Conozca a los diáconos recien ordenados en la archidiócesis de Santiago de Chile

Nuevos diáconos al servicio de la Iglesia
Conversamos con tres diáconos recién ordenados, quienes nos cuentan su experiencia de servicio en distintas parroquias de Santiago.

Por: Enrique Astudillo Baeza
Fotos: Omar González

    ¿Qué lleva a tomar la decisión de ser diácono en momentos donde la secularización y la crisis de la Iglesia parecen profundizarse? ¿Cómo convive esta vocación con el cuidado de la familia y del trabajo?

    «El diácono no es un sacerdote de segunda. Se crearon para el servicio. El diácono no es para el altar, es para el servicio. Es el custodio del servicio en la Iglesia. Cuando a un diácono le gusta ir mucho al altar, se equivoca. Ese no es su camino». Así de categórico fue el Papa Francisco cuando tuvo que describir el rol del diácono permanente en la actualidad. En aquellas palabras descubrimos que su rol es el de aquel hombre dedicado a servir a los demás, compromiso que adquiere al ser miembro de la Iglesia y, con ello, autorizado para proclamar el Evangelio, asistir y predicar en la iglesia y presidir la celebración de los sacramentos del matrimonio y del bautismo. Sin embargo, no puede administrar el sacramento de la unción de los enfermos, como tampoco el de la reconciliación.

    Del mismo modo y dependiendo de su jerarquía, puede tener a su cargo la administración de una parroquia, presidir la Liturgia de la Palabra los domingos, cuando el sacerdote no puede celebrar la misa. En este caso, el diácono puede distribuir la comunión con las hostias previamente consagradas en una eucaristía, lo que sólo corresponde a los sacerdotes.

    Desafío que el pasado sábado 28 de septiembre, en la Catedral de Santiago, 19 hombres, junto a sus esposas e hijos, asumieron como un gran desafío de servicio a la Iglesia y, guiados por las palabras del administrador apostólico de Santiago, monseñor Celestino Aós, se dispusieron a ponerse de cara a Dios: «Tengamos presente que el diácono está llamado a colaborar con el párroco y con la pastoral. No sirven diáconos francotiradores, ni sirven diáconos espías de sus párrocos. La peor cizaña que destruye una comunidad es la murmuración y el chismorreo, porque muchas veces se busca cubrir los propios defectos en busca de intereses mezquinos», les recordó. En medio de la alegría de aquellos 19, conversamos con Sergio Espinoza, Remigio Mardones y Rubén Salinas.

    ¿Cómo nació la idea de ser diácono?

    -Sergio: Después de un largo caminar, que comenzó en 1991, debido a situaciones personales y familiares.
    -Remigio: La idea nace por mi raíz misionera. Por la gran necesidad de anunciar la Buena Noticia en medio de los sufrimientos de la gente causados por algunas personas de la Iglesia. Y siendo diácono, me decía mi ex párroco, que podía hacer todo esto.
    -Rubén: Antes de llegar a ser diácono, yo servía en la Iglesia. Ayudaba en la liturgia y leyendo. Un día un hermano diácono me invitó a este proceso para ver si había un llamado del Señor. Y así fue.

    ¿Qué dijo su esposa y la familia ante la decisión?

    -Sergio: Fue un apoyo irrestricto. Siempre vieron mi inclinación hacia el servicio y a estar dispuesto a apoyar en lo que sea en cuanto a la formación, acompañamiento, la solidaridad y todo lo que significa el quehacer de nuestra Iglesia.
    -Remigio: Fue un discernir de un año y medio. A pesar que toda la vida hemos estado ligados a la Iglesia en distintas actividades. Igual tuvimos un tiempo de oración y de esperar, junto a mi señora, el tiempo que debiera ser. Hoy somos un gran equipo y sólo no hubiese podido avanzar.
    -Rubén: Dijimos que lo más importante era estudiar y comprender bien lo que era la Iglesia y cómo podíamos ser un aporte y ponernos a trabajar para el Señor. Conversamos con mi señora esta posibilidad y ahí nos metimos de lleno.

    ¿Qué es lo que más ha costado estos años de preparación?

    -Sergio: Amoldarme a los estudios fue un desafío importante. Pero poco a poco me fui adaptando y dejó de serlo. Luego, me fui entusiasmando más y hoy es algo enriquecedor y apasionante. El otro tema fue la salud, ya que pasé por un cáncer fulminante al riñón, pero, gracias a Dios, eso es historia.
    -Remigio: Los estudios. Hace 25 años que no estudiaba de esta manera y mi primera nota fue un dos en el ramo de Teología. Yo pensaba que esto no iba a resultar, pero me explicaron que al principio siempre era así y que las notas no eran lo más importante.
    -Rubén: La verdad es que cuando uno entra acá no piensa en todos los aspectos que se deben madurar y poco a poco empieza a comprender lo que hace falta para llegar a ser un buen diácono. Han sido difíciles los años de estudio, porque uno hace rato que dejó de estudiar, pero cada día se lo dejo a Dios.

    ¿Cómo se convive la vocación, la familia y el trabajo?

    -Sergio: Es absolutamente llevadero, porque la agenda la acomoda el Espíritu Santo y gracias a Dios, no tenemos grandes trastornos. Sabemos cuáles son las prioridades y por dónde van y por dónde vienen. La formación ha servido mucho para poder ir priorizando los tiempos.
    -Remigio: Estar siempre en conversación. Gracias a Dios trabajo independiente y eso me ha permitido estar en todos los procesos familiares y en los de mis hijos y también en momentos difíciles ante una enfermedad. Dios hace muy bien las cosas y he podido manejar muy bien los tiempos.
    -Rubén: Es bien divertido, porque todos saben lo que yo hago y siempre me preguntan si me gusta, si me van a pagar un sueldo extra, y yo les digo que esto lo hago por amor a la Iglesia y hacia las personas que más lo necesitan. Y me dicen que como familia somos muy valientes por tomar esta bandera.

    Fuente: Periódico Encuentro
    www.periodicoencuentro.cl

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