Aleteia, en colaboración con Magnificat, propone esta celebración de la Palabra de Dios en su hogar.
Guía a la bendición de los ramos:
Ante todo, se han de preparar los ramos para la bendición.
Quienes disponen de un jardín:
Pueden utilizarse ramos de cualquier tipo de árbol o arbusto, a condición de que sean verdes y tengan hojas. El color verde de los ramos es símbolo de la nueva vida que triunfa sobre la muerte. Es posible escoger por orden de preferencia ramos de las siguientes plantas: palmera, olivo, naranjo o limón, boj, tejo, otras especies de hoja perenne como el sauce, forsythia, almendro, o cerezo de japón.
Quienes no pueden disponer de un jardín:Dos o tres ramas de una planta verde pueden ser suficientes.
De lo contrario, será posible dibujar en hojas de papel o cartón un ramo de palmera y lo pintaremos de color verde. Si es suficientemente resistente, lo recortaremos con tijeras. De este modo, cada quien podrá tener en su mano un ramo en el momento de la bendición.Al final de la celebración es posible organizar una pequeña procesión para colocar un ramito (ya sea natural ya sea confeccionado) bendito en cada crucifijo de la casa.
Guía a la lectura de la Pasión según San Mateo
Este pasaje evangélico es particularmente hermoso y conmovedor: deberá leerse de manera pausada, con fuerza, pronunciando cada una de las palabras.
Antes de la celebración podrá decidirse quién leerá los diferentes los personajes que participan en la lectura. Los tres personajes están asignados a lo largo de la lectura con estas iniciales: X = Jesús, C = Cronista, S = Sinagoga.
Guía general para la celebración
Si se encuentra solo, es preferible leer las lecturas y oraciones de la misa de este domingo (las encontrará aquí) o seguir la misa por televisión o en Aleteia a través de esta página especial creada por Aleteia para Semana Santa.
Esta celebración requiere al menos la participación de dos personas.
Puede celebrarse el sábado tras el ocaso (vigilia del domingo) o en la tarde del domingo, pero la mañana del domingo constituye el momento más apropiado.
Esta celebración se adapta particularmente a un marco familiar, de amistad o de vecinos. Ahora bien, en el respeto de las medidas del confinamiento, es necesario verificar si está permitido invitar a los vecinos o amigos. En todo caso, durante su celebración, deberán respetarse estrictamente las consignas de seguridad.
Se ha de colocar el número de sillas necesario ante un espacio de
oración, respetando la distancia de un metro entre cada uno.
Debería colocarse una cruz o el crucifijo.
Se encenderán una o varias velas, que deberán colocarse en un soporte incombustible (por ejemplo, un plato de porcelana o cristal). Al final de la celebración, se apagarán las velas.
No se decorará el espacio de oración con flores. En Pascua, podremos vivir la alegría de volver a colocarlas.
Se designa a una persona para dirigir la oración (en orden de prioridad: un diácono, un laico que haya recibido el ministerio del lectorado o acolitado, el padre o la madre de familia).
La persona encargada de dirigir la oración establecerá la duración de los
momentos de silencio.
Se designarán lectores para las lecturas.
Se preparará con anticipación una propuesta de oración de los fieles. De todos modos, en esta guía, se ofrece una propuesta. Deberá designarse a una persona para su lectura.
Se podrán preparar cantos apropiados.
DOMINGO DE RAMOS Y DE LA PASIÓN
Celebración de la Palabra
“Yo soy la resurrección y la Vida” ¿Lo crees?
Nos sentamos.
Quien guía la celebración dice:
Hermanos y hermanas,
en este Domingo de Ramos,
circunstancias excepcionales
nos impiden participar
en la celebración de la Eucaristía.
Sin embargo, sabemos que
cuando nos reunimos en su nombre,
Jesucristo está presente en medio de nosotros.
Y recordamos que cuando se lee la Escritura en la Iglesia,
es el Verbo mismo de Dios quien nos habla.
El relato de la pasión es la gran Palabra de Amor
que el Padre pronuncia sobre todos nosotros:
«No ahorró a su propio Hijo, sino que lo entregó por nosotros».
Pausa
Durante esta celebración,
rezaremos especialmente para que
cese la pandemia que amenaza al mundo,
por los enfermos y los que han muerto,
por sus amigos y sus familiares,
y por todos aquellos que trabajan al servicio de los demás
en la lucha contra este flagelo.
En el umbral de la Semana Santa,
fijemos intensamente nuestra mirada en Jesucristo Redentor.
Preparémonos ahora a abrir nuestros corazones,
guardando un momento de silencio.
Pausa
Después de un momento de silencio, todos se levantan y se signan diciendo:
En nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
BENDICIÓN DE LOS RAMOS
Los presentes agitan los ramos mientras cantan el “Sanctus”.
Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del Universo.
Llenos están el cielo y la tierra de su gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.
Todos mantienen los ramos en la mano.
El guía de la oración, con las manos juntas,
pronuncia la oración de bendición:
Oremos.
Acrecienta, Señor, la fe de los que en ti esperan
y escucha las plegarias de los que a ti acuden;
para que quienes alzamos hoy los ramos
en honor de Cristo victorioso,
permanezcamos en él
dando fruto abundante de buenas obras.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R/. Amén.
EVANGELIO
Permanecemos de pie. El lector lee el evangelio de Ramos.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo (21, 1-11)
Cuando se acercaban a Jerusalén y llegaron a Betfagé,
junto al monte de los Olivos, Jesús mandó dos discípulos, diciéndoles:
«Id a la aldea de enfrente,
encontraréis en seguida una borrica atada con su pollino,
desatadlos y traédmelos.
Si alguien os dice algo contestadle
que el Señor los necesita y los devolverá pronto.
Esto ocurrió para que se cumpliese lo que dijo el profeta:
«Decid a la hija de Sión:
Mira a tu rey, que viene a ti,
humilde, montado en un asno,
en un pollino, hijo de acémila».
Fueron los discípulos e hicieron lo que les había mandado Jesús:
trajeron la borrica y el pollino,
echaron encima sus mantos y Jesús se montó.
La multitud extendió sus mantos por el camino;
algunos cortaban ramas de árboles y alfombraban la calzada.
Y la gente que iba delante y detrás gritaba:
«¡Hosanna el Hijo de David!
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
¡Hosanna en las alturas!»
Al entrar en Jerusalén, toda la ciudad preguntaba alborotada:
«¿Quién es éste?
La gente que venía con él decía:
«Es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea.
Palabra del Señor.
R/. Gloria a ti, Señor Jesús.
Al final del Evangelio, aclamamos nuevamente al Señor
cantando la segunda parte del Sanctus:
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.(Bis)
Tras dejar los ramos en un lugar adecuado, nos sentamos.
Quien guía la celebración, toma la palabra
e invita a todos los presentes a recogerse en oración:
Jesús, en esta celebración de Ramos,
recordamos tu entrada triunfal a Jerusalén,
uniendo el ímpetu de nuestros corazones y el sonido de nuestras voces
para aclamarte con un solo corazón y un solo espíritu con tu Iglesia.
Te aclamamos a ti, que vienes en el nombre del Señor,
Jesús, hermano nuestro y Dios nuestro,
concédenos la gracia de no perder nunca de vista la verdad de la Pascua,
que Tú vas a mostrarnos a lo largo de tu Pasión.
Esta es la verdad de la Pascua:
el triunfo cristiano pasa a través de la cruz,
y de la entrega de la propia vida por amor,
hasta el final.
Pausa
Ahora nos preparamos para abrir nuestros corazones
a la Pasión del Señor en silencio.
Sentados, inclinamos la cabeza y cerramos los ojos
para facilitar el recogimiento. Guardamos cinco minutos de silencio.
Quien guía la oración indica el final de ese momento de silencio.
Al final, invita a los participantes a ponerse de pie y les dice:
Al entrar el Señor en la Ciudad Santa de Jerusalén,
los niños, con palmas y ramos en sus manos,
anunciaron la resurrección.
Cantemos con ellos:
“Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo”.
El encargado de la primera lectura permanece de pie,
mientras todos los demás se sientan.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Isaías (50,4-7)
El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo;
para saber decir al abatido una palabra de aliento.
Cada mañana me espabila el oído,
para que escuche como los discípulos.
El Señor Dios me abrió el oído;
yo no resistí ni me eché atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban,
las mejillas a los que mesaban mi barba;
no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos.
El Señor Dios me ayuda, por eso no sentía los ultrajes;
por eso endurecí el rostro como pedernal,
sabiendo que no quedaría defraudado.
Palabra de Dios.
R/. Te alabamos Señor.
A continuación, es posible salmodiar o leer juntos el refrán,
mientras el lector del salmo lee la estrofa.
SALMO 21
R/ Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?
Al verme, se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre si tanto lo quiere».
R/ Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?
Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos.
R/ Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?
Se reparten mi ropa,
echan a suerte mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.
R/ Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?
Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
«Los que teméis al Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo; temedlo, linaje de Israel».
R/ Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (2, 6-11)
Cristo Jesús, siendo de condición divina,
no retuvo ávidamente el ser igual a Dios;
al contrario, se despojó de sí mismo
tomando la condición de esclavo,
hecho semejante a los hombres.
Y así, reconocido como hombre por su presencia,
se humilló a sí mismo,
hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todo
y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo,
en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Palabra de Dios.
R/. Te alabamos Señor.
EVANGELIO
Todos proclaman:
Gloria y alabanza a ti, Cristo.
El lector sigue diciendo:
Cristo se ha hecho por nosotros obediente hasta la muerte,
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió
el Nombre-sobre-todo-nombre.
Todos proclaman:
Gloria y alabanza a ti, Cristo.
A continuación se pasa a la lectura del pasaje evangélico de la Pasión de Jesús, según las indicaciones ofrecidas al inicio de esta guía.
Los tres lectores se guían según estas siglas: X/: Jesús, C: Cronista, S: Sinagoga.
Si hay niños pequeños, se puede leer la versión breve, indicada entre corchetes.
C/ Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo (26,14—27,66)
C/ En aquel tiempo, [uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso:
S/ «¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?»
C/ Ellos se ajustaron con él en treinta monedas de plata. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
C/ El primer día de los Ácimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
S/ «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?»
C/ Él contestó:
X/ «Id a la ciudad, a casa de quien vosotros sabéis, y decidle: “El Maestro dice: mi hora está cerca; voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”».
C Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo:
X/ «En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar».
C/ Ellos, muy entristecidos, se pusieron a preguntarle uno tras otro:
S/ «¿Soy yo acaso, Señor?»
C/ Él respondió:
X/ «El que ha metido conmigo la mano en la fuente, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va como está escrito de él; pero, ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado!, ¡más le valdría a ese hombre no haber nacido!»
C/ Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
S/ «¿Soy yo acaso, Maestro?»
C/ Él respondió:
X/ «Tú lo has dicho».
C/ Mientras comían, Jesús tomó pan y, después de pronunciar la bendición, lo partió, lo dio a los discípulos y les dijo:
X/ «Tomad, comed: esto es mi cuerpo».
C/ Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias y dijo:
X/ «Bebed todos; porque esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados. Y os digo que desde ahora ya no beberé del fruto de la vid hasta el día que beba con vosotros el vino nuevo en el reino de mi Padre».
C/ Después de cantar el himno salieron para el monte de los Olivos. Entonces Jesús les dijo:
X/ «Esta noche os vais a escandalizar todos por mi causa, porque está escrito: “Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño”. Pero cuando resucite, iré delante de vosotros a Galilea».
C/ Pedro replicó:
S/ «Aunque todos caigan por tu causa, yo jamás caeré».
C/ Jesús le dijo:
X/ «En verdad te digo que esta noche, antes de que el gallo cante, me negarás tres veces».
C/ Pedro le replicó:
S/ «Aunque tenga que morir contigo, no te negaré».
C/ Y lo mismo decían los demás discípulos. Entonces Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y dijo a los discípulos:
X/ «Sentaos aquí, mientras voy allá a orar».
C/ Y llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a sentir tristeza y angustia. Entonces les dijo:
X/ «Mi alma está triste hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo».
C/ Y adelantándose un poco cayó rostro en tierra y oraba diciendo:
X/ «Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz. Pero no se haga como yo quiero, sino como quieres tú».
C/ Y volvió a los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro:
X/ «¿No habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en la tentación, pues el espíritu está pronto, pero la carne es débil».
C/ De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo:
X/ «Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad».
C/ Y viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque sus ojos se cerraban de sueño. Dejándolos de nuevo, por tercera vez oraba repitiendo las mismas palabras. Volvió a los discípulos, los encontró dormidos y les dijo:
X/ «Ya podéis dormir y descansar. Mirad, está cerca la hora y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega».
C/ Todavía estaba hablando, cuando apareció Judas, uno de los Doce, acompañado de un tropel de gente, con espadas y palos, enviado por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El traidor les había dado esta contraseña:
S/ «Al que yo bese, ese es: prendedlo».
C/ Después se acercó a Jesús y le dijo:
S/ «¡Salve, Maestro!»
C/ Y lo besó. Pero Jesús le contestó:
X/ «Amigo, ¿a qué vienes?»
C/ Entonces se acercaron a Jesús y le echaron mano y lo prendieron. Uno de los que estaban con él agarró la espada, la desenvainó y de un tajo le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús le dijo:
X/ «Envaina la espada; que todos los que empuñan espada, a espada morirán. ¿Piensas tú que no puedo acudir a mi Padre? Él me mandaría enseguida más de doce legiones de ángeles. ¿Cómo se cumplirían entonces las Escrituras que dicen que esto tiene que pasar?»
C/ Entonces dijo Jesús a la gente:
X/ «¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos como si fuera un bandido? A diario me sentaba en el templo a enseñar y, sin embargo, no me prendisteis. Pero todo esto ha sucedido para que se cumplieran las Escrituras de los profetas».
C/ En aquel momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron. Los que prendieron a Jesús lo condujeron a casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde se habían reunido los escribas y los ancianos. Pedro lo seguía de lejos hasta el palacio del sumo sacerdote y, entrando dentro, se sentó con los criados para ver cómo terminaba aquello. Los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno buscaban un falso testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte y no lo encontraban, a pesar de los muchos falsos testigos que comparecían. Finalmente, comparecieron dos que declararon:
S/ «Este ha dicho: “Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días”».
C/ El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo:
S/ «¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que presentan contra ti?»
C/ Pero Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo:
S/ «Te conjuro por el Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios».
C/ Jesús le respondió:
X/ «Tú lo has dicho. Más aún, yo os digo: desde ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Poder y que viene sobre las nubes del cielo».
C/ Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras diciendo:
S/ «Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué decidís?»
C/ Y ellos contestaron:
S/ «Es reo de muerte».
C/ Entonces le escupieron a la cara y lo abofetearon; otros lo golpearon diciendo:
S/ «Haz de profeta, Mesías; dinos quién te ha pegado».
C/ Pedro estaba sentado fuera en el patio y se le acercó una criada y le dijo:
S/ «También tú estabas con Jesús el Galileo».
C/ Él lo negó delante de todos diciendo:
S/ «No sé qué quieres decir».
C/ Y al salir al portal lo vio otra y dijo a los que estaban allí:
S/ «Este estaba con Jesús el Nazareno».
C/ Otra vez negó él con juramento:
S/ «No conozco a ese hombre».
C/ Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro:
S/ «Seguro; tú también eres de ellos, tu acento te delata».
C/ Entonces él se puso a echar maldiciones y a jurar diciendo:
S/ «No conozco a ese hombre».
C/ Y enseguida cantó un gallo. Pedro se acordó de aquellas palabras de Jesús: «Antes de que cante el gallo me negarás tres veces». Y, saliendo afuera, lloró amargamente. Al hacerse de día, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron para preparar la condena a muerte de Jesús. Y, atándolo, lo llevaron y lo entregaron a Pilato, el gobernador. Entonces Judas, el traidor, viendo que lo habían condenado, se arrepintió y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y ancianos diciendo:
S/ «He pecado entregando sangre inocente».
C/ Pero ellos dijeron:
S/ «¿A nosotros qué? ¡Allá tú!»
C/ Él, arrojando las monedas de plata en el templo, se marchó; y fue y se ahorcó. Los sacerdotes, recogiendo las monedas de plata, dijeron:
S/ «No es lícito echarlas en el arca de las ofrendas, porque son precio de sangre».
C/ Y, después de discutirlo, compraron con ellas el Campo del Alfarero para cementerio de forasteros. Por eso aquel campo se llama todavía «Campo de Sangre». Así se cumplió lo dicho por medio del profeta Jeremías: «Y tomaron las treinta monedas de plata, el precio de uno que fue tasado, según la tasa de los hijos de Israel, y pagaron con ellas el Campo del Alfarero, como me lo había ordenado el Señor».] Jesús fue llevado ante el gobernador, y el gobernador le preguntó:
S/ «¿Eres tú el rey de los judíos?»
C/ Jesús respondió:
X/ «Tú lo dices».
C/ Y, mientras lo acusaban, los sumos sacerdotes y los ancianos no contestaba nada. Entonces Pilato le preguntó:
S/ «¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?»
C/ Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado. Por la fiesta, el gobernador solía liberar un preso, el que la gente quisiera. Tenía entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, dijo Pilato:
S/ «¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman el Mesías?»
C/ Pues sabía que se lo habían entregado por envidia. Y, mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:
S/ «No te metas con ese justo porque esta noche he sufrido mucho soñando con él».
C/ Pero los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. El gobernador preguntó:
S/ «¿A cuál de los dos queréis que os suelte?»
C/ Ellos dijeron:
S/ «A Barrabás».
C/ Pilato les preguntó:
S/ «¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?»
C/ Contestaron todos:
S/ «Sea crucificado».
C/ Pilato insistió:
S/ «Pues, ¿qué mal ha hecho?»
C/ Pero ellos gritaban más fuerte:
S/ «¡Sea crucificado!»
C/ Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos ante la gente, diciendo:
S/ «Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!»
C/ Todo el pueblo contestó:
S/ «¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!»
C/ Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran. Entonces los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte: lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y, doblando ante él la rodilla, se burlaban de él diciendo:
S/ «¡Salve, rey de los judíos!»
C/ Luego le escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la cabeza. Y, terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar. Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a llevar su cruz. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa echándola a suertes y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de la cabeza colocaron un letrero con la acusación: «Este es Jesús, el rey de los judíos». Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda. Los que pasaban, lo injuriaban, y, meneando la cabeza, decían:
S/ «Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz».
C/ Igualmente los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban también diciendo:
S/ «A otros ha salvado y él no se puede salvar. ¡Es el Rey de Israel!, que baje ahora de la cruz y le creeremos. Confió en Dios, que lo libre si es que lo ama, pues dijo: “Soy Hijo de Dios”».
C/ De la misma manera los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban. Desde la hora sexta hasta la hora nona vinieron tinieblas sobre toda la tierra. A la hora nona, Jesús gritó con voz potente:
X/ «Elí, Elí, lemá sabaqtaní?»
C/ (Es decir:
X/ «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»).
C/ Al oírlo algunos de los que estaban allí dijeron:
S/ «Está llamando a Elías».
C/ Enseguida uno de ellos fue corriendo, cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio de beber. Los demás decían:
S/ «Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo».
C/ Jesús, gritando de nuevo con voz potente, exhaló el espíritu. Todos se arrodillan, y se hace una pausa.
Nos ponemos de rodillas y guardamos silencio un instante.
Nos levantamos y continúa la lectura de la Pasión.
C/ Entonces el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se resquebrajaron, las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas después que él resucitó, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos. El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, dijeron aterrorizados:
S/ «Verdaderamente este era Hijo de Dios».
C/ [Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo; entre ellas, María la Magdalena y María, la madre de Santiago y José, y la madre de los hijos de Zebedeo. Al anochecer llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. Este acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se lo entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia, lo puso en su sepulcro nuevo que se había excavado en la roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó. María la Magdalena y la otra María se quedaron allí sentadas enfrente del sepulcro. A la mañana siguiente, pasado el día de la Preparación, acudieron en grupo los sumos sacerdotes y los fariseos a Pilato y le dijeron:
S/ «Señor, nos hemos acordado de que aquel impostor estando en vida anunció: “A los tres días resucitaré”. Por eso ordena que vigilen el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos, se lleven el cuerpo y digan al pueblo: “Ha resucitado de entre los muertos”. La última impostura sería peor que la primera».
C/ Pilato contestó:
S/ «Ahí tenéis la guardia: id vosotros y asegurad la vigilancia como sabéis».
C/ Ellos aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y colocando la guardia.]
C/Palabra del Señor.
R/. Gloria a ti, Señor Jesús.
La lectura del Evangelio concluye sin aclamación. Todos se sientan.
Quien guía la oración, repite lentamente como si se tratara de un eco lejano:
« Verdaderamente este era Hijo de Dios »
Mantenemos dos minutos de silencio en meditación personal.
A continuación todos se levantan y profesan la fe de la Iglesia
proclamando el símbolo de los apóstoles:
Creo en Dios, Padre todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,
nació de santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos,
subió a los cielos
y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne
y la vida eterna.
Amén.
ORACIÓN DE LOS FIELES
Todos permanecen de pie para elevar las intenciones de oración,
que han sido preparadas por los participantes.
En su ausencia, el lector encargado puede leer estas intenciones,
dejando un momento de silencio al final de cada una.
Oramos al Padre, en este comienzo de la Semana más grande que el mundo ha podido vivir: La entrega del Hijo de Dios que dio su vida para salvar a toda la humanidad.
R./ Por la Pasión de tu hijo, escúchanos.
Por el Papa, los obispos, los sacerdotes; los diáconos para que iluminados por el Espíritu de Dios ayuden a todos sus fieles en estos momentos de pandemia a vivir con profundidad esta semana de gracia. Oremos.
R./ Por la Pasión de tu hijo, escúchanos.
Por todos los que sufren en su cuerpo o en su alma los efectos de la pandemia; para que acercándose a la luz de Cristo, encuentren alivio y salida a su dolor. Oremos.
R./ Por la Pasión de tu hijo, escúchanos.
Por las naciones que viven en conflicto, en desacuerdos; para que al mirar a Cristo en su Cruz, descubran lo que significa el perdón que lleva a la paz. Oremos.
R./ Por la Pasión de tu hijo, escúchanos.
Por las familias que no encuentran la paz debido a situaciones de desamor; para que al ver el amor de Cristo entregado, descubran que el amor supone renuncia y entrega. Oremos.
R./ Por la Pasión de tu hijo, escúchanos.
Por los que estamos aquí reunidos; para que vivamos esta Semana Santa desde la profundidad y la admiración que nacen de contemplar a Cristo con los ojos del alma. Oremos.
R./ Por la Pasión de tu hijo, escúchanos.
Pueden añadirse otras intenciones.
Padre, pon en nuestra alma sentimientos de misericordia para recorrer, cada uno, nuestro camino de salvación junto al Señor. Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo que contigo vive y reina por los siglos de los siglos.
R./ Amén.
Quien guía la oración introduce el Padrenuestro:
Unidos en el Espíritu y la comunión de la Iglesia,
nos atrevemos a decir como nos enseñó el Señor:
Se reza o canta el Padrenuestro:
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
E inmediatamente todos proclaman:
Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
El guía sigue diciendo:
Acabamos de unir nuestra voz
a la del Señor Jesús para orar al Padre.
Somos hijos en el Hijo.
En la caridad que nos une los unos a los otros,
renovados por la Palabra de Dios,
podemos intercambiar un gesto de paz,
signo de la comunión
que recibimos del Señor.
Todos intercambian un gesto de paz. Si fuera necesario, siguiendo las indicaciones de las autoridades, este gesto puede hacerse inclinando profundamente la cabeza hacia el otro o, en familia, enviando un beso a distancia con dos dedos en los labios.
Nos sentamos.
COMUNIÓN ESPIRITUAL
El guía dice:
Dado que no podemos recibir la comunión sacramental,
el Papa Francisco nos invita apremiantemente a realizar la comunión espiritual,
llamada también “comunión de deseo”.
El Concilio de Trento nos recuerda que
“se trata de un ardiente deseo de alimentarse con este Pan celestial,
unido a una fe viva que obra por la caridad,
y que nos hace participantes de los frutos y gracias del Sacramento”.
El valor de nuestra comunión espiritual
depende, por tanto, de nuestra fe en la presencia de Cristo en la Eucaristía,
como fuente de vida, de amor y de unidad,
así como de nuestro deseo de comulgar, a pesar de las circunstancias.
Con esta disposición de ánimo, les invito ahora a inclinar la frente,
a cerrar los ojos y vivir un momento de recogimiento.
Silencio
En lo más profundo de nuestro corazón,
dejemos crecer el ardiente deseo de unirnos a Jesús,
en la comunión sacramental,
y de hacer que su amor se haga vivo en nuestras vidas,
amando a nuestros hermanos y hermanas como Él nos ha amado.
Permanecemos cinco minutos en silencio en un diálogo de corazón a corazón con Jesucristo.
Podemos cantar un cántico de acción de gracias.
A continuación, nos ponemos de pie.
El guía pronuncia, en nombre de todos, la fórmula de la bendición:
Por intercesión de san N. [patrón de la parroquia],
de todos los santos y santas de Dios,
que el Señor de la perseverancia y la fortaleza
nos ayude a vivir el espíritu de
sacrificio, compasión y amor de Cristo Jesús.
De este modo, en comunión con el Espíritu Santo,
daremos gloria a Dios,
Padre de Nuestro Señor Jesucristo,
por los siglos de los siglos.
Amén.
BENDICIÓN FINAL
Todos se orientan hacia la cruz con las manos juntas
para pedir la Bendición del Señor.
El Señor nos bendiga y proteja,
ilumine su rostro sobre nosotros
y nos conceda su favor. Amén.
Todos hacen la señal de la cruz.
Los padres pueden hacer la señal de la cruz en la frente de sus hijos.
Es posible concluir la celebración elevando un cántico a la Virgen María.