San Lorenzo, diácono: “Amó a Cristo en su vida, le imitó en su muerte”

Traducido y enviado por: Montserrat Martinez

Autor: Diácono  Greg Kandra

 

De una homilía de San Agustín:

 

La Iglesia romana celebra este día como el día del triunfo de San Lorenzo, en el cual venció al mundo mientras rugía y rabiaba contra él; le despreciaba y en todo momento derrotó al diablo mientras éste le perseguía. Ciertamente, en esta Iglesia, tal como se nos ha dicho, él desempeñó el ministerio de diácono, fue en ella donde él administró el sagrado cáliz de la Sangre de Cristo; allí derramó su propia sangre en nombre de Cristo. El santo apóstol Juan explicó claramente el misterio de la Cena del Señor diciendo” como Cristo dio su vida por nosotros, así también nosotros deberíamos dar nuestra vida por los hermanos”. San Lorenzo lo comprendió, hermanos, y lo llevó a cabo, e indudablemente preparó cosas semejantes a lo que recibió en esa mesa. Él amó a Cristo en su vida y le imitó en su muerte.

 

También nosotros, hermanos, si amamos a Cristo, imitémosle. Pues no podremos dar una mejor prueba de amor que imitando su ejemplo, ya que Cristo sufrió por nosotros, dándonos ejemplo, para que nosotros podamos seguir sus pasos. En esta frase parecería que el apóstol Pedro considera que Cristo sufrió solo por aquellos que siguen sus pasos y que la Pasión de Cristo solo beneficia a estos. Los Santos Mártires le siguieron, hasta derramar su sangre, a semejanza de sus sufrimientos. Le siguieron los mártires, pero no fueron los únicos. Quiero decir que en ningún caso después que cruzaron el puente, éste fue cortado, o que tras haber bebido, la fuente se secó.

El jardín del Señor, hermanos, incluye verdaderamente no solo las rosas de los mártires, sino también los lirios de las vírgenes, la hiedra de las personas casadas y las violetas de las viudas. No hay absolutamente ningún tipo de seres humados, amados míos, que deba desesperar de su vocación; Cristo sufrió por todos. Verdaderamente se escribió de él: él es quien desea que todos los hombres se salven y alcancen el conocimiento de la verdad.

Así pues, entendamos cómo los cristianos deberían seguir a Cristo, cerca del derramamiento de sangre, cerca del peligro de sufrir la muerte. Dice el Apóstol, hablando de Señor Jesucristo, que, siendo igual a Dios -¡qué grandeza incomparable!-, se despojó de sí mismo, haciéndose semejante a un hombre y tomando la condición de siervo. ¡Qué inigualable humildad!

 

Cristo se humilló: ya tienes algo, cristiano, en que sustentarte. Cristo se hizo obediente. ¿Por qué te comportas con orgullo? Después de sufrir estas humillaciones y aceptar la muerte, Cristo ascendió al cielo. Sigámosle. Escuchemos al Apóstol que nos dice: si habéis resucitado con Cristo, saboread las cosas que están por encima de nosotros, sentados a la diestra de Dios.

 

 

San Lorenzo, ¡ruega por nosotros!

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