San Vicente, Martir y Diácono

Relato de un encuentro

 

Diác. Alberto Álvarez Pérez

Referente Arquidiocesano del CIDAL en Sevilla

Sevilla, España, 2 de febrero de 2011

albertoalvarez49@gmail.com

 

Este es el patrón de la feligresía del barrio de su mismo nombre, cuya parroquia (una de la más antigua de la capital, inclusive anterior a la Catedral hispalense) está ubicada en pleno casco antiguo de la ciudad de Sevilla, rodeada de conventos, colegios religiosos y muchas hermandades y cofradías.

Cada 22 de enero, la feligresía de esta ciudad del Guadalquivir tiene la posibilidad de celebrar el memorial del martirio del diácono San Vicente. Y el mencionado día, la mayor parte de este colectivo diaconal nos presentamos en la parroquia como si fuese una peregrinación jubilosa sabiendo que aquel encuentro es como una invitación a sumergirnos y difrutar de ese momento personal con el santo.

La tarde-noche del día 22 fué especialmente alegre, a pesar del frío intenso. El párroco, don Pedro Arenal Macarro, en colaboración presbiterial con el delegado del clero que felizmente nos acompañaba, Don Anrtonio Bueno Avila, se celebró una participativa eucaristía, con la asistencia de gran número de diáconos y feligreses.

El párroco recalcó en la homilía sobre el tema del servicio diaconal, dispuestos a servir, olvidando el protagonismo, en medio de esta sociedad nada fácil. Que no podiamos olvidar la oración, la eucaristía y, por supuesto, la caridad, el servicio a los más necesitados.

La celebración Eucaristica concluyó con una Salve a María Santísima, implorándole que cada año siga aumentando el número de vocaciones, tambien de diáconos, para poder dedicarse más al servicio de los más desfavorecidos de este mundo y poder seguir las palabras de Jesús que encomendó la tarea de difundir el evangelio.

Posteriormente nos trasladamos casi todos, al igual que gran número de feligreses, a la sacristía donde se habilitó un lugar apropiado para  compartir un sabroso ágape lleno, sobre todo, de gran hermandad.

 

Introducción

 

Nacido en la romána Osca (actual Huesca), Vicente era hijo de padres cristianos y familia consular. Su madre se llamaba Enola y su padre Eutricio. Nacería en la segunda mitad del siglo III y cursaria estudios y comenzaría su actividad apostólica en Zaragoza. Moririá el 22 de enero del 304 en la ciudad también romána de Valentia (la actual Valencia). Su fiesta se celebra el 22 de enero y es el mártir más antiguo conocido de Hispania. Además de ser patrón de la ciudad de Valencia, lo es de Zaragoza y Portugal.

 

Vicente con 22 años ya era diácono del obispo de Zaragoza Valero, Valerio o Valerius en latin (San Valero) de la diocesis de Caesaraugusta, actual Zaragoza. El nombre de Vicente significa «Vencedor en el combate de la fé».

 

En la iconografia aparece con la dalmática de diácono. A veces también figura acompañado por un cuervo, que según la tradición protegió sus restos mortales de las alimañas cuando fue arrojado al muladar para que fuera comido por estas.

 

Historia

 

Por orden del emperador romano Diocleciano (284-305), llega a Hispania el prefecto (gobernador) de la Cartaginense, Daciano (de origen griego), con la orden de reprimir a los cristianos. Diocleciano habia firmado un edicto por el cual todos los habitantes del imperio deben adorar al emperador como si de un Dios se tratara.

 

Daciano ante la negativa de Vicente y Valero de adorar al emperador se los lleva arrestados a la colonia romána de «Valentia» (Valencia), ya que no se atrevia a juzgarlos en Zaragoza ante la gran simpatia que levantaban ambos.

 

Vienen a Valencia arrestados y a pie y en condiciones lamentables. Antes de entrar en la ciudad, los romanos quisieron pasar la noche en una posada, dejando a Vicente atado a una columna en el patio. Derribada aquella posada, la columna se conserva en la Iglesia de Santa Mónica, donde es venerada por los fieles.

 

En el juicio el obispo Valerio que tenia dificultad en el habla (se cree que era tartamudo) encarga a Vicente que hable por ambos. Durante el mismo Valerio es desterrado, mientras que a Vicente lo somete a tortura para provocar su apostasía (potro o ecúleo, garfios, tenazas y fuego).

 

Dice Vicente «Hay dentro de mi Otro a quien nada ni nadie pueden dañar; hay un Ser sereno y libre, integro y exento de dolor. ¡Eso que tú, con tan afanosa furia te empeñas en destruir, es un vaso frágil, un vaso de barro que el esfuerzo más leve rompería. Esfuérzate, en castigar y en torturar a Aquel que está dentro de mí, que tiene debajo de sus pies tu tiránica insania. A este, a éste, hostígale; ataca a éste, invicto, invencible, no sujeto a tempestad alguna y sumiso a sólo Dios».

 

Daciano dijo: Sacad de aquí al obispo, pues es justo que sufra la pena del destierro, por haber despreciado el edicto imperial. Más a este rebelde hay que someterle a más duros tormentos. Sujetadle al potro, y allí descoyuntadle los miembros y desgarradle todo el cuerpo. Que pase a la tortura de ley y recorra los más dolorosos tormentos y, si tanto tiempo dura su alma, por lo menos que se rinda su cuerpo entre los suplicios. Mientras viva no puede ése vencerme a mí. Bajado entoncés Vicente del caballete, fue llevado por los verdugos al suplicio del fuego. Pero Vicente, con más pertinaz confesión que de principio seguía confesando a Cristo Señor.

 

Vicente, vuelto hacia Daciano, dijo: «Hasta ahora todo tu discurso se ha dirigido a invitarnos a renegar de la fé; pero has de saber que nosotros profesamos el culto de la religión cristiana y nos declaramos servidores y testidos del único Dios verdadero, que permanece por los siglos».

 

Por último es enviado a prisión, a una celda llena de vidrios rotos. Alli recibe una aparición evangelica, narrada en las «Actas de su Pasión» asi como por el poeta hispano Aurelio Prudencio. «Un coro de angeles vienen a consolar al mártir. Iluminan el antro horrible, cubren el suelo de flores y alegran las tinieblas con sus armonias (Prudencio).

 

Ya no quedaba parte alguna entera del cuerpo de Vicente, una llaga renueva a otra llaga. Pero el siervo de Dios, firme en la fé, levantados los ojos al cielo, oraba al Señor. Enterado Daciano de esto exclamó: «Estamos vencidos. Sin embargo, un suplicio queda todavía: buscad un lugar tenebroso, separado de toda luz, condenado a eterna noche, una cárcel dentro de la propia cárcel. Esparcid por el suelo pedazos de puntiagudas tejas, a fin de que cualquier parte que toque su cuerpo, se clave en las ásperas puntas. Dejadle encerrado en las tinieblas, a fin de que ni con los ojos respire a la luz. No quede allí hombre alguno, para que no se anime ni con la compañia de palabra alguna. Todo esté cerrado y con los cerrojos echados».

 

Pero la noche de aquella cárcel es invadida de eterna luz, más radiante que el sol. La horrible soledad queda poblada por la multitud de ángeles, que le rodean como una muralla, y la cosuelan en su tribulación.

 

Dice Prudencio describiendo la carcel de San Vicente «Hay en lo más hondo del calabozo un lugar más ne
gro que las mismas tinieblas, cerrado y ahogado por las piedras de una bóveda baja y estrecha. Reina allí una noche eterna, que jamás disipa el astro del día; allí tiene su infierno la prisión horrible. Pero Cristo no abandona a su siervo y se apresura a otorgarle el premio prometido a la paciencia, puesta a prueba en tantos y tan duros combates». «Guirnaldas de ángeles ciñen con su vuelo la tenebrosa mazmorra».

 

¿Qué más podemos hacer? Estamos vencidos. LLevadle a un lecho de blandos colchones. No quiero hacerlo más glorioso, si le hago morir entre los tormentos. Que tras curar sus heridas sea de nuevo torturado.

 

Si no puedo vencerle vivo, le castigaré, por lo menos, muerto. Arrojadle a un campo raso, sin nada delante que lo defienda, para que el cadáver consumido por fieras y aves, no deje rastro de sí, no sea que los cristianos, recogiendo sus reliquias, lo veneren como mártir.

 

Pienso que ya ni muerto le podré vencer. Ya que en tierra no pudo consumirse, sea sumergido en alta mar. Que por lo menos los mares encubran su victoria.

 

En prisión encuentra la muerte el 22 de enero del 304.

 

Lugares vicentinos, son aquellos que guardan relación con la pasión y martirio del santo, así en Valencia contamos con San Vicente de la Roqueta (lugar donde fue enterrado), la Cripta o Cárcel de San Vicente (lugar donde según la tradición sufrió martirio) y la Cárcel de San Vicente (donde estuvo encerrado). También la Iglesia de Santa Monica donde se encuentra la columna donde fue atado el santo antes de entrar en Valencia proveniente de Zaragoza. Según la tradición esta columna se encontraba en un mesón que llevaba por nombre de las Dos Puertas y se encontraba en la calle Sagunto. Derribado el edificio la columna pasó a la Iglesia de Santa Monica donde permanece hasta el día de hoy. Otro lugar vicentino es la Iglesia de San Vicente Mártir en la calle de la Ermita construida sobre el lugar que según la tradición se encontraba el mudalar donde fue arrojado el cadaver del santo. En esta iglesia se encuentra una cripta donde se venera el «llit de Sant Vicent». Otro lugar vicentino en la ciudad de Valencia es la conocida como Cárcel de Santa Tecla, que es otra de las cárceles donde según la tradición estuvo preso San Vicente Mártir.

 

Durante la dominación musulmana San Vicente de la Roqueta era lugar de peregrinación de la población mozarabe de Valencia, pero en tiempos de Abderraman I (755-788), ante la posibilidad de que los restos del santo fueran profanados, fueron llevados en secreto al Cabo de San Vicente, en Portugal donde se pierde su memoria histórica o legendaria. O tal vez sencillamente fueron ocultados en algún lugar secreto de la ciudad o alrededores donde con el paso del tiempo se ha perdido la memoria.

 

Cuando el rey Jaime I el Conquistador puso sitio a la ciudad de Valencia, estableció su campamento en Ruzafa, y uno de los primeros lugares que ocupó militarmente fue la iglesia de San Vicente de la Roqueta (extramuros de la ciudad musulmana). Suyas son las palabras que dicen que San Vicente es el santo protector de la reconquista de Valencia.

 

En un documento fechado el 16 de junio de 1263 y conservado en el Archivo de la Corona de Aragón se dice: Estamos firmemente convencidos de que Nuestro Señor Jesucristo, por las oraciones, especialmente del bienaventurado Vicente, nos entregó la ciudad y todo el reino de Valencia y los libró del poder y de las manos de los paganos».

 

Junto a la iglesia de San Vicente de la Roqueta, el rey mandaría construir un hospital de peregrinos, pondría bajo su protección el templo y mandaría que el estandarte o pendon (penó de la conquesta) que hicieron ondear los musulmanes sobre las murallas de la ciudad en señal de rendicion quedara depositado en este templo.

 

Martirio

 

Vicente fue colocado en una cruz en aspa y torturado en el potro, despues en la catasta donde le rompierón los huesos, le azotaron, le abrieron las carnes con uñas de garfios de acero. Luego fue desollado y colocado en una parrilla en ascuas. Más tarde arrojado a prisión donde falleció.

 

Tirado a un mudalar (basurero) fue defendido por un cuervo, por lo que Daciano ordenó que fuera arrojado al mar en el interior de un odre y con una piedra de molino, pero milagrosamente fue devuelto a la orilla en una playa cerca de Cullera, donde una mujer llamada Jónica (Ionicia) lo escondió hasta que en el año 313 Constantino el Grande promulgó el Edicto de Milan, pudiendo recibir entonces sepultura en una pequeña iglesia situada en las afueras de Valencia que recibirá el nombre de San Vicente de la Roqueta.

 

En la Catedral de Valencia se conserva el brazo izquierdo del protomártir, regalado por Pietro Zampieri de la diocesis de Pádua (Venecia) el 22 de enero de 1970. La reliquia se encuentra en la Capilla de la Resurrección situada detras del Altar Mayor.

 

El camino que realizó San Vicente Mártir desde Zaragoza (Caesaraugusta) pasa por Cariñena, Daroca, Forcall, Morella, Traiguera, donde enlaza con la Via Augusta hacia Sagunto y Valencia y se supone que se realizó a finales de diciembre del 303 o primeros de enero del 304. En total entre 750 y 800 kilometros hechos a pies en pleno invierno.  (datos extraidos de enlaces páginas de historias jdiezarnal.com/sanvicentemartir.)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *