Conoce al futuro diácono Natxo Etxebarria de la diócesis de Bilbao, España

 

 Entrevistador: Diácono Alberto Jaímez

Natxo Etxeberria es de la localidad vizcaina de Balmaseda, ha trabajado siempre como procurador de los tribunales, pero realmente el es pintor, su estilo es -por llamarlo de alguna manera- geomitrizante, anguloso, de colores inciertos, de sombras iluminadas. Será ordenado diácono permanente el próximo 29 de abril de 2017 en San Severino de Balmaseda, en Vizcaya, donde él ya tiene una larga trayectoria de servicio y colaboración. Esta tarde ha venido a visitarme, y hemos charlado de lo divino y de lo humano. Aprovechando el momento, le he pedido permiso para tomar nota de parte de nuestra conversación y escribir con él un breve retrato. No es un retrato de los que él es maestro, pero tiene los colores de esa paleta de pintor de colores infinitos que es la fe. Es un retrato que no se ve, sino que se lee, pero que dibuja autorretratos, amaneceres, amores, y hambres de Dios y su Palabra. Es un retrato de una luz a través de un cristal por donde un día le habló Dios.

 

¿Quién eres? ¿A quién ves por las mañanas cuando te miras al espejo?

Hay un ejercicio que consiste en mirarte al espejo y decir tu nombre. Es un pregunta más allá del mero qué tal estás, es como escuchar la voz de Dios. Es una mirada a tí mismo despojada de falsedades, que pide autenticidad, quitarse las máscaras, y encontrarte contigo mismo. Es como si en ese momento el que te llama por tu nombre es Jesús, como si fuera la voz de Dios. Nuestra palabra es un reflejo de la Palabra de Dios. Una Palabra que nos pone en relación con Dios. Y en ese encuentro con tu propia imagen -y al ver que la imagen del espejo te llama por tu nombre- nos encontramos con la palabra de Dios. Como mirarte a tu yo profundo.

 

¿Pero quien eres?

Primero soy un hijo de Dios. El quinto de trece hermanos, casado con Vicky, tenemos cuatro hijos, dos chicas y dos chicos, y dos nietas. Luego soy una persona normal, pequeño en cuanto ser humano, pero grande por ser hijo de Dios, que me ha adoptado como Padre. También soy una persona en medio de otras muchas personas, no estoy aislado. Estoy en matrimonio con Vicky, es donde mi vida esta más cercana a otro ser. Luego están mis hijos, mis nietas, mi madre… mi padre murió, mi hermano Borja también, pero los siento muy cerca. También están cerca todos mis hermanos, amigos, mi comunidad cristiana de Balmaseda y las del entorno.

 

Te defines siempre en relación a otros. ¿Un yo se construye con un tú?

Si, siempre. Se construye con un «Tu» que es Jesús, y luego con otros «tus» que están cercanos a nosotros. También los que sufren, los que lo pasan mal. Es como cuando andas en bicicleta y tienes un repecho en el que tienes que acelerar. Con los abandonados y los que sufren pasa algo parecido, tienes que tienes que acelerar tu desarrollo humano y espiritual. Todo esto te hace crecer y vas haciéndote un «yo» y vas creciendo como ser humano y como cristiano, siempre en relación con Dios.

 

¿Cómo te imaginas a Dios?

(Piensa) Como un amor inmenso imposible de abarcar o de entender, pero sí de sentir. El amor es el todo de Dios. También me imagino a Dios como alguien no lejano a mi vida, sino muy cercano y preocupado por mí. Casi pegado a mí. Lo siento como un ser que me quiere y que en los distintos momentos buenos o malos de la vida, cuando a veces hacia delante no lo ves muy claro, veo que detrás está Dios conmigo. Es una columna a la que me agarro y que me da fuerza, paz, confianza y seguridad.

 

¿Quien es para tí Cristo?

Es mi mejor hermano.  Le siento como mi buen pastor, y como el Dios con nosotros.

 

¿Cómo lo conociste?

A través de mis padres, en el seno de mi familia. Fue creciendo en mí como yo fuí creciendo en la vida. Lo conocí por la fe y el testimonio de mis padres. También por la Iglesia, por los sacerdotes que me prepararon para la primera comunión y todos los que han estado a mi lado. Luego lo he ido descubriendo también en todas las personas, especialmente en los más pobres, en los enfermos, y en los que sufren. Mas que conocerle, ahí le he reconocido.

 

¿Cómo nace tu inquietud en ser diácono?

Mi vocación surge de improviso, después de una larga trayectoria de vida en el Evangelio, después de un largo camino en la Iglesia, y junto a muchas personas que me han acompañado en la vida. De pronto surge un envío de la comunidad. Fue un día de Jueves Santo. Pruden, en aquel momento el párroco de Balamaseda, me envía a la Catedral para traer los óleos a la parroquia. ¿Por que soy enviado? Porque llevo tiempo trabajando en la comunidad, he crecido con ella, y el párroco me envía a esa misión concreta, que tiene mucho que ver con el diaconado, son los óleos entre otras cosas para los bautismos. Y ahí es donde tengo un encuentro con un diácono, al que curiosamente había conocido unos meses antes en unos encuentros de testimonios. El dio uno y yo di otro, y nos conocimos. En ese Jueves Santo, después de la misa crismal, él me hace una invitación a que piense  si quiero ser diácono, igualmente le invita a mi mujer a participar de esta llamada. En realidad me invitó a abrir los oídos y escuchar. Al principio no le das mucha importancia, te choca, pero tampoco había pensado nunca en el diaconado. Y luego esas palabras fueron como una gota de una fuente mal cerrada que gotea continuamente y no te deja dormir. Las sensaciones son de sorpresa, extrañeza, miedo.

 

¿Miedo?

Sí, vértigo, miedo a tomarte esto en serio, porque te descentra, piensas que el diaconado va a cambiar tu vida, que vas a tener que renunciar a tus proyectos, y al final, a pesar de que quiero huir de esa voz, que es la voz de Dios, lo asumes, te enfrentas a ello con apertura de corazón. Al final Dios te derrota, te gana y te dices a ti mismo «lo que tu quieras, Señor». En este periodo hay una serie de teofanías, de signos, todo te habla del diaconado.

 

Conozco esa sensación. Cuenta.

Era continuamente. En la oración, en comentarios de personas que no deberían saber nada, y que sin venir a cuento me recomendaban «algo» llamado diaconado. Yo pensaba «¿Y esto por qué?». En una ocasión estaba como lector en San Severino de Balmaseda, vi una luz blanca en el suelo del presbiterio, y miré de donde salía la luz, era de un rosetón. A través de un roto en el vidrio se colaba la luz. Pensé que ese cristal que faltaba era yo, que el lugar de esa luz blanca podría ser mi diaconado, podría ser el cristal de color que llenase el hueco. Tiempo después, un cura, que no conocía mi pensamiento sobre la luz, me dijo que tenía que ser como ese vidrio de color por el que que traspasa la luz blanca, «tu tienes que ser el color de esa luz». Jesús me estaba diciendo lo mismo por distintas vías. El cristal de la vidriera de Balbaseda lo arreglaron el mismo año en el que fui admitido a órdenes.

 

¿Qué decía Vicky, tu esposa, de todo esto?

Después de que entendí que Dios me llamaba para el diaconado -porque yo sentía que Jesús me decía: «Natxo te necesito»- un día se lo propuse a mi esposa Viky. Ella se quedo asustada, y preguntó: «¿Eso qué es?». Yo la tranquilicé y le ofrecí tiempo porque también ella necesitaba que Dios le hablase. Yo no quería agobiarla, estas cosas tienen que ser porque Dios quiere. No quería presionarla. Pasaba el tiempo. A veces subía a Begoña, y un día le dije a la Virgen que le dejaba a su Hijo mi petición a Viky. Pasó el tiempo y no decía nada sobre ello, y un día, en la fiesta del sagrado corazón, y ella me dijo que sí, que creía que Jesús me pedía ser diácono. Hablé con Pruden, el párroco de mi pueblo, me llevó al obispado y allí empezó mi formación. Mis hijos se alegraron, les hizo ilusión.

 

¿Qué importancia tiene tu familia en tu vocación diaconal?

No estamos acostumbrados, por la historia de la Iglesia, a que un clérigo comparta su misión en la Iglesia con la misión propia del sacramento del matrimonio y su familia. Entiendo que es importante cuidar el equilibrio entre ambas misiones o vidas. El matrimonio también es una misión. Al final, en el fondo, ambas están unificadas por el espíritu que desde Jesús, el padre nos envía haciendo que ambas vivencias tengan un sentido de testimonio cristiano en cada uno de los sacramentos.

 

 ¿A las puertas del sacramento, cual crees que es la tarea de mayor alegría de un diácono?

La mayor alegría es que Jesús me ha pedido este favor, y que además lo va a vivir conmigo, porque en el fondo yo he vivido esto como una llamada a lo que me pide Jesús. Jesús me pide ser diácono, pero no se exactamente para qué, ya veremos. La mayor alegría de un diácono debe ser el servicio, ayudar a la gente dentro de tu capacidad, servir a la Iglesia, a la gente, a la comunidad. El encuentro con los mayores, los enfermos… llevarles la comunión, es otra alegría, porque este servicio que ya presto, me ha hecho descubrir todo el valor que supone recibir a Jesús, la alegria que les produce, el agradecimiento con que lo reciben, y el valor que le dan. A veces pienso que me gustaría tener este entusiasmo cuando recibo la comunión. Ellos me ayudan a descubrir a Jesús en la Eucaristía.

  

¿Y cuál crees que es la tarea más difícil?

(Piensa) Que por tus acciones puedas causar desunión en la comunidad. Lo más difícil es mantener la unidad de la comunidad. Pero no es algo que me preocupe, aunque tenga un cierto temor, pienso que es el Espíritu quien nos une.

 

Qué dices sobre el binomio acción-contemplación…

La oración siempre ha sido como el oxigeno, como el aire de mi vida cristiana, la respiración de la fe. A veces solemos plantear esta lucha entre acción y contemplación. Las dos son como una esfera a la que le das vueltas y siempre aparecen los mismos colores, acción y contemplación. Como decía san Ignacio; hay que practicar la acción contemplativa y la contemplación activa. Es esencial en nuestra vida el encuentro personal con Dios en la oración, si no escuchamos, si no conocemos a Dios, no podemos llevar a cabo nunca una misión que tenga una dimensión evangélica. Dios nos ilumina, da sentido todo lo que hacemos. Una acción sin oración sería puro activismo pero puede llevar al narcisismo o al elitismo y a la tentación de abandonar el esfuerzo. La acción esta iluminada por la oración y la oración nos empuja a la acción. A veces pensamos que orar es perder el tiempo pero no nos damos cuenta que nosotros somos seres creados por Dios y una parte importante de nuestra vida es la comunicación y el diálogo con el que nos ha creado y al que algún día volveremos.

 

¿Cómo imaginas el más allá?

No hay un más allá lejano, vivimos en el más allá. Desde que nazco, desde que soy creado por Dios a través de mis padres, yo soy el que va a vivir un día en plenitud en los brazos de Dios. No hay dos personas, una la de la tierra y otra la del cielo, es la misma, en cierta forma, ya participo de la vida de Dios. En la vida deseamos la felicidad completa que nunca llegamos a tener, parece que la tocamos con los dedos y se nos escapa, pero es la intuición que Dios nos da para que imaginemos y deseemos el vivir un día con El. Cuando contemplo un paisaje, personas buenas, el gozo del amor, la naturaleza, las maravillas de la técnica, intento imaginar cómo puede ser todo eso en la totalidad, la belleza en la totalidad… cuando ves un precioso amanecer que te llena de emoción piensas; ¿cómo sera el reencuentro con Dios si esto que ha creado El es tan maravilloso? Si Él nos da esta muestra para que le descubramos, cómo será el encuentro con Él y la vida con Él y todos mis seres queridos en completa felicidad.

 

¿Qué puede aportar un diácono en la sociedad?

Reconozco que a pesar de ser diácono, precioso regalo de Dios, no dejo de ser una persona con muchas limitaciones en mi capacidad, pero confío en la gracia sacramental de Dios. Somos pequeños eslabones de la bondad de Dios en la historia de la humanidad para que se pueda cumplir el mensaje de Jesús y el sueño de Dios en la humanidad.

 

¿Y en una sociedad en crisis como la nuestra?

Resulta tan grande el problema que solo un diácono no puede resolver la situación. El diacono es «unas manos» que empujan con otras manos para derribar los muros que el egoísmo y el materialismo han construido. Con una misión específica del servicio que desde el sacramento del diaconado Dios me pide.

 

Natxo es un exquisito pintor (http://natxoetxebarria.com), ha realizado las felicitaciones navideñas de Servir en las periferias de los últimos dos años. Tiene una extensa obra pictórica, ente ella destaca sus imágenes religiosas, en la imagen junto al Jesús que ha realizado para la capilla de la Casa de Espiritualidad en Begoña, Bilbao.

 

 

 

 

 

 

 

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