nos damos cuenta es de esto. Y vivirlo, participar en él, ha sido muy enriquecedor y muy importante.
Eres Secretario Ejecutivo del Regional Norte 1 de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil – CNBB, eres parte del equipo de asesores de REPAM – Brasil. ¿Qué destacarías en este proceso de escucha?
Aquí escuchamos varios clamores. Cuando en el Regional lo hicimos, seguimos varias escuchas, y luego también trayendo el resultado de estas escuchas, a través del Instrumento de trabajo, una de las cosas que más escuchamos, uno de los gritos de estas comunidades es la cuestión de la presencia, la presencia es lo que escuchamos más. Pero la presencia, cuando hablamos de la presencia de la Iglesia, pensamos en la estructura, pensamos en los ministros, pero de hecho, la Iglesia también está presente con este aspecto de las personas, de la estructura, pero también la presencia en la vida de las personas, en las causas que defienden estas comunidades.
Y aquí viene otra cuestión que escuchamos mucho, que es el tema del territorio, especialmente en las comunidades indígenas, la importancia del territorio para estas comunidades. Territorio que muchos, inclusive con el apoyo y la colaboración de la Iglesia, tienen algún tipo de oficialidad con la demarcación, pero muchos aún no, muchos todavía luchan por ello. Entonces, la cuestión de la presencia de esta Iglesia y, al mismo tiempo, este apoyo y este estar junto a las comunidades. Esto lleva a otras cuestiones, por ejemplo, la cuestión del diálogo, es importante dialogar, es importante no solo estar presente, sino esta presencia no imponente, si no de manera dialógica. Aquí también viene el gran clamor de la metodología de la Iglesia, en su forma, por ejemplo, incluso en la oración, se puede incluir la forma de ser de estos pueblos. La cuestión de la cultura, la cuestión de valorar su propia lengua. .
¿Qué debe hacer la Iglesia para cuidar la presencia, para apoyar la lucha por el territorio, para que esta presencia sea desde el diálogo y no desde la imposición?
Creo que lo primero sobre el tema de la presencia es pensar en los agentes, y luego diría no solo sobre el agente como ministro ordenado, que es uno de los temas que trae el Sínodo, sino sobre el agente en general. Nuestra Iglesia amazónica es una Iglesia que incluso uno de los rostros de esta Iglesia es el rostro laical. Por lo tanto, trabajar para que estos laicos activos sean más visibles, más valorados, también en el campo formativo. Luego, mirando la pregunta, por ejemplo, de los ministros ordenados, pienso también en el tema de su formación. Porque necesitamos tener un proceso de formación en la Amazonía que realmente tenga en cuenta esta realidad, porque tendremos agentes pastorales, ya sean laicos u ordenados, que puedan trabajar en esta región, no de manera impositiva, sino en diálogo con las comunidades, entendiendo esta realidad.
De lo que nos damos cuenta, por ejemplo, en el proceso de formación actual, es que el joven, a veces incluso es de esa realidad, pero se le saca de allí, pasa por un proceso de formación, y cuando regresa, regresa con otro visión del mundo, otra visión de la Iglesia, de la realidad del que salió de allí y, a veces, crea conflictos e incluso se impone sobre muchas cosas. Entonces, creo que una de las alternativas, primero, es realmente la cuestión de la formación de los diversos agentes, y siempre formándose desde esta perspectiva.
En materia de diálogo, la cuestión de intentar realmente inculturarse, conocer la realidad del lugar, no imponer cosas, sino valorar esa realidad, que está muy relacionada con la primera pregunta. Si se pasa por un proceso formativo que conduce a esto, será más fácil. La cuestión de apoyar las luchas de las personas, ayudar a mejorar la calidad de vida de estas comunidades, también debe estar involucrada en estas causas. La Amazonía no puede hacer una obra de evangelización fuera de la vida, tiene que estar involucrada en las causas, tiene que apoyar a estos líderes, a veces, incluso utilizando la estructura de la Iglesia, el peso que tiene la institución de la Iglesia, para apoyar y dar voz a estas personas. Más que ser su voz, tienes que darles una voz para que realmente sean los protagonistas, las personas que están allí, que realmente son los protagonistas de esta realidad.
Creo que estas tres cosas son importantes, la formación, vista en el sentido más amplio, y luego también en vista del tema del diálogo, no impositivo, sino que escucha más, y el tema de involucrarse en estas luchas. En la Iglesia, en esta coyuntura, y el Papa en su visita a Puerto Maldonado ya lo dijo, los indígenas nunca han estado tan amenazados como lo están hoy. Estas cuestiones no son negociables para los pueblos indígenas, especialmente la cuestión del territorio. Por lo tanto, para nosotros como Iglesia, este apoyo también debe ser no negociable, ese estar al lado, incluso si tiene consecuencias, y sabemos que estos son problemas complejos, pero la Iglesia necesita estar claramente posicionada, y realmente estar al lado de las personas que reclaman esta acción.
Eres diácono permanente, una realidad que aún no está presente en muchas diócesis y prelaturas en la Amazonía. ¿Hasta qué punto podría el diaconado permanente ser una posibilidad de este trabajo evangelizador y pastoral en la Amazonía?
Creo que es un ministerio que ha existido en la Iglesia desde los primeros días de la Iglesia, después de un tiempo se detuvo y después del Concilio se reanudó. Aquí en la Amazonía, la figura del diácono, creo que es muy importante, ahora no podemos confundir al diácono como un sustituto del sacerdote. El diácono, él tiene su función específica, él cuando es instituido, él se configura con Cristo Siervo. Entonces, por supuesto, tiene la importancia de la liturgia, de la Palabra, pero sobre todo de la caridad. Creo que la presencia del diaconado en la Amazonía es muy importante siempre que en esta configuración se observe realmente al Siervo de Cristo, el que sirve, quien está al servicio.
Y luego, tal vez con la presencia del diácono permanente, que es alguien de la comunidad, que está allí, que vive con la gente, que conoce esta realidad de las comunidades, debería estar muy involucrado, especialmente en aquellas de las que hablamos hace un momento, en las causas de la vida, la defensa de la vida, estar con la gente, el acompañamiento, creo que esto es fundamental. Por supuesto, dentro del ministerio del diácono también hay aquellos campos que él puede ejecutar, que es el asunto de ministrar algunos sacramentos. Esto también ayuda en este proceso de evangelización, pero no solo eso, tiene que ver realmente si este campo de actuación, yo diría, caritativo, que no solo significa asistencia, sino trabajar en la perspectiva de ayudar a esas comunidades realmente sean, tengan la presencia de la Iglesia, apoyarlos, estar con ellos en estas luchas, en aquellos asuntos que involucran lo social en la vida de las comunidades.
Creo que es una gran contribución que se puede hacer con la presencia de diáconos permanentes en la Iglesia de la Amazonía. Aquí en el Regional, tenemos algunas experiencias en algunas diócesis y prelaturas. Comentto uno, que conozco, que es la Prelatura de Tefé, que es la experiencia de dos diáconos que son agricultores. Ayudan visitando las comunidades ribereñas. El sacerdote, realiza una visita pastoral anual, más para el tema de los sacramentos, y luego el diácono hace otra visita al año, más para el tema de la formación, de apoyar a las comunidades, también para celebrar la Palabra con ellos, para estar presente, estar juntos, prestar este servicio como diáconos permanentes.
Creo que es una experiencia muy interesante, muy positiva, y una respuesta a todas las preguntas que planteamos al principio, a la presencia de la Iglesia, al diálogo, porque es alguien que está allí, por lo que es más fácil dialogar y defender las luchas populares.
Este ejemplo que pones de dos ribereños, dos agricultores, podría llevarnos a la propuesta del Instrumentum Laboris, en el número 129, sobre los ancianos de probada virtud que podrían ser ordenados para celebrar los sacramentos en sus comunidades. ¿Este tipo de experiencia abre la posibilidad de que esto pueda ser considerado, llevado adelante?
Creo que sí, porque incluso en las comunidades, porque son de allí y están allí, hay una muy buena aceptación por parte de las comunidades de su presencia allí. Entonces, creo que son experiencias como estas las que refuerzan esta posibilidad. Creo que la Iglesia, ella puede dar ese paso. Incluso diría que en algunas comunidades, para las comunidades, este paso no sería tan difícil, porque de alguna manera, esta coexistencia ya existe. Aquí estaba hablando de estos dos diáconos, pero si pensamos en otros aspectos de esta Iglesia de la Amazonía, y otros actores que actúan en las comunidades ribereñas, ya están muy acostumbrados a estas figuras.
Entonces incluso podemos hablar de otra cosa, las mujeres. Cuántas mujeres que coordinan, que lideran estas comunidades, que celebran la Palabra con estas comunidades. Y la gente lo acoge, lo acepta, hay una muy buena aceptación. Cuando en el proceso de escucha escuchamos a estas comunidades, eso vino. Incluso hay una historia, que en una comunidad un niño dijo a un obispo que visitó esa comunidad que todos los domingos había misa. Ese obispo quería saber, pero ¿quién celebra, si no tiene sacerdote aquí, quién celebra? Él dijo, mi madre.
Entonces, en cierto modo, ven a esa figura como alguien que es parte de la Iglesia, que está allí en nombre de la Iglesia, que hace ese servicio en nombre de la Iglesia. Diría que solo falta la oficialidad y, por supuesto, dentro de eso, la forma, el rito, pero la gente ya ve, en cierta medida, estas figuras, tanto el diácono permanente, como estas mujeres catequistas, como personas de la Iglesia. A veces incluso nos llaman padres. Para las comunidades, para las personas que están allí y que viven con esta realidad, este hecho sería un gran avance, no tendría grandes rechazos. Creo que es una cuestión posible, dependiendo, por supuesto, de los Padres sinodales, de lo que va a ser encaminado en el Sínodo, pero no sería complicado implementar esto a partir de estas experiencias existentes.
Serás auditor en la Asamblea sinodal. ¿Qué se puede hacer para convencer a los Padres sinodales sobre la necesidad de hacer todo esto oficial?
Algunos de los Padres sinodales son de esta realidad, ya viven en esta realidad de la Amazonía. Por supuesto que otros no, porque el Sínodo tiene una participación de toda la Iglesia, pero creo que una forma es exactamente lo que escuchamos en el proceso de escucha, esos relatos de experiencias, lo que ya sucede en la práctica, en la vida cotidiana de la Iglesia en la Amazonía. Este rostro de la Iglesia de la Amazonía, que es, de hecho, un rostro laico, de muchos ministros laicos y pocos ministros ordenados, pero estos laicos realizan muchos de los servicios propios de los ministros ordenados. Esta cuestión de la experiencia del diaconado permanente que ya existe es concreta. Y en relación con el tema de las mujeres, exactamente este rostro femenino de la Iglesia en la Amazonía.
La Iglesia del Amazonas no puede caminar sin estos actores, sin estos agentes, la Iglesia no tiene, no tendría suficientes ministros ordenados para hacer que esta Iglesia camine sin los que están allí. Entonces, creo que para convencer, para hacer esta comprensión en el Sínodo, tenemos que hablar mucho sobre esta experiencia que vivimos, esta realidad que vivimos aquí en la Amazonía, que es una realidad concreta, y es una Iglesia viva. Vamos a cualquier diócesis aquí en nuestro Regional, siempre encontraremos miles de catequistas trabajando en estas comunidades, con muy pocos ministros ordenados.
De hecho, es una Iglesia que camina y tiene una larga experiencia en la formación de estos agentes. Creo que es mostrando esta realidad, hablando de esta realidad de manera concreta, que podemos convencernos sobre la necesidad de este reconocimiento.
Varias voces han indicado en las últimas semanas que lo que es realmente importante en el Sínodo será la etapa posterior al Sínodo. Uno de tus trabajos es articular el cuidado pastoral a nivel regional. ¿Cómo crees que a partir de este trabajo en el cuidado pastoral, en la vida diaria de la Iglesia en la Amazonía, específicamente en el Regional Norte 1, se pueden implementar las decisiones del Sínodo?
De hecho, ahora después del Sínodo viene el gran desafío de regresar. Fuimos a las comunidades, escuchamos, ahora tenemos que regresar con la respuesta que vendrá del Sínodo. Aquí en el Regional, tenemos una cosa muy positiva, que es la apertura de los obispos a esta cuestión del Sínodo. Tenemos una experiencia del proceso de escucha, que hubo un acuerdo en la planificación, que el Sínodo entraría en todo el proceso experimentado, tanto a nivel regional como en las diócesis. Una de las referencias dadas ahora, incluso en la última reunión que tuvo lugar recientemente, es que primero a nivel regional, deberíamos haber hecho el Plan cuatrienal regional de este año. Pero hemos esperado el resultado final del Sínodo.
El próximo año, la asamblea del Regional será hacer el plan de cuatro años desde lo que el Sínodo enviará. Luego, las diócesis y prelaturas, que ya tienen sus asambleas programadas, también insertarán el Sínodo en estas asambleas. Ir despacio, llevando el resultado del Sínodo a la planificación pastoral de estas Iglesias aquí en el Regional. Las pastorales, los organismos, los movimientos, aquí a nivel regional, también queremos hacer el mismo proceso con ellos. Quienes tienen asambleas se insertan dentro de las asambleas, quienes no tienen, se hace un proceso de reflexión con ellos y lo implementan gradualmente.
Entonces, tenemos que pensar en este Post Sínodo lo que es a corto plazo, lo que es a medio plazo, lo que es a largo plazo, e insertarlo en la vida de esta Iglesia regional. Sabemos que no siempre es fácil, porque todo lo nuevo, todo lo que cambia, causa algo de miedo, pero debemos pasar por este proceso de implementación. Lo que tenemos hasta ahora es esto, la Asamblea Regional del próximo año, las asambleas de diócesis y prelaturas que tendrán lugar, incluso a partir de noviembre. Aquí en el Regional, tendremos cuatro diócesis que celebrarán una asamblea en noviembre. Las cuatro, entonces, con la idea de tener alguna referencia al sínodo, y ya trabajando en ello. Esperamos, por lo tanto, que el Sínodo permee los planes pastorales de nuestras diócesis y prelaturas, y de nuestros pastorales, movimientos y organismos.
¿Hablas de los resultados del Sínodo, que no deberían faltar desde tu punto de vista?
Creo que hemos escuchado muchas cosas de las comunidades que son muy importantes en el Sínodo. El Sínodo debería traernos respuestas sobre las necesidades que escuchamos, que se remontan a esas palabras de presencia, diálogo y defensa de las luchas de los pueblos. Entonces, si el Sínodo lo hace posible, nos ofrece, quizás, algunas líneas de acción sobre estos desafíos propuestos. Ahora, por otro lado, también, el Sínodo tiene que ayudarnos a pensar, no en metodologías sino en posibles formas. Y allí también hay una indicación, que sería la posibilidad de pensar en una especie de Fondo de Inversión, para que podamos implementar estas cosas del Sínodo en esta región amazónica, que tiene sus peculiaridades y desafíos.
Pero creo que no podemos perdernos estas líneas de acción para responder a estos desafíos. Y no solo las líneas que satisfacen la necesidad interna de la Iglesia, que creo que es importante, la cuestión de sus agentes, de la que hablamos hace poco, de los ministros, de los laicos, sino también indicativos de acciones externas, en la perspectiva de la ecología integral. Porque en la Amazonía no podemos pensar en el proceso de evangelización ajeno a la realidad de la Amazonía, la ecología, el derecho o la vida de esta región que depende mucho de la naturaleza, que depende de esta realidad que vivimos hoy, tan compleja en relación con la destrucción de la casa común. Por lo tanto, responder a estas líneas, a estos desafíos que trae el proceso de escucha.
Fuente: https://www.religiondigital.org