Carta Pastoral a los Diáconos en el Año Sacerdotal

 

+ Agustino Cortés Soriano, Obispo de Santo Feliu de Llobregat.
Sant Feliu de Llobregat, España, Misa Crismal, 31 de marzo de 2010

Muy estimados diáconos:

Recibid, en nombre de la Diócesis y en el mío propio, el nuestro más cordial saludo en el marco de la Misa Crismal. El motivo de esta carta es que este año nuestra celebración tiene un significado especial, por el hecho de que la hacemos dentro del Año dedicado especialmente a la renovación espiritual de los Sacerdotes. Y, como diáconos, estáis muy cerca de ellos, sea para ser también ordenados, sea porque de hecho vuestro ministerio es una ayuda bien valiosa para el presbítero y para el obispo.

Este año hemos podido hablar personalmente con cada uno de vosotros, en conversación fraternal, centrados, no tanto en la tarea pastoral, cuanto en las vuestras personas, vuestras situaciones personales ï familiares, y como ministros ordenados al servicio de la Iglesia. Creo que compartimos la satisfacción de haberlo podido hacer. De esta conversación me sale una plegaria de proclamación y acción de gracias a Dios por todos vosotros, diáconos, porque a la Diócesis podemos gozar de vuestro servicio. Recibid también, por lo tanto, el nuestro agradecimiento por la generosidad, con la cual os habéis entregado al que la Iglesia os ha pedido.

La vuestra proximidad a los sacerdotes hace que entendáis y, en cierta medida, participéis del mensaje que el Papa les ha dirigido, con motivo de este Año Sacerdotal.

«Promover el compromiso de renovación interior de todos los sacerdotes, porque su testimonio evangélico al mundo de hoy sea más intenso y incisivo; favorecer la tensión de los sacerdotes hacia la perfección espiritual, de la cual depende sobre todo la eficacia de su ministerio; para hacer que se perciba cada vez más la importancia del papel y de la misión del sacerdote en la Iglesia y en la sociedad contemporánea».

Estas palabras nos recuerdan dos compromisos: por una lado que los diáconos, como ministros ordenados también se deben sentir llamados a la renovación interior y a la verdadera atención a la perfección espiritual, en función de su testimonio particular ante el Pueblo de Dios y del mundo. Por otra que, desde su posición propia, deben contribuir a la santificación del sacerdote.

Os invito, por eso, a leer y meditar la carta que este año os ha dirigido el Prefecto de la Congregación para el Clero, el Cardenal Humes, el día 10 de agosto, festividad del gran diácono San Lorenzo. Hallareis una doble llamada a la renovación personal en el ministerio de la Palabra y en el de la Caridad. Son dos vertientes muy importantes de vuestra diaconía.

Pero, conociendo más cerca a las tareas que cada uno hacéis, he podido constatar que vuestras dedicaciones son muy variadas y que responden, lógicamente, a las diferentes circunstancias de la vida personal, familiar y comunitaria. Por eso, en este campo solo querría, recordar e insistir en aquello que tantas veces habréis meditado y que se debe aplicar a todo tipo de servicio diaconal: que la renovación personal, dentro del que podríamos nombrar «espiritualidad del diácono», apunta a reproducir vitalmente las actitudes de Jesucristo Sirviente, con su radical disponibilidad a la voluntad de Dios. Es por esta disponibilidad radical, como pueden ser de verdad aquellas famosas palabras de San Ignacio de Antioquia: «Que todos reverencien a los diáconos como Jesucristo…….» El reto que tenéis adelante es pasar constantemente de «hacer servicios» a ser vitalmente «sirvientes».

En definitiva eso quiere decir que el amor del Espíritu que arraiga y habita en el corazón del diácono transforma en servicio generoso, gratuito, universal, todo lo que hace. Y eso no se puede lograr más que con el trato íntimo, profundo y constante con Jesucristo. Es una condición que se verifica en todo cristiano, pero más aún en aquellos que por la ordenación son sus ministros. Hablamos de rogativa personal, de estudio de la Palabra, de vida sacramental, de vida en común a la familia, de tiempo de receso………..

Por otro lado, así como significáis una ayuda califica para el presbítero y para el obispo en la tarea litúrgica y pastoral, así nos debéis ayudar en nuestro camino verdadero a la perfección. En primer lugar mediante la rogativa de intercesión por nosotros. Una oportunidad, o vuestra ayuda de todo tipo, que contribuya a facilitar la dedicación de tiempo necesario para su espiritualidad personal…

Sois una parte muy importante de nuestra Iglesia Diocesana. Desde el vuestro sentido de pertenencia a la Diócesis, el Espíritu nos bendice con vuestra ayuda, y en buena medida la salud de nuestro Pueblo depende de vuestra santidad personal.

Que Dios os bendiga, a vosotros y a vuestras familias. Y que la Virgen María de Montserrat, Sirvienta de Dios, os acompañe.

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