El cardenal de Madrid, Monseñor Osoro, presenta el libro "Diaconado permanente"

 ¿Para qué sirven los diáconos? ¿Forman parte de un ministerio prescindible en la Iglesia de hoy? A estas y otras preguntas ha respondido el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro. En el marco de la presentación del nuevo libro de Javier Villalba- ‘Diaconado permanente. Signos de una Iglesia servidora’ (San Pablo)- el purpurado ha afirmado que «en la Iglesia, o somos servidores o somos comediantes».

En el acto, celebrado en el Centro de Estudios Sociales de Cáritas Madrid, Osoro ha subrayado que el libro de Villalba nos ofrece tres cosas. Uno, quiénes son los diáconos transicionales y permanentes: la expresión del «servicio que la Iglesia tiene que prestar al mundo».

Dos, qué es lo que hacen estos ministros ordenados, cómo cumplen un servicio que «no solo se debe focalizar en el culto», sino que también «ha de alcanzar otras dimensiones», como «la samaritana y la servicial». Y tres, cómo es un diácono: «cómo es su vida, su espiritualidad, de qué vive», y sobre todo «con quién vive», no olvidándose del hecho de que la mayoría de los diáconos permanentes, junto a su vocación al ministerio, también tienen una vocación al matrimonio y la familia y una profesión secular a la que se dedican.

«El libro es de lectura fácil y profundo», afirmó Osoro, quien no ha dejado de recordar que la presentación del libro tiene lugar en vísperas de la I Jornada Mundial de los Pobres, convocada para este domingo por el Papa Francisco.

«Presentar este libro, en un momento de la historia en el que hay cada vez más enfrentamientos, pobrezas y descartes de personas, nos recuerda que el Señor nos está llamando a anunciar a Jesucristo no solo con palabras sino también con obras«, ha recalcado el arzobispo de Madrid, antes de insistir el hecho de que «la misión de servir proviene de Cristo e incumbe a todos, y hemos de responder con fidelidad». Una llamada ésta que el Señor dirige a los laicos pero sobre todo a los diáconos, quienes ejercen «una misión integral e integrada que tiene tres dimensiones fundamentales: la profética, la litúrgica y la caritativo-social, que es la dimensión práctica de la fe».

Por su parte, Octavio Figueredo, director general de San Pablo, ha dedicado su intervención al contexto del libro. El sacerdote ha recordado, primero, los datos impactantes que cuentan la historia del diaconado permanente en la Iglesia de hoy. En 2013, por ejemplo, había unos 40.000 diáconos permanentes en todo el mundo. Un hecho que nos permite hablar de un «crecimiento generalizado» de este ministerio «en todos los continentes», lo cual es una «buena noticia».

 

Figueredo ha señalado que América y Europa son los continentes que más diáconos permanentes tienen, un 60% de ellos. En Italia había hace cuatro años algunos cuatro mil, en Alemania tres, en Francia 2,5, y en España algunos cuatrocientos. «Habrá que subrayar» a la luz de estos datos, ha afirmado, que el diaconado «es una vocación para el servicio cada vez más importante y significativa en la Iglesia».

Usando una imagen del Papa Francisco, Figueredo insistió en que la Iglesia ha de ser «una Iglesia que sana, cura y abre las puertas». Una llamada que nos recuerda que «todos tenemos mucho que hacer», y un panorama en el que «el diácono permanente tiene un papel importantísimo». Lejos de ser un «papel pasivo», los diáconos permanentes ejercen su servicio y vocación «al estilo de Jesús, con mucho humildad y respeto», lo cual quiere decir que su ministerio no es uno de «asistencialismo» ni uno que se lleva a cabo con «arrogancia o prepotencia».

El libro «tiene otro aspecto»: el de «la encarnación de la experiencia» con la que cuenta su autor. «Es un libro escrito sin complejos y desde el convencimiento que el diaconado permanente tiene muchos campos de trabajo en la Iglesia servidora de hoy», ha concluido el último responsable de su edición.

Por último, el autor de libro, Javier Villalba, ha querido resaltar las tres dimensiones en su libro que considera que son especialmente importantes. Uno, la de la identidad del diácono permanente, quién es y dónde está. Su trabajo «lo puede hacer un sacerdote o un laico», a lo mejor, «pero no es lo mismo», ya que lo que hace el diácono permanente «lo hace como signo… y representa al Jesús que sirve».

Dos, la de la «difícil relación entre el sacramento del matrimonio y sacramento del orden», o la de la «doble sacramentalidad» -el de esposo y ministro ordenado- «que es muy importante para nosotros». «Dios nos quiere así», ha recalcado Villabla: «si Dios nos hace esas llamadas» tales como las de ser tanto marido como diácono, es que «quiere que así ejerzamos nuestro servicio eclesial». Y tres, que «los pobres no son una opción de la Iglesia ‘pobre y para los pobres'»: visión del Papa Francisco que los diáconos nos ayudan a realizar a todos los fieles de la Iglesia. «Lo importante es poner el ministerio en la calle, que se conozca», ha concluido Villalba.

Tomado de: religión digital

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