La familia del diácono, reflejo de la Santísima Trinidad

La familia del diácono, reflejo de la Santísima Trinidad

El concilio ecuménico Vaticano II, en el marco de su reflexión sobre la Iglesia, decidió renovar el ministerio del diaconado que, desde hacía siglos, sólo se confería a los candidatos al sacerdocio. En el capítulo tercero de la Lumen Gentium, en el n. 29, se trata de la renovación del ministerio diaconal, diciendo que el diaconado podrá ser conferido a hombres maduros casados, como grado permanente del orden sagrado.

Así pues, desde el Concilio Vaticano II se abre la posibilidad, en la Iglesia católica de rito latino, de que fieles católicos que han recibido el sacramento del matrimonio puedan recibir el sacramento del orden, en el grado del diaconado. En la actualidad, hay más de 42.000 diáconos permanentes; el 95% de ellos están casados: forman familias cristianas que son icono de la Santísima Trinidad, signo del Amor Trinitario.

Por el bautismo, participamos del sacerdocio de Cristo, de la misión santificadora de la Iglesia, cada uno según los carismas recibidos. El sacerdocio común de los bautizados adquiere carácter ministerial por el sacramento del orden. El matrimonio fue elevado por Jesucristo a la dignidad de sacramento entre los bautizados. Los sacramentos del orden sagrado y del matrimonio son sacramentos al servicio de la comunión: el sacramento del orden está orientado a la santificación de los demás, de todos los hijos de Dios de los que todos somos hermanos; el sacramento del matrimonio contribuye a la santificación del cónyuge y, abiertos a la vida, a la de los hijos.

La gracia comunicada por el Espíritu Santo en el Bautismo y en el sacramento del Matrimonio de los esposos, y la recibida por el esposo en el momento de su ordenación diaconal, hacen que la vivencia matrimonial adquiera un mayor dinamismo de comprensión, de generosidad, de ayuda mutua, de comunión.

Los diáconos son testimonios de Cristo Servidor en la iglesia y en el mundo.
El testimonio de vida del diácono casado se realiza a través de la unión de diaconado y matrimonio; el diácono es testimonio del amor de Cristo tanto en su vida ministerial como en su vida familiar. Se produce un enriquecimiento mutuo entre estas dos dimensiones de la vida del diácono casado, la matrimonial y la ministerial. Ciertamente, la gracia del sacramento del orden fortalece y purifica la vida matrimonial y familiar: así, la esposa del diácono, que acepta y apoya la vida ministerial del esposos, vive con más intensidad su generosidad en la familia y su compromiso en la sociedad y en la Iglesia; los hijos, movidos por el testimonio del padre y la actitud de la madre, se abren también más a la generosidad y al amor.
Los diáconos, respondiendo a su vocación de miembros ordenados en la Iglesia, comprometidos ante la comunidad y asumiendo una misión eclesial, encomendada por su obispo, son testimonios de su fe y del Amor de Cristo Servidor en su vida ordinaria de hombres casados, a menudo como padres de familia, en su ambiente de trabajo y en la sociedad; la unidad del ministerio y la vida ordinaria del diácono casado constituye una fuerza de apoyo para él y su familia, y también para otras familias, especialmente si están afectadas por frustraciones, desorientación, rupturas o enfermedades.
Por otra parte, la gracia del sacramento del matrimonio fecunda y fortalece la vida ministerial del diácono. El consentimiento y el apoyo de la esposa se hacen presentes, de alguna manera, en la acción ministerial del esposo, que se sitúa en un horizonte escatológico, hacia la plenitud del Reino de Dios.

Toda familia cristiana es una unidad que refleja en su seno el Misterio de la Santísima Trinidad, por su vínculo de amor y comunión. La misión de los esposos tiene su dinámica en el Amor. La entrega mutua de los esposos y de éstos con sus hijos, van creando unos lazos de comunión entre ellos, que expresan y son reflejo del Amor Trinitario.

En la familia en que el esposo, y quizás también padre, ha recibido la gracia ministerial en el diaconado, este dinamismo de Amor adquiere una especial fuerza y dimensión. Esta familia es comunión de Amor, específicamente orientado al Servicio: a la familia y en la familia y de ahí al servicio generoso, para siempre, a los hermanos, en la Iglesia de Jesucristo.