Tres nuevos diáconos para Barcelona

Su ordenación se celebrará el 12 de septiembre

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Con alegría te hago saber que el próximo domingo 12 de setiembre a las 19 h en la Catedral de Barcelona tres hombres seremos ordenados diáconos por la imposición de manos y la oración de nuestro Arzobispo y Cardenal Lluís Martínez Sistach.

¿Por qué me ofrezco para ser ordenado diácono? En mi inquieta juventud la pregunta de la vocación me acompañó siempre. A través de las experiencias que viví en mi familia, en mi colegio (Pare Manyanet de Barcelona) y en mi grupo juvenil de parroquia (JAS, Joventut Alegre de Sarrià) me
planteé seriamente la opción del sacerdocio –aunque nunca fui seminarista- junto a la opción de formar una gran familia. La opción del diaconado siempre la descarté porque me parecía algo de «segunda división», algo que «ni frío ni caliente».

Con el tiempo fui descubriendo que la profundidad del diaconado era mucho mayor que mis primeras ideas. Rompiendo prejuicios fui planteándome seriamente ofrecerme para ser diácono pues respondía a lo que buscaba: un ser y actuar para los demás explícitamente desde Cristo y la Iglesia y desde una vida «normal».

¿Qué expectativas tengo después de la ordenación? Lo de vida «normal» en mi caso significa haber formado una familia (con Maria tenemos cuatro hijos preciosos: Edith, Mercè, Tomàs y Banchu) y poder trabajar, igual que Maria, en algo que me hace feliz y me permite sustentar a la familia (Maria es arquitecta y trabaja media jornada; yo soy profesor de instituto y trabajo el 80%).

La ordenación de diácono no va a cambiar nada a nivel familiar y a nivel laboral: el sacramento del orden no invalida ni arrincona el sacramento del matrimonio (al contrario, el matrimonio y la vida familiar deberían enriquecerse con el sacramento del orden) y no vamos a tener más ingresos económicos a final de mes después de la ordenación.

¿Qué espero entonces del diaconado? Ahora que acabo de cumplir los cuarenta años espero que el diaconado me ayude a vivir con algo más de paz y serenidad y me ayude a crecer más por dentro a través de la oración y del compromiso social, algo que ya intento vivir, pero que espero que haya un salto cualitativo a través de la ordenación: como ministro ordenado, como diácono, seré administrador de la gracia de Dios al servicio de la comunidad, de la Iglesia y de toda la humanidad. Resumiendo: no espero grandes cambios externos en mi vida después de la ordenación; sí espero vivir con más profundidad y gratuidad lo que llevo entre manos con la nueva identidad de diácono.

Me haría mucha ilusión que estuvieses presente en la ceremonia de ordenación. Si no es posible, te agradecería que me acompañases desde la distancia, bien con un recuerdo cariñoso, bien con una oración. Un abrazo.

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