Carta de un Párroco a su hermano diácono XIX

Cartas de un Párroco a su hermano diácono

Pbro. Aldo Félix Vallone, Mendoza, Argentina

 

Dice el autor –Licenciado en Teología Espiritual y Director de la Escuela Arquidiocesana de Ministerios San José- que “en estas cartas laten vivencias compartidas, reflexiones personales y diálogos con diáconos, presbíteros y laicos”.

 

El que quiera ser grande

 

Querido hermano:

 

“Porque el mismo Hijo del hombre que no vino a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por una multitud” (Mc 10,45).

 

¿Sabías que el verbo usado en griego es Diakonos/diakonesai?

 

La referencia al servicio en sentido genérico es clara. Innegable el servicio a las mesas como telón de fondo. ¿Y si este versículo contuviese, también, la experiencia de las comunidades donde se fueron transmitiendo? Es una probabilidad.

 

No soy exégeta, sólo párroco y, haciendo lectio, se me ocurrió algo así:

 

Para enseñar a los Doce el carácter servicial de la autoridad apostólica, Jesús les enseña orientar bien la mirada, no a los “poderosos dueños”, sino a él mismo.

 

Sin perder la mirada en Jesús el Diácono, San Marcos, al colocar como trasfondo el servicio a las mesas, recuerda que en las comunidades para aprender a ser grande hay que tener las mismas actitudes del último.

 

Si el diaconado, aduciendo a la tradición, con el tiempo, pasó a ser tenido como el último grado en la Jerarquía; entonces, para ser “grandes” en el ministerio apostólico los otros dos grados no debemos perder las actitudes de este ministerio.

 

Por eso, hermano, cuanto más pequeño eres, más grande te muestras… Cuanto más humilde tu vida ministerial, más digna de consideración… Despojada de “potestas” es un excelente icono de cómo debe ser la autoridad… Despojada de “luces” ante los ojos de este mundo, ilumina con el resplandor de la caridad… No estás en el centro, para dar testimonio a los del medio.

 

Así eres como el Hijo del hombre, servidor de profetas, sacerdotes y reyes… Así, eres el primero en lo que realmente importa: La perfección del amor.

 

Tu hermano párroco

 

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