La Iglesia generaleña se prepara para la ordenación de 7 diáconos permanentes mañana sábado 11 de diciembre a las 10 a.m. en la Catedral San Isidro Labrador.
Ellos son: Lionel Fernández Hernández, Jorge Luis Porras Jiménez, Francisco Porras Navarro, Daniel Rodríguez Ledezma, Giovanni Montoya Fernández, Salvador Zeledón Villalobos y Pablo César Granados Mora.
La palabra diácono literalmente significa “servidor”. Son parte de la jerarquía de la Iglesia en un grado menor. Los diáconos permanentes generalmente son hombres casados que han seguido un proceso de discernimiento y de formación en el que ha participado activamente su familia.
Entre otros servicios, los diáconos permanentes pueden bautizar, proclamar la Palabra de Dios y presenciar matrimonios. No pueden ni consagrar el pan y el vino, ni confesar.
Los nuevos diáconos permanentes de la Diócesis de San Isidro fueron guiados por el Pbro. Joaquín Calderón Vargas, promotor vocacional y director del proceso. Inicialmente participaron 14 hombres; pero perseveraron 6 casados y uno célibe, todos de diferentes parroquias de la diócesis.
Serán ordenados por imposición de manos de Monseñor Fr. Gabriel Enrique Montero, administrador apostólico de la diócesis, en la que será prácticamente su última ordenación al frente de la Iglesia generaleña, pues el 25 de enero próximo será ordenado el nuevo obispo Monseñor Juan Miguel Castro Rojas.
“Me sentí atraído”
Uno de los que asumieron el llamado al ministerio diaconal fue don Pablo César Granados Mora, casado y padre de 8 hijos, quien tuvo por primera vez la inquietud hace 12 años. Él es agricultor y tiene una empresa de café. Lo curioso es que don Pablo tiene un hijo que actualmente se forma como sacerdote en el Seminario Nacional Nuestra Señora de los Ángeles.
Su vida de Iglesia inició en los años 90 cuando su padre era promotor cristiano en un grupo que formó el hoy obispo emérito Monseñor Ignacio Trejos: “él me llevaba a participar del grupo de niños que los acompañábamos en las acciones de la Iglesia”, recuerda.
En conversación con el Eco Católico, don Pablo explicó que desde que escuchó testimonios sobre el diaconado permanente se sintió atraído de una manera particular. “Hoy respondo a un llamado del Señor a servir de una manera entregada y decidida”, afirma. En este sentido, su familia ha tomado la noticia con gran entusiasmo, desde el más grande hasta al más pequeño.
Unidos en el servicio
Por mucho tiempo, don Pablo ha sido catequista y ministro extraordinario de la comunión junto con su esposa: “Siempre hemos estado unidos en nuestro servicio a la comunidad. Inicié como catequista gracias a ella”, explicó.
En su juventud se dedicó a estudiar y trabajar junto a su padre y hermanos en una finca y negocio. “Cuando inicié como catequista estaba en una situación compleja y decía: cómo voy a responder si tengo tanta cosa que hacer, solamente vino a mi mente decirle al Señor: “encárgate tú de mis cosas y yo me encargo de las tuyas” hicimos trato, y esa alianza maravillosa solamente me ha traído beneficios, bendiciones y satisfacción”.
Continúa diciendo: “Soy agricultor y tengo una empresa de café , estamos inmersos toda la familia, paso tostando café, arreglado cuestiones de la finca, mis hijos y mis trabajadores, pero siempre ha habido lugar para la catequesis, la formación y ahora el diaconado que está tan cerca, siento que el Señor me dará las armas para defenderme y salir adelante, solo con él puedo hacerlo, no tengo más que fiarme en Él, aunque tenga tantas cosas que hacer, para mi Dios es la primera opción y tengo mucha bendición por el pacto que hice con él, esto ha sido maravilloso en mi vida”, asegura.
Para don Pablo, ser parte de esta primera generación de diáconos permanentes en San Isidro es todo un reto. “La diócesis lo está asimilando, pero lo vive con alegría; aunque siempre existe la incertidumbre de ‘qué serán, qué irán hacer, si serán padrecitos’, el concepto hay que llevarlo al pueblo, hay que vivirlo con ellos para que vayan entendiendo que es un ministerio de una forma extraordinaria que combina familia, con el ministerio del orden”, explicó.
“Yo sé que en todos los rincones hay corazones que siguen orando y latiendo en favor de este proceso, estoy seguro que va a crecer el número de servidores y va hacer una gran bendición”, concluyó el futuro diácono permanente.
Pablo César Granados, futuro diácono permanente, y su familia.