Homilía del Arzobispo de Oviedo (España): "Vale quien sirve: ser diácono"  

Ha sido un momento bellamente sentido el que vivimos el domingo pasado cuando abrimos en la Catedral para toda nuestra Diócesis de Oviedo, el año extraordinario dedicado a la misericordia. La alegría ha marcado este inicio, y cuando este gozo nos embargaes la señal de que una persona sabe ver las cosas sin que eso contempla le haga daño o le amargue aunque no sea fácil de mirar. La alegría no es una mueca del rostro, no es algo postizo que se alquila o se presta, sino que responde a la paz interior de quien mira sin miedo las circunstancias cotidianas, porque sabe que también él es mirado con ojos de bondad y que unas manos providentes sostienen su vida encendiendo una esperanza cierta en su alma. No es el contento fugaz ni la ensayada chacota, sino la alegría verdadera que hace rebosar el corazón con una leticia sin trampa que se corresponde del todo con tu humilde verdad.

En ese contexto jubilar se ha dado una importante novedad en la historia reciente de nuestra Diócesis ovetense. Se trata de la ordenación de tres diáconos. Uno de ellos continuará su camino hacia el sacerdocio como miembro de la Asociación de Fieles Lumen Dei. Esta benemérita comunidad que fundara un jesuita asturiano, el P. Rodrigo Molina, ha atravesado dificultades complejas pero ahora camina dócil en obediencia a la Iglesia del Señor, y la Santa Sede nos la ha confiado situando en nuestra Diócesis su lugar canónico de crecimiento y discernimiento. Bienvenidos sean estos hermanos a los que queremos saber acompañar para que respondan fielmente a la vocación que han recibido desde su particular carisma. El Hno. Ernesto Schnaas Linss, como diácono transitorio, seguirá respondiendo a la llamada recibida y pedimos para él que sea el día de mañana, un santo sacerdote para bien de todos cuantos Dios ponga bajo su cuidado.

Los otros dos diáconos han sido ordenados para ejercer este ministerio de modo permanente. Fueron llamados a la vida, a la fe y al amor para formar una familia que Dios ha bendecido con hijos. Paulatinamente fue naciendo la inquietud que se fue verificando como auténtica vocación para servir a Dios diaconalmente entregándose a los hermanos. Ellos no han sido llamados al ministerio presbiteral, pero sí a dar testimonio de la caridad desde su ministerio diaconal, sirviendo en el altar, proclamando el Evangelio y poniéndose al servicio de los pobres a los que les envíe la Iglesia.

Es la caridad de quien se sabe enviado a los hermanos para curar sus heridas sean cuales sean sus cuidados samaritanos, al anuncio de la Palabra de Dios como una verdadera Buena Noticia que el Señor pone en sus labios, a la formación de los cristianos y comunidades que la Iglesia les confiará en una catequesis renovada en la que sigan creciendo y madurando. Con ellos dos como diáconos permanentes, Juan Antonio y Alberto José, junto al sí de sus esposas María del Mar y María y a sus familias, nuestra Diócesis de Oviedo recibe un inmenso e inmerecido regalo, y son la primera entrega bendita con la que Dios allegará ese mensaje de alegría y misericordia que preside el año jubilar que apenas hemos comenzado.

Ser diácono es vivir en hondura el ministerio, es decir, el servicio. Jesús el Señor es también para ellos modelo de Siervo. Que no haya lágrima que no encuentre en su ministerio un consuelo; que no haya pregunta que no halle en su servicio un atisbo de respuesta. Todo cuanto hasta hoy han vivido en el seno de sus familias y en la comunidad cristiana que los ha acompañado en parroquias, se hace envío diocesano lleno de esperanza, alegría y misericordia. Todo un regalo anticipado de Navidad cristiana.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

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