Sólo un hombre y una mujer

Diaconio, Boletín mensual del Diaconado Permanente de la Arquidiócesis de Medellín

Nº 72 – Agosto de 2010 – Año VII

«Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y se harán una sola carne» (Ge. 2,24).

El pasado mes de julio se aprobó en la Rep. Argentina una ley que permite el matrimonio entre homosexuales. Ha sido el primer país latinoamericano en aprobarlo. Un sacerdote católico el P. José N. Alessio, se pronunció a favor de esa ley, habiendo sido suspendido por su Obispo.

Este tipo de acciones son contagiosas y no sería raro que, más pronto que tarde, en otros países y en Colombia, comience a hablarse de hacer una ley semejante, como las que también están vigentes en varios países de Europa. Es la moda.

Hemos de ser respetuosos con los homosexuales y sus derechos cívicos y económicos, como los que las leyes otorgan a las parejas de hecho, pero con lo que no podremos nunca estar de acuerdo es en que esa clase de uniones sean llamadas «matrimonio» que, tanto religiosamente como civilmente, ya estaba «inventado» como la unión de un hombre y una mujer, abierta a la transmisión de la vida. Llamarlo así es un adefesio gramatical y funcional, porque si se desea abrir paso a situaciones diferentes a las que siempre tuvo el matrimonio, se las puede llamar por otro nombre, pero jamás «matrimonio», porque confunde y porque es preexistente con sus propias características.

Que nadie se llame a engaño, no es una cuestión semántica, es algo más de fondo que pretende trastocar el orden humano que Dios quiso y un ataque más a lo que defiende la Iglesia católica y la inmensa mayoría de religiones, incluso algunas no cristianas. ¡Ojo! hermanos diáconos. Nosotros, por nuestra situación de hombres casados y por deber ser conocedores de situaciones conyugales y familiares, podemos ser consultados en algunas ocasiones. Aunque nuestra influencia política no puede ir más allá del voto, sí podemos actuar, individualmente, para favorecer el ambiente o las acciones, en la medida de nuestras posibilidades, para intentar que no llegue a aprobarse en Colombia esta propuesta. Algunos tenemos acceso, escribiendo o hablando, a medios como la prensa, la radio o la predicación, por lo que deberíamos tener las ideas claras y estar atentos para oponernos con todas nuestras fuerzas, siempre en momentos oportunos, a la posibilidad de que se apruebe una ley semejante.
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