Dartinelli Moreira cuenta sobre la vocación de servicio en el día a día
El pasado mes de abril el diácono Dartinelli Moreira, casado con Carla y padre de Micaela, Pedro y Joaquín, asumió como nuevo Secretario Nacional de Diáconos. La siguiente entrevista sirvió para conocer más sobre el nombramiento y la actualidad del diaconado permanente en Uruguay.
¿Qué significa el nombramiento como Secretario Nacional de Diáconos?
Es una tarea de servicio y coordinación para los hermanos diáconos permanentes de nuestro país. Su funcionamiento se estructura en reuniones bimensuales, donde compartimos realidades de nuestro ministerio, con las particularidades de cada diócesis y los desafíos que tenemos en la colaboración junto a nuestros hermanos laicos, obispos y sacerdotes, en la construcción del Reino de Dios y la evangelización de nuestra patria.
El nombramiento del Secretariado del Diaconado Permanente responde a la necesidad de sustituir al anterior secretario (Diácono Gerardo Benítez), quien ya había estado al frente de esta comisión por dos períodos consecutivos. Esta es una de las cuatro comisiones de Ordenados y Consagrados dentro de los Organismos Pastorales de la Conferencia Episcopal del Uruguay, de la cual Mons. Carlos Colazzi, Obispo de Mercedes, es el responsable.
La integran también un diácono permanente delegado por cada una de las diócesis.
Todos los años, en el mes de octubre, vivimos el gran Encuentro Nacional de Diáconos Permanente y Esposas. Son dos días de confraternización, oración y compartir nuestras vidas, viendo nuestra realidad que, iluminada por Jesús, nos invita a tomar acción en nuestra familia, trabajo, pastoral y sociedad. La coordinación de este evento es responsabilidad de nuestra comisión.
¿Qué funciones específicas tiene el secretario?
Las funciones pastorales propias de una comisión: administrar recursos materiales y humanos en coordinación con los integrantes de la comisión. La preparación del encuentro de octubre parece ser el gran desafío del año, y quizá como hito lo sea, pero creo que una sincera preocupación por la realidad de cada uno de los diáconos permanentes y sus familias, el estado de salud de los mayores y las necesidades formativas, humanas y espirituales para desarrollar su ministerio es lo que más nos tiene que motivar a delinear este servicio.
¿Qué sentimientos afloraron al conocer el nombramiento?
Sentí sorpresa e incertidumbre, y la necesidad de consultarlo con Carla (mi esposa) y el resto de mi familia. Luego de discernir, rezar y aceptar, sentí gran responsabilidad y necesidad de apoyo de mis hermanos en el diaconado. Después de la segunda reunión del secretariado: paz, porque tenemos un comprometido equipo de trabajo.
¿Cómo evaluaría el diaconado permanente a nivel nacional y en nuestra arquidiócesis?
En mayo de 1967 el Papa Pablo VI restaura el Diaconado Permanente publicando la carta apostólica Sacrum Diaconatus Ordinem, hace sólo 52 años. En nuestro país los primeros cuatro se ordenaron hace 46 años de manos de Mons. Carlos Partelli, de los cuales hoy sólo uno (Leonel Giorello) peregrina junto a nosotros. Es un ministerio recuperado hace poco tiempo y con un gran potencial.
«En Montevideo estamos en camino ascendente», dice el Diácono.
Nuestra doble sacramentalidad, Matrimonio y Orden Sagrado, nos permite vivir nuestro Bautismo de una manera única dentro de los ámbitos que nos movemos día a día: familia, trabajo, cultura, sociedad. Es ahí donde jugamos el partido más importante, siempre y cuando estemos insertos en la Diaconía de Cristo, es decir siendo servidores de todos. Nuestra misión es servir y desaparecer, si Cristo es el centro de nuestro ministerio, entonces estamos siendo fieles al llamado.
Hace solo dos meses que estoy profundizando en la realidad nacional, lo poco que he visto me muestra que hay compromiso con el ministerio. En Montevideo, estamos en camino ascendente. Nuestro pastor, el Cardenal Daniel, ha designado a Mons. Luis Eduardo como nuestro acompañante, esta es una de las claves para este momento que estamos viviendo.
¿Y cuáles son los desafíos que tiene el diaconado permanente en Uruguay en los próximos años?
Nuestro ministerio es de frontera, nos movemos día a día en los distintos “atrios de los gentiles” de nuestra sociedad, tenemos la gran oportunidad de llevar a Jesús a donde quizá ni se imaginen que puede estar: en la oficina, en el gremio, en el sindicato, en la comisión barrial, en el ámbito académico, en el mundo ejecutivo, etc. Sólo de imaginar donde un diácono permanente está en su día a día, ahí está Cristo Siervo, el que lava los pies, no solamente dentro de la capilla o parroquia, que también es nuestro espacio, sino donde están los más alejados, en las denominadas periferias existenciales; pobreza, soledad, enfermedad, los alejados.
En el ámbito eclesial, apoyar el desarrollo de agentes pastorales, contribuyendo a que los laicos tomen cada vez mayor protagonismo en la construcción del Reino. Estos son nuestros constantes desafíos, en comunión con nuestros obispos y presbíteros, aportando nuestra misión propia y específica para el Pueblo de Dios.
¿Cuántos diáconos permanentes hay en nuestro país actualmente?, ¿cómo es el proceso de discernimiento y formación para los futuros diáconos permanentes?
Los diáconos permanentes en ejercicio son casi 100. El discernimiento se realiza en conjunto entre el candidato y la Iglesia. Si bien hay una primera etapa de discernimiento, este se sigue trabajando a lo largo de la etapa de formación. Es básico involucrar a la esposa del candidato en este proceso, ya que es quien da uno de los “sí” para la ordenación (los otros «sí» los dan la Iglesia y el propio candidato).
La formación tiene cuatro dimensiones: humana, espiritual, doctrinal y pastoral. En ese marco se completa una formación inicial. La formación permanente y una vida sacramental, de oración y comunidad con su Cuerpo Diaconal, sin descuidar la primera vocación que es la del Matrimonio, es clave para el desarrollo y crecimiento del diácono permanente.
Un servicio en el ministerio de la liturgia, de la palabra y de la caridad
En la Iglesia latina, el diaconado fue restituido por el Concilio Vaticano II, durante el pontificado de Pablo VI. Concretamente, fue en mayo de 1967, y retomó una figura que estaba presente en los primeros tiempos de la vida cristiana.
En la constitución dogmática Lumen Gentium, en el apartado 29 se establece: “En el grado inferior de la Jerarquía están los diáconos, que reciben la imposición de las manos ‘no en orden al sacerdocio, sino en orden al ministerio’”. Y el documento agrega: “Así, confortados con la gracia sacramental, en comunión con el obispo y su presbiterio, sirven al pueblo de Dios en el ministerio de la liturgia, de la palabra y de la caridad. Es oficio propio del diácono, según le fuere asignado por la autoridad competente, administrar solemnemente el Bautismo, reservar y distribuir la Eucaristía, asistir al Matrimonio y bendecirlo en nombre de la Iglesia, llevar el viático a los moribundos, leer la Sagrada Escritura a los fieles, instruir y exhortar al pueblo, presidir el culto y oración de los fieles, administrar los sacramentales, presidir el rito de los funerales y sepultura”.
En el Catecismo de la Iglesia Católica, además, se da un detalle sobre la ceremonia de la ordenación diaconal. Se puntualiza que «en la ordenación al diaconado, sólo el obispo impone las manos, significando así que el diácono está especialmente vinculado al obispo en las tareas de su ‘diaconía’”.
También en el Catecismo se menciona que “el sacramento del Orden los marcó con un sello (‘carácter’) que nadie puede hacer desaparecer y que los configura con Cristo que se hizo ‘diácono’, es decir, el servidor de todos”.
Este diaconado permanente, que puede ser conferido a hombres casados, constituye un enriquecimiento importante para la misión de la Iglesia. En efecto, es apropiado y útil que hombres que realizan en la Iglesia un ministerio verdaderamente diaconal, ya en la vida litúrgica y pastoral, ya en las obras sociales y caritativas, «sean fortalecidos por la imposición de las manos transmitida ya desde los Apóstoles y se unan más estrechamente al servicio del altar, para que cumplan con mayor eficacia su ministerio por la gracia sacramental del diaconado»
Fuente: icm.org.uy