La necesaria cercanía de los diáconos con los laicos

Reflexiones de un nuevo diácono de la Diócesis de Huelva

 

Diác. Pedro Barranco Fernández

Especial para el Informativo del CIDAL

Huelva, España, 1º de diciembre de 2010

 

Me llamo Pedro Barranco Fernández, estoy casado con Elisa y tenemos 4 hijos. Soy profesor de Religión, y vivo en la Comunidad Tierra Esperanza.

El pasado día 23 de Octubre de 2010 tuve la dicha, y la gracia, de ordenarme Diácono Permanente. Ha sido un proceso precioso descubrir que la Iglesia va renovándose en la historia y recupera, para el Pueblo de Dios, Ministerios y Servicios que estaban en sus orígenes. Y quizás, incluso, en una forma más parecida a cómo fueron concebidos por la primera Iglesia.

La Iglesia de la Diócesis de Huelva cuenta, actualmente, con otros 16 Diáconos Permanentes, casados, y que desarrollan su labor desde distintos ámbitos y en distintas realidades pastorales.

 El Diaconado es, para mí, la afirmación de la riqueza con que el Espíritu distribuye sus dones. Recuperar una gracia, no en orden al Presbiterado, sino como realidad sacramental con significado propio, denota la vitalidad de la Iglesia, la juventud del Espíritu y la actualidad de los carismas que se reparten para un servicio mejor de los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

 Este servicio pone a Jesús servidor como modelo, y esto lo acerca más al mundo, si cabe. La diaconía no es más que la expresión de la comunidad cristiana en su cercanía a los más pobres y necesitados; la virtualidad de la Palabra que debe ser dicha en todo tiempo y lugar; la acción liberadora de Jesús en su presencia sacramental y, por último, el acompañamiento al resto de los ordenados para acercarlos más a la realidad laical. Y es que, si se me permite, el Diácono permanece muy cerca del Pueblo de Dios, en concreto de los laicos, de quienes ha salido y con quienes ha crecido y desarrollado su fe. Por eso, y porque puede seguir incidiendo en el ámbito de las realidades temporales, su identidad se parece a la de un gozne, que permite la comunicación fluida entre los laicos y los ordenados.

La recuperación novedosa a partir del Concilio Vaticano II abre una puerta, y lo hace para concebir el sacramento del orden de una forma distinta, no ya como separados radicalmente, sino unidos a la doble realidad del mundo y de Dios. La Diaconía, por su carácter de servicio en la comunidad y desde la comunidad, le otorga una dimensión preciosa: la del Jesús cercano, la del Jesús humilde.

 Un reto para toda una vida. Un don como un servicio. Una gracia que libera para liberar.

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