Carta de un Párroco a su hermano diácono XVIII

 

Cartas de un Párroco a su hermano diácono

Pbro. Aldo Félix Vallone, Mendoza, Argentina

Dice el autor –Licenciado en Teología Espiritual y Director de la Escuela Arquidiocesana de Ministerios San José-: “agradezco a Mons. Cándido Rubiolo, el obispo que me ordenó diácono y presbítero; quien, en vida, desde mi último año del Seminario me impulsó, me animó y acompañó en el estudio del diaconado y los ministerios confiados a los fieles laicos. A Mons. José María Arancibia por haberme confiado durante cinco años la dirección de la Escuela Arquidiocesana de Ministerios y el acompañamiento de los diáconos permanentes; y por permitirme realizar este magnífico camino de ser párroco con la colaboración de diáconos, acólitos y lectores instituidos”.

¿En los sectores o en las comunidades?

Querido hermano:

¡Qué manía esa de poner una “o” donde puede ir una “y”! Desde Jesús hasta hoy la Iglesia ha tenido que confrontar con esa tentación de los suyos. Es la tendencia a cerrar en lugar de abrir… Son muy pocas las cosas que requieren una “o”, la inmensa mayoría necesita la “y”, discernida y madura.

Esto vale para los ámbitos de tu ministerio. Como me contabas, la mayoría de quienes escriben sobre el diaconado se inclinan a poner como lugar propio del diácono los sectores pastorales: Pastoral de la salud, pastoral social, pastoral catequística, pastoral familiar…

Otros ven en el trabajo diocesano un ámbito más natural: Directores diocesanos de cáritas, animadores de la pastoral social, carcelaria, administradores económicos diocesanos, secretarios cancilleres, asesores de movimientos… pues dicen que de ese modo queda más claro el ministerio diaconal como colaboración del ministerio episcopal. Pero… (aquí viene un “pero”) no aconsejan el ministerio diaconal en la animación de comunidades. Eso sería propio de los presbíteros, sólo sería admisible como un caso de “suplencia”… ¿Sería, entonces, un ejercicio extraordinario del ministerio?

En una eclesiología jerarquista y, exclusivamente cultual, puede justificarse. Diverso es en una Iglesia misterio de comunión en tensión misionera.

La Parroquia es, ante todo, una comunidad evangelizadora. Lo cultual es muy importante –“su culmen y fuente”- aunque no agota su actividad. ¿Qué sería de lo cultual si faltara la evangelización: una parroquia más cercana a un “supermercado” de servicios sacramentales que “un germen e instrumento del Reino”… Jamás llegaría a ser una “familia de familias”, “una célula viva de la Iglesia, el lugar privilegiado en el que la mayoría de los fieles tienen una experiencia concreta de Cristo y la comunión eclesial”… Mucho menos sería casa y escuela de comunión…, de iniciación cristiana, educación, celebración, caridad siempre abierta… y promoción de las distintas vocaciones y los diversos carismas en orden al bien común.

Para alcanzar este ideal, las parroquias necesitan constituirse en “comunidad de comunidades”, tanto en las zonas rurales, como entre los barrios de las ciudades.

¡Claro! Esto requiere pastores con espíritu misionero y una caridad pastoral ardiente… Cuando un diácono está animando una comunidad de la parroquia. Cuando preside una comisión de pastoral o de gestión administrativa en esa comunidad… Cuando forma, acompaña, asesora y promueve equipos de catequesis, grupos de misioneros y otros… ¿acaso lo hace como “pastor propio”, como si fuera un “cuasi-párroco”? ¿No lo hace en comunión y en “nombre” del párroco, con quien se supone constituye un “equipo” de conducción pastoral parroquial, junto a los vicarios y colaboradores presbíteros?… ¿No es miembro de un Consejo de Pastoral Parroquial?…

Me gusta imaginar una visita pastoral a las comunidades donde presbítero y diácono van juntos. ¿Se superpondrían las acciones?… No creo. Sería un testimonio del Evangelio que nos envía de a dos…

¡Ojala que, también aquí, fuésemos testigos de comunión ministerial! El diácono animando la triple diaconía de la comunidad… El presbítero haciendo presente al Sacerdote que anuncia la Palabra de gracia eficaz entre los enfermos, los penitentes, los que se unen en el Sacrificio de Cristo, en una comunión cultual y misionera… y tantas cosas más.

A veces pienso que hemos recuperado el diaconado permanente sin tomar la precaución de descartar las actitudes negativas causantes de su desaparición en Occidente. Si la historia nos enseña, es importante redescubrir, adaptándolas, las diaconías pastorales de la antigüedad, evitando el punto reductivo del conflicto: La celebración de la Misa y la cuestión de poderes. Si concebimos la pastoral como algo más que el ejercicio de potestades –aunque no las excluyamos- se disuelve el conflicto.

Te prometí ser más corto y resulte larguero. Perdón.

Tu hermano párroco

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