Ordenación diaconal en la diócesis de Lleida, España

Mons. Sal­va­dor Gi­mé­nez

 

Ayer fue ordenado diácono  Fran­cesc Do­mè­nech Jor­net (La Gran­ja d’Es­carp, 1959), la celebración tuvo lugar  en la

Ca­te­dral. Trascribimos a continuación la palabras con las que el obispo diocesano, Mons. Sal­va­dor Gi­mé­nez, comunicaba a su diócesis la nueva ordenación.

 

El Con­ci­lio Va­ti­cano II (1962-1965) res­tau­ró el Dia­co­na­do como mi­nis­te­rio per­ma­nen­te.

Las re­fe­ren­cias son ex­plí­ci­tas y nu­me­ro­sas en sus do­cu­men­tos. El papa Pa­blo VI en 1967 or­de­na este mi­nis­te­rio y es­pe­ci­fi­ca los cam­pos de ac­ción y las con­di­cio­nes re­que­ri­das por los can­di­da­tos al Dia­co­na­do. Como dice el Ca­te­cis­mo, «Los diá­co­nos par­ti­ci­pan de una ma­ne­ra es­pe­cial en la mi­sión y la gra­cia de Cris­to… los mar­ca con una hue­lla… y los con­fi­gu­ra con Él que se hizo “diá­cono”, es de­cir, el ser­vi­dor de to­dos. En­tre otras co­sas les co­rres­pon­de asis­tir… en la ce­le­bra­ción de los di­vi­nos mis­te­rios… de asis­tir a los ma­tri­mo­nios y ben­de­cir­los, de pro­cla­mar el Evan­ge­lio y pre­di­car, pre­si­dir los fu­ne­ra­les y de con­sa­grar­se a los di­ver­sos ser­vi­cios de la ca­ri­dad» (núm. 1570).

El can­di­da­to lo ha re­ci­bi­do como una gra­cia de Dios. Es tam­bién para él una aven­tu­ra que vive acom­pa­ña­do por su es­po­sa, sin la cual, está con­ven­ci­do, no po­dría dar este paso con to­tal li­ber­tad y dis­po­ni­bi­li­dad. Los dos, y cada uno des­de su res­pon­sa­bi­li­dad pro­pia y di­fe­ren­te, asu­men con fer­vor este ser­vi­cio a la Igle­sia. Des­pués de mu­chos años de ca­sa­dos y con un hijo, de­be­rán com­pa­gi­nar dos ra­mas de la ac­ti­vi­dad hu­ma­na: el ser­vi­cio al mun­do de la fa­mi­lia y del tra­ba­jo y el ser­vi­cio al Pue­blo de Dios.

El res­to de diá­co­nos per­ma­nen­tes, que ya vi­ven su mi­nis­te­rio en nues­tra dió­ce­sis, bas­tan­te sa­ben que este reto es muy am­bi­cio­so pero no im­po­si­ble por­que cuen­tan siem­pre con el don y la ayu­da del Se­ñor. Du­ran­te es­tos úl­ti­mos tiem­pos Fran­cesc ha vi­vi­do y ce­le­bra­do su fe en una pa­rro­quia de Llei­da, lu­gar don­de re­si­de du­ran­te los días la­bo­ra­bles y, so­bre todo, en la Pa­rro­quia de Sant Jau­me de la Gran­ja d’Es­carp, don­de ha co­la­bo­ra­do asi­dua­men­te y es muy co­no­ci­do y que­ri­do por toda la co­mu­ni­dad. Su rec­tor le ha acom­pa­ña­do en el tiem­po del dis­cer­ni­mien­to y lo ha pre­sen­ta­do al obis­po para que pue­da ser or­de­na­do.

El can­di­da­to ha ob­te­ni­do una pre­pa­ra­ción aca­dé­mi­ca ade­cua­da en el IREL y ha com­ple­ta­do una for­ma­ción hu­ma­na y es­pi­ri­tual orien­ta­da por los res­pon­sa­bles dio­ce­sa­nos. Su ex­pe­rien­cia pro­fe­sio­nal se ha si­tua­do en el mun­do del co­mer­cio y de la inge – nie­ría agro­nó­mi­ca. A tra­vés de ella ha desa­rro­lla­do un es­ti­mu­lan­te con­tac­to con mu­chas per­so­nas y se ha pro­vis­to de un ta­lan­te es­pe­cial para trans­mi­tir el men­sa­je evan­gé­li­co.

Como to­dos los de­más can­di­da­tos, Fran­cesc sin­tió que era ne­ce­sa­rio dar una res­pues­ta sig­ni­fi­ca­ti­va y com­pro­me­ti­da a la lla­ma­da que Dios hace y, se­gún lo que ha­bía vi­vi­do y sen­tía, de­bía ser afir­ma­ti­va. Se lo agra­dez­co en nom­bre de la Igle­sia. Tam­bién a su fa­mi­lia. Con la or­de­na­ción dia­co­nal, Fran­cesc se con­ver­ti­rá mi­nis­tro al ser­vi­cio de la co­mu­ni­dad ecle­sial para todo lo que sea ne­ce­sa­rio, so­bre todo para mos­trar a Cris­to en la ca­te­que­sis, en la ce­le­bra­ción de al­gu­nos sa­cra­men­tos y en la ca­ri­dad.

Es cier­to que debe cui­dar de su fe per­so­nal y debe pro­cu­rar ser siem­pre un tes­ti­mo­nio vivo y au­tén­ti­co, con pa­la­bras y obras, del Se­ñor. Po­dría­mos de­cir fi­nal­men­te que el diá­cono per­ma­nen­te debe man­te­ner para siem­pre dos preo­cu­pa­cio­nes de ma­ne­ra si­mul­tá­nea; por una par­te, su fa­mi­lia (es­po­sa e hijo, so­bre todo) y su pro­fe­sión y, por otra par­te, su de­di­ca­ción al Pue­blo de Dios.

En este sen­ti­do, los diá­co­nos per­ma­nen­tes son lla­ma­dos a es­ta­ble­cer una co­mu­ni­ca­ción fe­cun­da en­tre es­tos dos ám­bi­tos, con­vir­tién­do­se siem­pre en agen­tes de uni­dad y co­mu­nión. Os pido a to­dos ora­cio­nes por el nue­vo diá­cono y por toda nues­tra Igle­sia. Os in­vi­to a par­ti­ci­par en esta ce­le­bra­ción tan sig­ni­fi­ca­ti­va.

† Sal­va­dor Gi­mé­nez Va­lls

Obis­po de Llei­da

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