La Espiritualidad de la Comunión


Sitio oficial del Arzobispado de Bogotá

Bogotá, Colombia, 6 de febrero de 2013

 

Los diáconos permanentes, con nuestro director Mons. Alberto Ojalvo, nos reunimos el día 21 de abril 2012 para el gran encuentro del cual tomamos como directriz el objetivo propuesto por la secretaría de Evangelización: reflexionar sobre la espiritualidad de la comunión, en la arquidiócesis de Bogotá y dentro de la construcción del plan de Evangelización.

 

Este encuentro diaconal, dentro de la formación permanente, estuvo motivado por la alegría, integración de los diáconos en un ambiente inicial de la Oración de Laudes con la Hora Santa para pedirle a Dios las gracias necesarias para tomar conciencia de la colegialidad de los diáconos, su espíritu de comunión y la realización de la Misión que nos corresponde en la Arquidiócesis de Bogotá.
Dentro de la metodología propuesta: la oración, el tema de Espiritualidad de nuestro director, luego la conformación de los grupos de trabajo y la fundamentación temática dada por el Diácono Permanente, coordinador del Plan E., se propuso el diálogo al interior de cada grupo.

 

Hubo ambiente de trabajo entre los diáconos, diálogo, integración, se compartió con alegría y se tuvo la experiencia de vivir la Iglesia – comunión, para hacer fructífero el Plan E. Y la pastoral en un trabajo articulado por la virtud de la caridad, dado que la actividad ministerial Diaconal tiene sentido si ayuda a conocer, a amar y a seguir a Cristo en su diaconía, del mismo modo que estamos convocados a la Santidad en la Comunión y la Misión.

 

En cuanto al trabajo en grupo, se obtuvo las siguientes conclusiones:

PREGUNTAS PARA EL DIÁLOGO

1- Si fuera posible calificar de 1 a 10 el estado de la vida de comunión de nuestra Arquidiócesis, ¿cuál sería desde nuestra percepción la calificación que daríamos? ¿Por qué?
5.5/10 – Existe distanciamiento entre la jerarquía y los laicos, caminando en forma paralela. Pareciera que no tiene un mismo objetivo y formas de evangelización.
4/10 – No existe una verdadera común-unión entre los presbíteros entre sí, entre los diáconos entre sí, entre los presbíteros, diáconos y pueblo.
6/10 –
5/10 – Porque falta más cercanía del obispo hacia los fieles. Hay que crear formas de evangelización acordes a las nuevas culturas de la ciudad.
5/10 – No se siguen los lineamientos de actuación pastoral y en general, cada sacerdote tiende a interpretar de forma particular dichos lineamientos. – No hay continuidad en los cambio de párroco. En muchas ocasiones las comunidades existentes, que se han formado, que sirven y que viven de alguna forma la espiritualidad de la comunión, desaparecen por las políticas y actuación del nuevo pastor.
De 4 a 7/10 – falta comunión, acercamiento y fraternidad. – Hay mucha indiferencia frente a la necesidad puntual, además hay poco respeto por el diácono y dependiendo del cargo se mira distinto a los otros diáconos. – Hay buena formación y estructura, pero falta mayor desarrollo. – Hay amplia acogida y participación, reconocimiento y respeto.
6/10 – Están dadas las condiciones para la vida en comunidad pero no existe unión, unificación de criterios. – Falta corresponsabilidad para ser éticas para vivir en comunidad.
6/10 – No hay una respuesta postconciliar, por lo tanto hay un debilitamiento de la caridad.

2- ¿Qué podemos hacer para mejorar la vida de comunión de nuestra arquidiócesis?
Formando las personas, laicos en una misma metodología a fin de fortalecer las comunidades de base.
Que la jerarquía eclesiástica demos testimonio de vida. Llamar individualmente y en toda comunidad por pequeña que sea a hacer un examen de conciencia sobre su contribución a la vida en comunión para ver en qué mejorar.
Trabajar procesos de comunión en la Arquidiócesis. Empezar a trabajar por la comunión de las familias y trabajar en las comunidades parroquiales.
Ser una Iglesia más abierta al diálogo sin discriminaciones, que los fieles se sientan más cercanos al obispo, los presbíteros y los diáconos. Mejorar los canales de comunicación internos y externos. Comunicación asertiva y aprovechamiento de la tecnología.
Seguir los lineamientos a nivel pastoral, litúrgico y de formación que sean emanados por la Arquidiócesis. – Dar continuidad, fortalecer y alimentar aquellas comunidades parroquiales en las que se vive cierta espiritualidad de comunión. – estrechar los vínculos entre los ministerios ordenados (Obispo, presbítero y diácono) y los fieles laicos y de vida consagrada.
Fortalecer la experiencia de la familia diaconal- Crear una asociación diaconal donde haya ayuda fraterna.
Asumir nuestra condición de diáconos, servidores de Cristo, con alegría, contribuir con los pastores a la expansión de las comunidades laicales en nuestra parroquia. Cambiar por liderazgo sin protagonismo, haciendo equipo con nuestro párroco para beneficio de la comunidad.
Conocimiento y cumplimiento del Concilio Vaticano II, y aspectos operativos definidos por el Magisterio de la Iglesia. Fomentar el Sacerdocio Real y práctica plena de la caridad, como expresión plena del amor.

3- ¿Qué entendemos por espiritualidad de comunión?
Un mismo sentir, un mismo obrar, que se evidencia en un mismo estilo de vida, que mira el corazón del otro, traducido en el amor y el servicio al otro.
Seguir, a ejemplo de Jesucristo, caminos de oración y de búsqueda de la voluntad de Dios para cada uno y cada comunidad.
El Espíritu Santo da la capacidad de sentir, dar, etc, de acuerdo a las necesidades del hermano.
Abril el corazón al hermano. Tener sentido del pobre y la solidaridad.
Es esa espiritualidad en la que en una comunidad todos tienen “un mismo sentir” y viven un mismo Señor y un solo bautismo. – Es una espiritualidad donde nazca, se entienda y se realice la vocación al servicio en sus diferentes manifestaciones. – Es una espiritualidad donde la Palabra y los Sacramentos son el centro y el motor de la vida de la comunidad.
No se ha entendido la complejidad de la espiritualidad de comunión ya que no se entiende desde la base de la caridad. – No se ha llegado a la espiritualidad que debe pasar por la comunión. – La verdadera espiritualidad está en la auténtica comunión.
Tener el mismo espíritu para servir a Cristo en el hermano, vivir el sentido de pertenencia de Cristo en la Iglesia. Solidaridad con el hermano.
Es signo y Sacramento de la unión de Dios con los hombres y debe ser el corazón de la Iglesia.

4- ¿Por qué decimos que no hay vida diaconal sin vida en comunión?
Aunque el diácono tenga su propia identidad debe estar en unión común con la misma comunidad, sin la cual no ejercería su vocación de servicio, por lo tanto el ministerio diaconal desde su vocación a los necesitados.
Porque la diaconía es servicio y sin servicio no hay comunidad.
Servir para vivir, vivir para servir. El diácono se debe al servicio y el servicio es comunión. Porque la gracia recibida en el Sacramento es para el servicio de la comunidad en comunión con la Iglesia.
Porque el ejercicio de un ministerio y la esencia es el servicio, no puede darse si no hay una comunidad a la cual servir. De forma análoga, no se puede servir en un ambiente donde existen las deserciones y los conflictos. Se requiere que haya comunión.
No hay verdaderos encuentros personales por la actitud personal egoísta.
El mensaje de Cristo es la salvación en comunidad, La Iglesia es UNA, existe la unidad en la Iglesia.
Es la respuesta de la gracia recibida, ya que el diácono fue instituido desde sus inicios para el servicio a la comunidad eclesial.

5- ¿Qué aspectos de la vida diaconal nos permiten o fortalecen vivir la comunión y la espiritualidad diaconal?
La oración, el servicio, la caridad y la disponibilidad.
La oración profunda y constante y la formación continuada.
Oración, obediencia, testimonio, la vida civil y la caridad.
La vida familiar, la oración, el contacto directo con la comunidad en el diario vivir.
La vida en familia de acuerdo a los parámetros del evangelio. – El hecho de que un diácono es un puente entre el clero y los fieles, ayuda a construir comunión.
Los encuentros, formación, los retiros, los congresos, etc., pueden fortalecer las relaciones si se dan en una verdadera dimensión que propicie la fraternidad.
La reciprocidad en el servicio, la oración permanente, la experiencia de la vida familiar proyectada a la comunidad. Virtud de la humildad vivida.
Ser testimonio desde una Iglesia doméstica. La formación permanente. El conocimiento de la realidad de su comunidad. La oración y la caridad. El ser y el hacer del diácono: “la caridad, la Palabra y la liturgia”. El fomento de las familias diaconales.

6- ¿Qué nos puede ayudar en nuestro Nuevo Plan de Evangelización, que estamos construyendo, a vivir en comunión diaconal?
Establecer unos objetivos claros y definir una ruta para la ejecución del plan de evangelización, siguiendo con fidelidad al obispo, los lineamientos.
Retomar los principios diaconales de nuestra formación, como por ejemplo: la humildad, el deseo de servicio, etc. Y esperando respuestas positivas a los bueno que se proponga.
Participación consciente e integral de cada uno con compromiso.
Crear una fundación para el servicio a los necesitados. Aportar ideas para nuevas formas de evangelización.
La iniciativa de las familias diaconales. – la búsqueda de una verdadera comunión ministerial.
Encuentros, reuniones, formación permanente, la colegialidad diaconal, comunidades diaconales.
Asumir nuestra propia identidad estrechando lazos de hermandad.

7- ¿Qué proponemos para que en nuestra escuela diaconal vivamos más la espiritualidad de comunión?
Dentro de la formación hacer énfasis en la toma de la conciencia, cuando se adquieren los compromisos y responsabilidades, sin que exista supervisión, dando a los formandos candidatos una mayor madurez.
Retomar la espiritualidad que Cristo nos dejó, dando el “fiat” que María dio
Verdadero testimonio diaconal al estilo de Jesús, con compromiso.
Crear fondos de solidaridad y la formación permanente.
Fortalecer la iniciativa de las familias diaconales. – Estructurar una especie de pastoral social al interior y para la escuela diaconal.
Espacios para integrar los diáconos y los candidatos (segundo descanso), convivencias.
La promoción de las familias diaconales. Asistir responsablemente a la formación permanente. La sensibilidad en los momentos difíciles, identificando sus necesidades.

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