Entrevista al cardeal Beniamino Stella, prefecto e la Congregación del Clero

 

El ámbito de actividad e la Congregación incluye también el diaconado permanente. ¿Cuál es la realidad de este ministerio en la Iglesia de hoy? ¿Y qué lugar específico hay que dar a los diáconos para evitar el riesgo de que su papel quede suspendido entre el de sacerdote y el de laico?

R. – El Papa Francisco lo dijo abiertamente: «Debemos tener cuidado de no ver a los diáconos como medio sacerdotes y medio laicos». E identificó su principal característica: son «los custodios del servicio en la Iglesia». Para algunos, conocidos como diáconos transitorios, la ordenación diaconal es una etapa en el camino hacia el sacerdocio ministerial, en la que se asume la actitud de Cristo Siervo de por vida, imitando al Señor Jesús también en el celibato. El Concilio Vaticano II, entonces, siguiendo la Tradición de la Iglesia, restableció la posibilidad del diaconado permanente, es decir, de hombres, incluso casados, ordenados no para el sacerdocio, sino precisamente para el servicio en la Iglesia. De hecho, ejercen su ministerio en las celebraciones y la predicación, en las obras de caridad, en la atención a los pobres y en la colaboración competente en la administración de los bienes de la Iglesia.

La Congregación para el Clero, en su reciente Instrucción sobre la renovación de la comunidad parroquial (nn. 79-82), presentando una visión ministerial de la Iglesia, y en la estela de la enseñanza del Concilio y de los Papas, ha subrayado la tarea de los diáconos permanentes como profetas del servicio. Su ministerio, además, debe ir más allá de los confines de la comunidad eclesial; de hecho, son enviados a las «periferias» y están marcados por un carisma misionero, especialmente para el «primer anuncio» del Evangelio en los lugares de frontera y en los ambientes de la vida ordinaria de la gente. Pienso en los diáconos permanentes comprometidos en los hospitales, en las cárceles, en la acogida de los emigrantes, en el mundo de la educación y en los centros de escucha de Cáritas: hoy continúan, en nombre de toda la Iglesia, la obra del buen samaritano.

Ventana del Dicasterio
Ventana del Dicasterio

Para realizar esta vocación específica, es necesaria una formación que no sólo se refiera a la dimensión intelectual, sino también a la madurez humana y espiritual, con vistas a la evangelización. Por esta razón, el Dicasterio acompaña a las Conferencias Episcopales en la elaboración de una Ratio para la formación de los diáconos permanentes, con el fin de realizar plenamente el potencial inherente a su vocación. Además, la Congregación está en diálogo con los episcopados locales para que en todo el mundo se instituya el orden de los diáconos permanentes, que en algunas Iglesias locales aún no han sido restaurados. De hecho, es responsabilidad de las Conferencias Episcopales proveer a la promoción del diaconado permanente en cada país.

Además, un aspecto único del diaconado permanente es el hecho de que los hombres casados también pueden ser admitidos a este ministerio. Esta opción los distingue claramente de los sacerdotes, que son siempre célibes en la Iglesia latina. Además, el diácono permanente que tiene familia y ejerce su profesión es un testigo privilegiado de la llamada universal a la santidad en la vida ordinaria. Sin embargo, existen, aunque en menor número, diáconos permanentes célibes, que dan testimonio del valor de la virginidad para el Reino de los Cielos, asumiendo el compromiso del celibato en el momento de la ordenación, para dedicarse con mayor libertad a las exigencias del ministerio.

La Congregación para el Clero se compromete a promover el diaconado permanente en toda su riqueza y relevancia: estos hombres, de hecho, no son «monaguillos con estola», sino que son cristianos comprometidos en manifestar -en comunión con el Obispo y el presbiterio diocesano- el rostro de Jesús, que no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida, siguiendo el ejemplo de San Francisco de Asís, que fue diácono permanente y que, motivando el servicio con la fraternidad, nos enseña a dirigirnos a los demás llamándolos «Fratelli tutti«.

Fuente: Vatican Newd

 

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