La vida matrimonial y familiar del diácono permanente casado debe ser como la de cualquier esposo cristiano. Dada la incidencia en la vida del diácono de este sacramento, la esposa tiene un papel fundamental de apoyo y debe dar permiso expreso tanto para el inicio del proceso formativo y como para la ordenación.
El diaconado permanente es:
El tercer grado del Sacramento del Orden: episcopado, presbiterado y diaconado.
Mediante la ordenación diaconal se entra a formar parte del clero y se recibe una misión y potestad eclesial, configurando al ordenado con Cristo servidor.
Una vocación concreta y particular a configurarse sacramentalmente con Cristo Siervo, consagrando su vida entera al servicio de Dios y su Iglesia.
Un triple ministerio al servicio, de la Caridad, de la Palabra y de la Liturgia.
Un sacramento cuya celebración litúrgica, potestad y funciones son las mismas del diaconado “transitorio” que recibe el presbítero previo a su ordenación sacerdotal.
Un sacramento que puede ser recibido por varones célibes o casados. Incluso lo pueden recibir miembros de institutos de vida consagrada. Si lo reciben célibes han de permanecer así durante toda su vida. Si el que lo recibe es casado no podrá volver a casarse si enviuda.
La vida matrimonial y familiar del diácono permanente casado debe ser como la de cualquier esposo cristiano. Dada la incidencia en la vida del diácono de este sacramento, la esposa tiene un papel fundamental de apoyo y debe dar permiso expreso tanto para el inicio del proceso formativo y como para la ordenación.
El diaconado permanente no es:
Un premio a un laico por los servicios prestados a la Iglesia, ni prebenda, ni dignidad eclesial y mucho menos una compensación o suplencia por una aspiración presbiteral.
Un medio-presbítero, ni un superlaico, ni un sacristán con galones, ni un candidato a presbítero que se quedó por el camino. Es una vocación propia, diferente y que no depende de las demás.
Un ministro a tiempo parcial, aunque compagine las funciones estrictamente ministeriales con las laborales y/o familiares. No se puede ser ministro del Señor sólo en una faceta de su vida: toda ella entera es ya de Cristo y su Iglesia. Es diácono siempre, a cualquier hora del día, haga lo que haga.
Una vocación menor que la del presbítero o que la sustituye, son vocaciones distintas. El diácono no se ordena al “sacerdocio” sino al “ministerio” (LG 29).
No es un ministerio nuevo, raro o extraño en la Iglesia. Ya en los Hechos de los Apóstoles aparecen los primeros diáconos (Hch 6, 1-6). Fue restaurado como grado permanente en el Concilio Vaticano II.
Tomado de: www.archiburgos.es