En la Arquidiócesis de Panamá quince nuevos diáconos permanentes al servicio de la Iglesia y de los más necesitados

Diácono Carlos Icaza

Arcenio López, Boris Castillo, Ricaurte Chávez, David Delgado, Orlando García, Giovanni Guerra, Inocente Guerra, Saturnino Labrador, Luis Leal, Rangel León, Eduardo Mendoza, Adelino Andrade, Gilberto Tapia, Erick Valenzuela y Chanito Vásquez son nombres diferentes que denominan a quince hombres que vivieron unidos por el llamado que les hizo el Señor de prepararse para servir desde sus distintas realidades a la Iglesia.

Una solemnidad sin precedentes si se tiene en cuenta el numeroso grupo que tomó la estola cruzada. Monseñor José Domingo Ulloa, arzobispo de Panamá, confirió este ministerio el pasado sábado 27 de abril en el Gimnasio de la Universidad Católica Santa María La Antigua.

Son trece hombres casados, que subrayan el apoyo de sus esposas, un viudo y un soltero consagrado, conocidos por todos como Inocente Guerra y Luis Carlos Leal.

Leal labora como jefe de organizaciones sociales en el Ministerio de Trabajo, atendiendo directamente a los sindicatos.

“Todos los días en mi trabajo, bendigo el lugar y a mis compañeros. Entre tantas pruebas y dificultades busco mantenerme con la oración, además cuento con el apoyo de mi familia y amigos. Si no lo hiciera realmente no sería posible esta vocación de vida” asegura Leal.

Otro de los llamados por Dios para servir a los más pobres es Chanito Vásquez. Es el primer diácono de la comarca Guna Yala; tiene 62 años y labora como personal de limpieza y mantenimiento en el Hospital de la 24 de diciembre Es una bendición de Dios que me haya escogido a mí para servir a través de este ministerio. Debo llevar luz a mi comunidad” Así lo manifestó acompañado de su tímida esposa con quien tiene 18 años de casados, además de un montón de sobrinos que hacen de hijos pues la pareja no pudo concebir.

En su homilía, monseñor José Domingo Ulloa animó a los ordenados a servir a los necesitados, sin discriminación, especialmente a aquellos que son el rostro sufriente de Jesucristo, en medio de las comunidades es la tarea principal del diácono permanente. Asimismo, les alentó a ser auténticos discípulos y misioneros del mensaje del Evangelio.

Esposas, apoyo incondicional

El diácono debe hacer compatible la vida familiar con el servicio a Cristo y a los demás. Es una vocación exigente y necesita el apoyo de su familia, es una forma de vida que asume para siempre, por eso la mujer debe estar muy convencida para compartir la vida con un diácono.

Ada de Valenzuela, esposa del hoy diácono Erick manifestó que no fue nada fácil el inicio de esta experiencia. Para ella es un llamado que hace Dios a toda una familia, para así dar un testimonio de vida.
“Mi esposo tenía clases cuatro días de la semana, luego los domingos debía levantarse de madrugada para ejercer su servicio pastoral. Llegaba a la casa después de las 3 de la tarde, fue muy fuerte llevar un equilibrio en todo este proceso, teniendo tres hijos y un nieto” aseguró.

Hoy Ada afirma sentirse bendecida y orgullosa: “por la Gracia de Dios está siendo ordenado mi marido”.
Las esposas participan en el proceso de formación para la diaconía y, en compañía de un presbítero, fueron ellas las que colocaron la estola y dalmática a sus maridos.

En plena ceremonia Monseñor Ulloa reconoció la disposición, el sacrificio y la entrega de estas mujeres. Aclarando que ante todo estos hombres deben servir primero a sus familias, “no pueden ser luz en la calle y oscuridad en la casa”.

Función diaconal

La figura del diácono permanente se recupera a través del Concilio Vaticano II bajo el pontificado de Pablo VI. La Iglesia, es consciente de la necesidad de este importante ministerio de asistencia a los sacerdotes y aprovecha la figura del permanente como respuesta para las distintas pastorales familiares en las comunidades.

El Arzobispo Metropolitano les manifestó que “tienen ahora una triple funcionalidad: instruir, santificar y regir en el servicio de las obras de caridad y la animación de las comunidades.

El diácono está capacitado para administrar todos los sacramentos excepto el de la penitencia y la consagración en la Eucaristía. Bodas, funerales, bautizos, unción de enfermos, celebraciones de la palabra, así como todas las funciones de una parroquia pueden ser lleva-das o presididas por el diácono.

Durante la homilía, monseñor Ulloa advirtió que el diácono no puede andar a la libre, no es un “parroquito”, no es un “sacerdote”; su ministerio es bien específico el que debe ejercer primero en su hogar, para luego hacerlo en las comunidades cristianas. A su vez tienen el oficio de enseñar, están llamados a proclamar e instruir a los demás, Dios los ha llamado a ser hombres de justicia y de paz.

“Dios los llama a que vivan de forma permanente su servicio a la Iglesia. Su ministerio es un don de Dios que les quiso regalar mediante la gracia del Espíritu Santo, a través del cual recibirán la capacidad de representar a Cristo en la faceta más importante que es en la ‘palabra, la caridad y en la liturgia’”, agregó.
Su formación

La preparación de los candidatos al Diaconado Permanente, comienzo con el año Propedéutico, luego pasaron a la Universidad Santa María la Antigua (USMA), para formarse en ciencias teológicas; pero también van desarrollando su servicio en áreas pastorales como en las cárceles, los hospitales, comunidades rurales y urbanas.

Un diácono permanente puede bautizar, bendecir matrimonios, asistir a los enfermos con el viático, celebrar la liturgia de la Palabra, predicar, evangelizar y catequizar. Pero, a diferencia del sacerdote, no puede celebrar la Eucaristía (misa), confesar o administrar el sacramento de la unción de los enfermos.

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