Desde ese día hasta este momento he podido experimentar gracias del sacramento del orden que me han sorprendido más allá de lo que pudiera haber esperado. Todo cambia y todo parece seguir siendo lo mismo.
Soy el mismo hombre, el mismo esposo, el mismo padre y el mismo amigo que antes. Pero no soy el mismo en mi relación con Dios y mi prójimo.
No soy el mismo ante los ojos de los feligreses de mi comunidad que me han visto hacer este camino de formación durante 4 años hasta el día de mi ordenación. Ahora ellos ven un ministro ordenado, un diácono, antes que ver un esposo, padre u hombre.
Para mi la experiencia de apenas unas cuantas semanas como ministro ordenado ha sido un abrir de ojos a una nueva realidad. Desde el momento de mi ordenación, sin haber pasado una hora, y ya conocidos pidiéndome la bendición fue un momento de gran sorpresa, alegría y ansiedad, pues no estaba seguro de cómo hacerlo, y ese es el punto de este comentario y lo que les deseo compartir.
La gracia de este sacramento es algo que yo no había podido predecir, pues un par de días después de la ordenación había personas conocidas y desconocidas que habrían sus corazones al recién ordenado, como si éste tuviera muchos años de ser diácono.
Desde el 25 de septiembre a la fecha de esta nota, este servidor de Dios ha servido en varias Misas dominicales y de día de semana, ha bautizado 26 niños, celebrado 3 quinceañeras, un funeral, unas cuantas direcciones espirituales y bendecido muchas, muchas cosas.
Algo cambió en mi que yo todavía no logro ver claramente, pero la comunidad si puede verlo. Algo en mi es diferente, que puedo sentirlo sin todavía poderle dar nombre. No tengo miedo o inseguridad de lo que se me pide o espera de mí, no porque me sienta capaz de hacerlo sino que confío plenamente en la gracia del sacramento, esta gracia es lo que la gente percibe y ve. No necesariamente ven al hombre que está frente a ellos, sino la gracia de la presencia del ministro de la iglesia y de Dios.
Espero con el tiempo poder sentirme dentro de mí mismo más cómodo con esta gracia, para así poder ser todavía más sensible a lo que ésta ofrece al pueblo de Dios.
Ahora más que nunca, Cristo esta más presente en mis pensamientos, sentimientos y acciones. Su palabra me llena mucho más, como también así me reta mucho más.
Mi esposa e hija son mis pilares en este llamado del Señor a servir a su pueblo. Les amo ahora más que antes, pues me siento amado por Dios más que antes, y eso me hace querer servir más que antes.
No soy el mismo que antes. Soy diferente, lo puedo sentir en mis entrañas, y me dejo sorprender cada día por las maravillas del Señor, que es bueno y misericordioso.
Pido sus oraciones para que este servidor de Dios y de ustedes pueda cada día crecer un poco más en la fidelidad a su llamado como esposo y ministro ordenado de nuestra Santa Madre Iglesia.
Eduardo Bernal es diácono permanente de la Diócesis de Charlotte, asignado a la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe.
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