Jornadas de formación permanente para diáconos y sus esposas en Barcelona

  Lic. Montserrat Martínez DeschampsReferente Arquidiocesana del CIDAL en BarcelonaBarcelona, España, 7 de diciembre de 2011montserratm25@gmail.com El pasado sábado 19 de noviembre tuvo lugar, en el Seminario Conciliar de Barcelona, la primera de las tres Jornadas de Formación permanente para diáconos y sus esposas, previstas para este curso 2011-2012. Dicha formación corre a cargo de Mons. Sebastià Taltavull, obispo auxiliar de la archidiócesis y delegado del Cardenal de Barcelona para los diáconos permanentes. El tema de formación fue “Significado y dimensión de la nueva evangelización”. Como señaló Mons. Sebastià, la evangelización es una cuestión fundamental en la Iglesia, esencia de su misión, y continúa siendo hoy una cuestión urgente. De aquí que sea éste el tema escogido por los obispos para la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que se celebrará, Dios mediante, los días 7 a 28 de octubre del próximo año, 2012: “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”. En Barcelona, éste es tema central del Plan Pastoral previsto para los cursos 2011-12 a  2014-15. Al proponer este tema, el Papa Benedicto XVI retoma el documento Evangelii Nuntiandi (1975), de Pablo VI, que es de plena actualidad, como lo es el Evangelio.  Éste no es un tema nuevo en el Magisterio de la Iglesia: Juan Pablo II habló de “nueva evangelización” en su Discurso a la XIX Asamblea del CELAM del año 1983, señalando que la evangelización debe hacerse con nuevos métodos, nuevo lenguaje y nuevo ardor. La Iglesia vive y se expresa, especialmente en el mundo occidental, en un momento cultural en crisis, envejecido, que se basa en slogans publicitarios; ¿cómo evangelizar en esta cultura? La Iglesia ha de estar presente en estos ambientes, donde a menudo su imagen está desdibujada o deformada. Falta una espiritualidad fuerte que abrace esta sociedad, en que se aprecia un gran desconocimiento religioso y un vacío de sentido. Cuando hablamos de evangelización, vemos que ésta se puede realizar en dos ámbitos distintos: a aquellas personas que no conocen a Jesucristo (ad gentes), y a aquellos que han perdido la fe. Cuando hablamos de nueva evangelización nos referimos especialmente al ámbito de países de antigua tradición cristiana, donde es necesario proponer nuevas razones para volver a creer y ser testimonios de la siempre actual validez del mensaje evangélico y del sentido de la vida cristiana, hoy. La nueva evangelización no es una mera repetición de la primera, sino un instrumento para responder al reto que nos presenta un mundo en continuo y veloz cambio, y como el camino para vivir la experiencia de Dios, guiados por el Espíritu. Tras esta exposición introductoria, el señor obispo nos invitó a pasar a la interpelación personal y comunitaria. Haciéndose eco de la frase de San Pablo en su Carta a los Corintios (1Co 9, 16) “Ay de mí si no evangelizara”, que expresa el deber de la Iglesia, nos propuso meditar cómo nos implica esto a cada uno de nosotros, teniendo en cuenta que el anuncio de la Buena Nueva va acompañado del testimonio (martiría). Por tanto, debemos dar a conocer a Jesucristo y ser testimonios de su resurrección. Para la tarea evangelizadora, podemos tomar como paradigma la actitud que nos muestra Jesús resucitado en el episodio de los discípulos de Emaús (Lc 24, 13-35): caminar al lado de la gente, escucharlos, recordarles las Escrituras, compartir su cena, es decir, su vida, su cotidianeidad. De este modo, podemos avanzar en la renovación de la vida de fe de las iglesias locales. Al terminar la exposición del señor obispo, rica en su contenido, pero sencilla y cercana en su forma, hubo una breve pausa; después, la Jornada continuó con un largo tiempo de diálogo, muy enriquecedor, puesto que surgieron dudas, ideas y sugerencias. Algunas de las intervenciones de los asistentes fueron las siguientes: –    En las comunidades eclesiales hay grupos que se estancan y cierran en lo que siempre se ha hecho; otros que tienen clara la importancia del diálogo con la sociedad, el diálogo fe-cultura. Debemos ser comunidades abiertas al diálogo, dispuestas a escuchar y construir nuevas vías de participación y corresponsabilidad; del mismo modo, debemos llegar no sólo a planteamientos sociales y éticos, sino con contenido religioso.-    Debemos perder el miedo a dejar privilegios y poder. El poder de la Iglesia es el poder de Cristo Rey y Servidor; el Reino de Dios es el reino del amor, de la justicia y la paz.-    Debemos ser sencillos, abiertos y acoger a todos; mas en el diálogo con otras religiones y otras culturas hemos de suscitar la pregunta sobre Dios y facilitar el encuentro con Cristo, que nos enseña que Dios es el Padre de bondad, amor y perdón.-    Los cristianos hemos de ser fieles comprometidos en el anuncio del Evangelio y el testimonio de Jesucristo, hemos de ser puentes entre la Iglesia y aquellos que desconocen o han olvidado a Jesucristo. En esta tarea tienen una especial misión los diáconos, que viven su ministerio en el seno de una familia, en una sociedad concreta, en un marco político, ético, económico y cultural determinados, gozando de unos avances científicos y tecnológicos enormes; por todo ello, acompañados de sus esposas, pueden ser puentes eficaces entre los laicos y el resto de la jerarquía. Habíamos compartido, al inicio de la Jornada, la mesa eucarística y la terminamos compartiendo la comida. Agradecemos al señor obispo sus enseñanzas y también que nos ofrezca la oportunidad de estrechar los lazos fraternales que nos unen entre los diáconos de la diócesis y sus esposas, y de reflexionar juntos sobre nuestro compromiso de servicio en la Iglesia. Por mi parte, mi reflexión me ha llevado a pensar en el espíritu del trabajo que se realizó en el mes de mayo pasado en el II Congreso Latinoamericano y del Caribe de Diaconado Permanente  sobre “Los diáconos, apóstoles en las nuevas fronteras”: los diáconos, como ministros ordenados para servir en la Iglesia, y nosotras, esposas de diáconos, como bautizadas, hemos de renovar nuestro compromiso de misión evangelizadora en los nuevos lugares y situaciones que nuestro mundo necesita  –familias desestructuradas, pobres y marginados por causa de las injusticias y la crisis económica y de valores que estamos padeciendo, drogadictos, ancianos y enfermos desatendidos, agnósticos, ateos-, para que, movidos y guiados por el Espíritu Santo, seamos signo de esperanza entre nuestros hermanos.

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