Mons. Alphonse Borras: “Ordenar sacerdotes a los diáconos permanentes casados abriría una brecha”

Según Mons. Alphonse Borras, profesor emérito de Derecho Canónico en la Universidad Católica de Lovaina (UCL), vicario general de la diócesis de Lieja, los padres sinodales han preferido optar por “un pragmatismo minimalista” para evitar una postura demasiado frontal ante las oposiciones.

¿Cómo entiende usted la propuesta del documento final del Sínodo que pide “ordenar sacerdotes a hombres idóneos y reconocidos de la comunidad, que tengan un diaconado fecundo y reciban una formación adecuada para el presbiterado, pudiendo tener familia legítimamente constituida y estable” (§111)?”

Mons. Alfonso Borras: Es bueno que se considere reclutar sacerdotes entre los diáconos permanentes. Esta propuesta, que no predice en absoluto lo que escribirá el Papa en su exhortación postsinodal, pertenece al pragmatismo minimalista. Era de esperar que no se pudiera ordenar de un día para otro a “viri probati”; había que buscar, por tanto, en los diáconos permanentes, es decir, hombres que ya han demostrado durante años su experiencia y conocimiento.

¿Por qué habla de un “pragmatismo minimalista”?

Mons. Alphonse Borras: Tal vez, se esperaba que este sínodo propusiera ir a buscar jefes de comunidades indígenas y catequistas. Ordenando a los diáconos permanentes como sacerdotes, se aparta al ministerio diaconal. Pero entiendo que este Sínodo haya preferido evitar una postura demasiado frontal ante las oposiciones. En ese sentido, me alegro de que se haya dado ese paso, ¡que abre una brecha!

Esta posibilidad de ordenar sacerdotes a los diáconos permanentes casados, ¿podría terminar en una exención del celibato para los candidatos al sacerdocio?

Mons. Alphonse Borras: La disciplina del celibato en la Iglesia latina es algo bueno y no se puede cambiar de un día para otro. Pero, conservando esta ley común del celibato, se podrían considerar posibilidades de exenciones para llamar al sacerdocio a hombres casados.

¿Quién podría conceder estas exenciones?

Mons. Alphonse Borras: Podrían hacerlo las Conferencias Episcopales o las provincias eclesiásticas. Lo que entraría en el sentido de una eclesiología de comunión de las Iglesias ya que, como dice a menudo el papa Francisco, Roma no debe solucionar todos los problemas. Pero se trata de cambiar en profundidad la representación sacralizada del sacerdote. En la mente de muchos católicos, la sacralidad está vinculada a la virginidad y a la ausencia de sexualidad. Esas cuestiones de sacralidad y sexualidad aún deben trabajarse.

Ese párrafo 111 ha sido uno de los peor votados, con 128 padres sinodales a favor y 41 en contra (de 181), ¿es señal de ciertas reticencias?

Mons. Alphonse Borras: ¡Es una buena puntuación, a pesar de todo! Pero esas reticencias no me sorprenden porque estamos ante una realidad muy nueva. Aunque es destacable que el Sínodo, que es el consejo del Obispo de Roma, haya dado este paso, se puede entender que haya resistencias debido a las representaciones que aún tienen sacerdote.

La mayoría de los grupos de trabajo han propuesto considerar el diaconado permanente para las mujeres, aunque se esperaba que este Sínodo abriera una vía en este sentido. ¿Por qué cree usted que esta propuesta no figura en el documento final?

Mons. Alphonse Borras: Ya es muy importante que se haya puesto en marcha de nuevo la comisión de reflexión sobre el papel de las mujeres diáconos al comienzo del cristianismo (que el papa Francisco instituyó en 2016, NDLR). Sin embargo, es ilusorio pensar que se encontrará una respuesta por el enfoque histórico, por el simple hecho de que las realidades diaconales, presbiterianas y episcopales han evolucionado a lo largo de los siglos y porque no se es diácono en el siglo XXI como se era en el siglo III en un contexto patriarcal. La respuesta está en buscar a nivel de una hermenéutica de la Tradición para comprender cómo la Iglesia sigue constantemente en diálogo con su entorno. Esta cuestión del diaconado femenino aún tiene que madurar, pero espero que no tarde mucho.

Claire Lesegretain (en Roma). La Croix

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