Homilía de Mons. Raúl Martín (Santa Rosa, Argentina), en la ordenación del diàcono Mario De la Torre

​Cuando fue creciendo la Iglesia primitiva, como ocurre cuando una familia va creciendo, se hizo necesaria la ayuda de otros hermanos para no desentenderse o descuidar la predicación y la ayuda de las mesas, la asistencia a los más pobres, el anuncio del regalo de la Buena Noticia para todos, la siembra del Reino en medio del Pueblo. Así se lo había pedido Jesús, no desatender a los más débiles.
​Así, fueron surgiendo distintos ministerios, distintos servicios, que fueron en el tiempo expresando a un Dios cercano, que con su ternura y misericordia, se hacía cargo de todos sus hijos.

​Así, habría que cumplir el mandato del Señor, “vayan por todo el mundo, prediquen el Evangelio, enseñen el Evangelio, bauticen, cuiden a todos”.

​Hacer presente a este Dios, que desde siempre acompañó de distintas maneras a sus hijos, este Dios que se mezcla en nuestra historia y nos muestra el camino del cielo. Este Jesús que en su amor sin límite, entregaba su vida, para que se hiciera nuestra. ¡Qué valor tendrá toda vida, para que Vos Señor, hayas querido pagar un precio tan alto por la nuestra!!!!. Y aún hoy, no todos lo comprenden!!!!!.

​Este Dios que alaba a su Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque revela los secretos del Reino a los más pequeños, se identifica con los más pobres y sufrientes, come con pecadores, sacia con milagroso pan a los hambrientos, y sobretodo, manifiesta su misericordia, sin dejar de lado a nadie, haciéndose abrazo de todos.

​Estos eran los secretos del Reino, estas cosas importantes que no todos entendían, “un Dios capaz de amar a todos, sin dejar de lado a nadie, y hasta el final”.

​Él también, quiso contar con la pequeñez de los hombres, con su fragilidad, con ese barro necesitado del beso de Dios para entregarse más plenamente a sus hermanos. Así nos eligió, nos llamó, nos hizo capaces de un inmenso don, que es mucho más que para hombres.

​Así el Señor, te eligió también a vos Mario desde siempre, te pensó y te soñó, junto a Susana, tu esposa y tus hijos, te pensó en tu familia y en las cosas de todos los días. Desde el servicio a esa mesa grande hecha pan de los más pobres, donde siempre hay lugar para uno más, y desde cada circunstancia y providencia apoyado en la oración. Y desde esta realidad, quiere contar con vos.

​Hoy en nuestra Iglesia pampeana, celebramos la alegría de uno de estos regalos de Dios. Un ministerio casi nuevo para nosotros, el diaconado permanente. La consagración de Mario, a quien todos conocemos, queremos y por quien venimos rezando desde hace tiempo de modo especial.

​La gracia de la ordenación como Diácono permanente, te unirá de modo particular y pleno al corazón de Jesús servidor. Este Jesús que se inclina para lavar los pies a sus discípulos para que ellos comprendan la grandeza de su amor, se inclina frente a la mujer pecadora a quien todos quieren apedrear para cubrirla con su misericordia, se inclina frente a la muerte para decirnos que ella no tiene la última palabra, se inclina frente a los niños para hacerlos dueños del Reino de los cielos, se inclina frente a toda miseria y debilidad de sus hermanos los hombres, frente a todos, para levantarnos, hacernos fuertes, hacernos grandes, decirnos que el Padre Dios nos quiere , y que somos importantes para Él, dándonos el sentido de la vida,…, para que nos sepamos profundamente amados. Esta es la misión, esta es la razón de este nuevo servicio diaconal, atraer a todos los hombres a Jesús, porque su yugo es suave y su carga ligera.

​Hoy este regalo para toda la Iglesia, que el Buen Dios nos hace en Mario, nos compromete a todos. Nos compromete a todos a buscar gastar la vida en serio, GASTARLA con mayúsculas. Desde el principio, hasta el final, defendiendo TODA VIDA. Nos compromete sabiendo que la vida se acrecienta dándola como ocurre con la fe, nos compromete a abrir el corazón para que haya lugar para todos, nos compromete a ser mejores testigos de un Dios que no se cansa de hacerse misericordia, nos compromete cada día a ser más amigos de Jesús y a que nadie quede sin conocerlo y amarlo.

Querido Mario. Viví lo de siempre, con una gracia nueva, que tu vida hable a los hombres de este Dios que siempre nos busca y nos espera. Que tu esposa y tu familia, se hagan fuerza que ayude a caminar en la hondura de este tiempo. Ayudanos también a nosotros para que aprendamos cada día más a reconocer los dolores de nuestro Pueblo, a no dejar de lado las manos tendidas, a no ser indiferentes, a saber mirar reconociendo el rostro de Jesús en los hermanos, a ser sensibles, a comprometernos sin miedo, sabiendo que nadie saca del barro a nadie sin ensuciarse con él las manos.

​El don del Espíritu Santo, te fortalecerá para que ayudes al Obispo y a su presbiterio, anunciando la Palabra de Dios, actuando como ministro del altar y atendiendo las obras de caridad, como servidor de todos los hombres. Dirigirás las celebraciones litúrgicas, administrando el Bautismo y bendiciendo matrimonios, llevarás el Viático a los moribundos y presidirás las exequias. Consagrado por la imposición de las manos, practicada desde el tiempo de los Apóstoles, y estrechamente unido al altar, cumplirás el ministerio de la caridad en nombre del Obispo.

​Con la ayuda de Dios, deberás obrar de tal manera, que te reconozcan como discípulo de Aquel, que no vino a ser servido sino a servir. El Señor te dio el ejemplo para que obres del mismo modo. Como ministro de Jesucristo, que se comportó como servidor de sus discípulos, cumplí de todo corazón la voluntad de Dios, sirviendo con amor y alegría al Señor y a los hombres.

​Nunca pierdas la esperanza que proviene del Evangelio, al cual debés no sólo escuchar sino también servir.

​Que nuestra Madre, Señora de La Pampa te sostenga siempre frente a Jesús.
​​+ Raúl Martín

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