Homilía de monseñor Adolfo A. Uriona FDP, obispo de Villa de la Concepción del Río Cuarto (Argentina), en la ordenación diaconal de Alberto Roselli

Enviado por: José Espinós

 

Parroquia San José de Tegrua, Alcira Gigena

“Luego de un largo tiempo de preparación, de búsqueda y abandono a la Voluntad de Dios, llegó el momento tan deseado y esperado por Alberto, su ordenación diaconal.

Nosotros lo acompañamos con nuestro afecto diciendo con el profeta Isaías: ¡Griten de alegría, cielos; regocíjate, tierra!… porque el Señor consuela a su pueblo y se compadece de sus pobres!

Muchas veces en nuestra vida hacemos la experiencia que señalaba el pueblo de Israel: “El Señor me abandonó, mi Señor se ha olvidado de mi”… Sin embargo, si nos mantenemos firmes y perseverantes en esos momentos de oscuridad, alcanzaremos a descubrir que ese aparente abandono de Dios tiene la finalidad de revelarnos con más claridad su amor entrañable: “¿Se olvida una madre de su hijo, no se compadece del que nació de sus entrañas? Pero aunque ella se olvide, yo no te olvidaré”…

Dios, Padre Providente y Misericordioso que te eligió desde toda la eternidad, luego de un tiempo de oscuridad, te regala ahora un ministerio a fin de que seas un auténtico servidor de su pueblo. Y todo esto es “puro don” de su amor, no hay nada en nosotros que pueda merecerlo, ¡es una gracia sublime!

Ahora bien, nos preguntamos: ¿para qué esta gracia?, ¿para qué se te impondrá las manos?… Y respondemos con las palabras de Pedro que escuchamos en la segunda lectura: serás ordenado diácono a fin de que “pases haciendo el bien y sanando…”

Lo podrás hacer de múltiples maneras: bendiciendo, proclamando y predicando la Palabra, distribuyendo la Eucaristía, bautizando, celebrando los matrimonios, sirviendo, con una caridad especial a los pobres…

El Señor, a través de su Palabra, te invita a reflexionar que tu vida es un “pasar”, a tomar conciencia de que no hay nada permanente en este mundo. Por eso tu pasar ha de ser “haciendo el bien”, así tendrás un tesoro en el cielo.

Tenemos un modelo eminente: la Virgen María. Así como Ella se ocupó de esos pobres novios que se habían quedado sin vino en su fiesta de bodas adelantando la hora de su Hijo, que también vos puedas estar siempre atento a las necesidades de los otros, poniendo a disposición tus tinajas de agua para que Cristo las transforme en vino bueno, del mejor.

Te auguro que, con la fuerza de la consagración diaconal, entregues tu vida a los demás sirviendo en particular a los pobres, como sé que lo estás haciendo, pero desde un nuevo fervor y compromiso.
Que te dediques a tu profesión de comunicador transmitiendo los valores evangélicos en el lenguaje del hombre de hoy, con inteligencia y creatividad. Que la tuya sea una comunicación que parta de un corazón consagrado, es decir desde una interioridad habitada por el Espíritu.

María Santísima, “la humilde Servidora del Señor”, haga fecundo el ministerio que ahora recibirás por la imposición de mis manos”

Mons. Adolfo A. Uriona FDP, obispo de Villa de la Concepción del Río Cuarto

Noticia tomada de: http://diocesisriocuarto.org.ar/

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