Durante la misa en la Catedral Metropolitana, presidida por el arzobispo Celestino Aós y concelebrada por los obispos auxiliares Alberto Lorenzelli y Cristián Roncagliolo, asumieron como nuevo rector de la Escuela para el Diaconado Permanente el padre Javier Vergara, párroco de la parroquia Inmaculada Concepción, de Vitacura, en reemplazo del padre Aldo Coda, y vicerrector, diácono Sergio Barayán, de la Zona Cordillera, en reemplazo de Enrique Saa.
Antes de iniciarse la liturgia, se dio lectura a los decretos que oficializan estos nombramientos y se procedió a las respectivas firmas de los mismos. El padre Javier Vergara precisó que el cargo que asume tiene tres ámbitos: el discernimiento vocacional de los diáconos, en colaboración con la Vicaría para el Clero y las vicarias zonales; fortalecer la formación espiritual y pastoral y perfilar la identidad del diácono permanente. A futuro, confiesa, está «el anhelo de lograr una mejor integración con los que egresan de la escuela, para alcanzar una formación más desarrollada». Aseguró el padre Javier que asume esta responsabilidad «con una gran alegría, con un buen espíritu de colaboración y con ganas de ser un aporte a los diáconos en Santiago.»
Al comienzo de la misa, monseñor Aós expresó que «siempre, y en especial en este tiempo de Cuaresma, debemos esforzarnos por caminar en la presencia del Señor, y queremos que esta etapa de sus vidas que inician estos hermanos, sea también un caminar en la presencia del Señor, para descubrir su santa voluntad y tratar de cumplirla. No siempre hemos caminado en su presencia, por eso, reconozcamos nuestros pecados y pidamos perdón».
Ser empáticos, amar y ser humildes
Luego, en la homilía, señaló que ingresar a esta escuela significa que «ustedes van a tener que estudiar, reflexionar, rezar y esforzarse». Enseguida, delineó diversos rasgos que consideró esenciales para ejercer este ministerio, entre los que figuran: la seguridad, «un diácono, un sacerdote o un cristiano no tiene que ser autosuficiente ni soberbio, «sino, desde la certeza de la fe, ser pastores y apóstoles, con la seguridad puesta en Dios»; la empatía, las personas que no han sufrido problemas, dijo el pastor, «tienen muchas dificultades para comprender los problemas de los otros, pero la persona con demasiados problemas, no sirve para el diaconado», porque esos problemas se convierten en muralla que los distancia de los demás. También resaltó la importancia de la humildad, que se vincula, señaló con la verdad, es decir, conocerse a sí mismo. Y, finalmente, la capacidad de amar y la madurez cívica, «que es la relación sana con las personas y los objetos». Todo ello concluyó, «para ser servidores como Cristo quiere que seamos».
Uno de los ocho nuevos alumnos de la Escuela para el Diaconado Permanente es Pedro Naveillán, casado con María Elena Monge, 33 años de matrimonio, dos hijas. Posee un emprendimiento y cuenta que desde hace bastante tiempo tenían diversas inquietudes, que surgieron mientras participaban en la parroquia Nuestra Señora del Rosario, de Las Condes, en el Encuentro Matrimonial, en la capilla de adoración y en la catequesis en el Colegio SEK. «En un momento el párroco, padre Pedro Pablo Garín, nos invitó a participar en el discernimiento para el diaconado permanente durante un año. Me gusta servir y participar con la gente». María Elena, por su parte, comentó que «el Señor te va mostrando el camino. Cuando recién nos casamos, íbamos a misa como todos, pero el Señor, de a poquitito, te va encantando». Los nuevos alumnos tendrán que realizar seis años de estudio en la Escuela para el Diaconado Permanente, que en la actualidad cuenta con 80 alumnos.
Fuente: Comunicaciones Santiago
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