Postmodernidad


 Pbro. Francisco Silva,

Vicario Pastoral de la Santísima Asunción

Asunción, Paraguay, 29 de enero de 2010

 

“Los pueblos de América Latina y del Caribe viven hoy una realidad marcada por grandes cambios que afectan profundamente sus vidas. Como discípulos de Jesucristo, nos sentimos interpelados a discernir los “signos de los tiempos” a la luz del Espíritu santo, para ponernos al servicio del Reino, anunciado por Jesús, que vino para que todos tengan vida y “para que la tengan en plenitud” (Jn 10, 10). DA 33

 La novedad de estos cambios, a diferencia de los ocurridos en otras épocas, es que tienen un alcance global que, con diferencias y matices, afectan al mundo entero.

 Habitualmente, se los caracteriza como el fenómeno de la globalización. Un factor determinante de estos cambios es la ciencia y la tecnología, con su capacidad de manipular genéticamente la vida misma de los seres vivos, y, con su capacidad de crear una red de comunicaciones de alcance mundial, tanto pública como privada, para interactuar en tiempo real, es decir, con simultaneidad, no obstante las distancias geográficas.(….)DA 34

 Vivimos un cambio de época, cuyo nivel más profundo es el cultural. Se desvanece la concepción integral del ser humano, su relación con el mundo y con Dios; aquí está realmente el gran error de las tendencias dominantes en el último siglo… Quien excluye a Dios de su horizonte, falsifica el concepto de la realidad y solo puede terminar en caminos equivocados y con recetas destructivas (…) AP 44

 

Mirada de fe

 Estos cambios hay que mirarlos desde la fe, y, dar respuestas desde nuestro ser cristiano, recogiendo lo positivo y enfrentando lo negativo.

 ¿Cómo es esta cultura posmoderna?

 

¿Qué está pasando en el mundo hoy?

¿Cómo es el hombre y la mujer posmoderna?

           Nuestra civilización actual no vive ausencia de valores, no destruye lo axiológico, sino su fundamento absoluto, su punto de referencia: Hedonismo; egoísmo; ausencia de sentido, estética, culto a la imagen, etc.

 La postmodernidad niega las dimensiones de la persona:

 

Negación de pasado:

           El pasado es olvidado, o se lo lleva a cuestas enfermizamente, como un ayer al que se permanece atado por culpa y resentimiento, o por la añoranza. Se desconoce al pasado como fuente de experiencia y aprendizaje, camino de sabiduría.

          Negación del futuro: Se vive en la impaciencia del inmediatismo. No hay proyectos para el crecimiento como persona. Como no se sabe para que se vive, tampoco se sabe para que se muere. Entonces se niega el paso del tiempo, porque se aproxima la amenaza de la muerte.

 Negación de la trascendencia:

           El hombre postmoderno se basta a sí mismo. Sin fe, incrédulo ante la trascendencia, se vuelve inútilmente crédulo de una galería de ídolos y crea dioses a su servicio: adivinos, brujos, manosantas, horóscopos y predicciones. O, rinde culto al dios del placer, cuyos favores compra con el tener.

          Y, vive el presente: Sin pasado no hay aprendizaje, y se vive la improvisación.

          Sin futuro no hay esperanza, y se vive el inmediatismo.

          Sin profundidad no hay hondura, se vive la superficialidad.

          Sin trascendencia no hay eternidad, y se vive el mito de la duración indefinida, en la chatura cotidiana.

 En la cultura postmoderna la persona desaparece, surge el individuo, quien ya no es
el portador de valores éticos, el que se entrega con devoción al encuentro con los demás, sino aquel que se observa a sí mismo, que busca su realización individual.

           El otro no es alguien que me ayuda en mi propia realización, sino mi enemigo, el que me observa y me cosifica.

          El otro ha sido relegado a lo no necesario o imprescindible

          En conclusión, el hombre postmoderno se siente hoy frustrado. Su fe en la diosa razón, con sus promesas de progresos indefinidos, como resultado de la ciencia y la técnica, lo han defraudado. Existe hoy en el mundo más pobreza y desigualdades que nunca. La naturaleza comienza a responder duramente a la explotación irracional y ambiciosa que es sometida. Las Organizaciones Internacionales no lograron ese camino de paz que les dio origen. La violencia, las drogas, el suicidio están haciendo estragos en poblaciones tanto pobres como ricas. El vacío, la soledad, el aburrimiento y la depresión son sus rostros más notorios.

          Ante estas realidades, un creyente debe tener respuestas. Y, el cristiano aún más. De lo contrario pierde el sentido profundo de su identidad.

          El cristiano, que conoce a Cristo en profundidad y lo tiene incorporado a su vida sabe y está convencido más que nadie, que Jesucristo con su vida y enseñanzas, ofrece un camino de salvación para el ser humano de todos los tiempos.

          Asumiendo nuestra identidad de hijo de Dios, viviendo como persona de fe, que la vive y la comunica;

          Evidenciando a Cristo con nuestros actos y actitudes;

          Transmitiendo esperanza;

          En constante crecimiento personal y grupal;

          Creando comunidad cuyo centro es la Eucaristía

 En un mundo que se cierra al Dios del amor, somos una comunidad de amor, no del mundo sino en el mundo y para el mundo! (cf. Jn15, 19;17, 14 – 16)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *