Homilía de monseñor en la ordenación del diácono Rubén Gianelli en Rafaela, Argentina

HOMILIA EN LA MISA DE ORDENACIÓNDEL DIACONO PERMANENTE GIANELLI
PARROQUIAS DE SOLEDAD Y SAN CRISTOBAL
Martes 16 de febrero de 2021
Queridas hermanas y hermanos:
¡Cuántas gracias a Dios!, damos en esta noche aquí en San Cristobal al ser convocados como Pueblo de Dios, para participar de la Ordenación Diaconal de Rubén Gianelli, que participa activamente de las Parroquias de Soledad y San Cristobal, a donde hoy le es encomendado, el Orden Sagrado Diaconal.
Como hemos escuchado en la Palabra de Dios, este Orden Sagrado, se remonta a los mismos orígenes en que Dios se revela al Pueblo de Israel, en la persona de Moisés diciéndole que separé a la Tribu de Leví para el servicio Sagrado, lo que hace a la Vida de Dios, sirviendo al pueblo en lo que atañe a la religiosidad, al Culto de lo Divino, lo que está más allá de todo lo creado y del mundo.
Este es el ministerio que hoy recibe Rubén con el Diaconado Permanente: Servir a la Comunidad en todo lo que es de Dios, del Santo, de lo Divino, por eso estará más dedicado a compartir la Religiosidad, su relación Dios, hoy se compromete a vivirlo mucho más estrechamente, ayudando a las comunidades de San Cristobal y Soledad, a que sientan y vivan profundamente la cercanía y amistad con Dios, entregándose a su servicio de las realidades santas para ponerlas más cerca de la gente, de los niños bautizando, enseñando la Palabra, ayudando en Caritas donde son tantas las necesidades de trabajo, de techo para poder tener la dignidad de una casa, y socorriendo en los comedores a los que no tienen a veces ni un plato de comida.
Ayuda a que la presencia de Dios sea cada día más cercana y todos puedan sentirlo con amor de Padre, hermanos de Cristo nuestro Salvador y a ser fraternos y amigos entre nosotros.
Por eso querido hermano Rubén como nos dice hoy el Papa Francisco, como buen Diácono y pastor de estas comunidades que te encomienda la Iglesia, camina unido a los sacerdotes, guiando y sirviendo al Pueblo de Dios, <escuchándolos>, con mansedumbre orientálos y ayudalos a rezar, carga sobre tus hombros las debilidades y problemas de las gentes, como lo hizo Jesús, sanando y curando, animando y levantando al que está bajoneado o aturdido.
Camina como lo vas haciendo, viviendo en medio de la gente, nunca te sientas separado o creyendo que sos más que alguien, con tu servicio humilde y sereno, seguí aprendiendo de los más pobres y alejados, pero que son los privilegiados de Dios. Por eso no temas ir detrás del rebaño, siendo el último de todos, porque será el mejor lugar como el que enseñaba Jesús a sus Apóstoles, “el que quiera ser el primero que se haga el más pequeño de todos”.
La segunda Lectura de la Palabra de Dios escuchada del Libro de Los Hechos de los Apóstoles, que nos mostró uno de los primeros <problemas> que sufrió la Iglesia primitiva, fue el conflicto entre los cristianos Helenistas y Hebreos, donde ya en el mismo amanecer de las comunidades, aparece la tentación del enfrentamiento, del discriminar y desechar o dejar de lado a algunos en desmedro de otros, que bueno que el origen del Diaconado aparece resolviendo los problemas al estilo de Dios no de los hombres con nuestras arbitrariedades, exclusivismos y grietas que parece la única manera de resolver los problemas, con venganzas, desencuentros y hasta difamaciones, desechando a las personas.
Por eso al proponer el Diaconado, aparecen las cualidades del amor misericordioso de Dios: la “buena fama”, es decir que sean personas que conoce la gente y se los quiera por su sencillez, humildad y actitud de servicio hacia todos, que sean llenos no de soberbia, ansiosos y acaparadores, sino, capaces de dialogar, compartir y hasta saber morir como lo hizo Jesús a los propios intereses, es decir con “Sabiduría”, no la sabiduría de los poderosos de este mundo, sino con la alegría del evangelio.
La elección de los Diáconos y su preparación, no nace de la teoría conceptual de algún reglamento, sino que el Libro de los Hechos nos acaba de narrar que los Apóstoles le dijeron a la comunidad que eligiera entre ellos, y fueron elegidos por la “misma comunidad y lo pusieron a consideración de los Apóstoles”.
Así se extendía La Palabra de Dios, no con acomodos, privilegios o intimismos espirituales, sino en el diálogo, la puesta en común y el amor a la Tradición de lo que habían recibido de Jesús.
Por eso querido Rubén, recibís como se acaba de proclamar en el evangelio, el Diaconado para ser “sal de la tierra”, no dejes que pierda su sabor la vida, donde la humanidad está viviendo momentos tan difíciles, y no solo por el Covid 19, sino por fundamentalmente porque nuevas culturas, aparecen olvidándose de Dios, dejando de lado la religiosidad y descartando al mismo Jesucristo, llevándolo a la relación individualista e intimista, donde se prefiere vivir como en burbujas, según los intereses, alejados del compromiso por una humanidad que anhela vivir con mayor justicia, donde todos tengan las mismas posibilidades, en la salud, en la educación, en poder vivir en paz y como hermanos.
Que puedas brillar desde tu vida sencilla y humilde de <trabajo> y también de <familia> unido a tu esposa, hijos y nietos, padres y hermanos, ayudando y sirviendo a estas parroquias de San Cristobal y Soledad, con tantas Capillas y poblados que te esperan con alegría deseando ver y participar de tus <buenas obras> que “Glorifican a Dios”.
+ Luis Alberto Fernández
Obispo de Rafaela

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