No se acuerda de nada
Cuando hizo su primer crimen,
su mente estaba pensando,
cuando hizo el segundo crimen,
su meta estaba rezando.
Su tercer crimen lo encontró,
en medio de su oración,
su cuarto crimen lo halló,
llorando en su corazón.
Hoy, han pasado los años, y ya, de nada se acuerda,
después de estos treinta años, de orar, rezar, no se acuerda.
Primero, fue un activista, de la zona del carbón,
segundo, fue un comunista, que acusaban de ladrón.
Su tercera muerte, es dura,
se le murió en la tortura,
su cuarta muerte es oscura,
por su mortal mordedura.
Hoy es un “zombie” y no piensa,
ni reza, ni hace oración,
goza de amnesia intensa,
no llora su corazón.
Ganó dinero matando,
pero no recuerda nada,
es “buena gente”, avanzando,
hacia su ardiente morada.
Identidades del futuro
Identidades mezcladas,
en sincréticas vivencias,
de personas bombardeadas,
por doctrinas y creencias.
Católicos hinduistas,
y cristianos animistas,
y protestantes budistas,
y judíos helenistas.
Mormones calvinizados,
y testigos islamistas,
agnósticos iluminados,
y masones espiritistas.
Van muertos y reencarnados,
o vivos, resucitados,
muertos vivos atrapados,
y pacíficos agitados.
Las mezclas de mundos,
en cada persona,
con cambios profundos,
en toda esta zona.
Ya no habrá identidades,
únicas y consistentes,
sólo habrá identidades,
de entrevero, entre las gentes.
Sácame
Sácame el gran amor,
cultivado en esta tierra,
borra ese sabio dolor,
recibido en esta guerra.
Sácame la fe acrisolada,
y la locura de ir tras el Maestro,
sácame su Palabra iluminada,
y mi yo fundido en lo Nuestro.
Sácame la ardiente esperanza,
la que de luchar no se cansa,
que, con Luzbel, ya no transa,
y que a la humanidad da confianza.
Sácame la poesía, sácame el servicio,
sácame la alegría, sácame el sacrificio.
Sácame mi familia, mi historia y mi memoria,
saca mi espíritu, en vigilia, sácame el alma y su victoria.
Si puedes, saca el tesoro,
que llevo en mi corazón,
saca, si puedes, el oro,
de mi fe y de mi razón.
Y te quedarás recargado,
por unos kilos de huesos,
nada más que de huesos,
solamente de huesos.
La sencillez del Brasil
Gracias a Dios, porque pude, conocer al gran Brasil,
“continente”, que no elude, su alegría, buen perfil.
Todo es canto en Sao Paulo, fiel salmo fenomenal,
en Campinas e Itaicí, y Aparecida, es genial.
Mi fe se ve potenciada,
por la fe del brasileiro,
que con su alma extasiada,
va en carnaval, en sendeiro.
Vi sencillez en Brasil,
vi pobreza y vi riqueza,
vi respeto, muy profundo,
verde esperanza, inmensa.
Aman la naturaleza,
de su país gigantesco,
y aman la fresca belleza,
de su cultura, y ofrezco,
meu coraçao, gentileza,
por sentirme convidado,
a compartir su tibieza.
Um abraço de irmào,
ae Deus Nosso Pai,
nos abençoe,
e nos conceda sua Paz.
Amados IRMÃOS em CRISTO,
MUITO OBRIGADO,
por “nuestro” bello Brasil.
Yo me quedaré rezando,
en tu Santuario sagrado,
bailando y laborando,
país, de todo mi agrado.
El faro del fin del mundo
Estoy premiado en el faro,
en el extremo del mundo,
trabajando, en día claro,
y en noches, de plenilunio.
Todo el año, aquí, encerrado,
en la libertad austral,
con el viento a mi costado,
y el frío, gris, litoral.
Las estrellas son mi techo, y mi agua, es puro hielo,
ya no sufro, por mi lecho, y converso, con el cielo.
Las ballenas y las orcas, los pingüinos y las aves,
las toninas y las loicas, bellos peces y mis llaves.
Con mi cuaderno completo, lleno de “sin novedades”,
y un poemario repleto, de rimas y otras bondades.
En esta isla, gritando, a las focas iracundas,
cantando y vociferando, a las gaviotas rotundas.
Mi día, pasa volando, advirtiendo a aquellas naves,
por el horizonte, oteando, desde este faro y sus claves.
Por las noches, la lumbre, de mi hogar, tan elevado,
avisa, desde esta cumbre, mil rocas y su acantilado.
En la soledad silente,
el mar tiene su lenguaje,
sin vecinos, pues, no hay gente,
sólo Dios habla, en mi viaje.
Felicidad de unos años, de retiro voluntario,
sin un jefe que me mande, solo mi fe y tu rosario.
Felicidad infinita, en el sur más combativo,
no es pacífico ni el aire, ni el mar,
ni mi alma, que no para de rezar.
Mi hija Paz
Yo, feliz, pude captar, tus primeras miradas,
tus gestos y tu llorar, tus risas y humoradas.
La paz de la interrogante,
o la paz de la misión,
la paz, con tu semejante,
la paz, de tu bendición.
Ya no sé qué puedo hacer,
para que brille tu alma,
no quisiera entorpecer,
el sueño que te da calma.
Opta por la vida plena,
de la salud, protegida,
que brinda alegría plena,
de esa armonía querida.
Brilla con un liderazgo, que dialoga y que enseña,
que lo malo, te dé asco, pues la verdad no envenena.
Que luches por la justicia,
con tu estilo solidario,
y ahuyentes a la malicia,
de todo tu abecedario.
Que el gran amor, batería,
dinamice, tus mil cambios,
y apliques tu energía,
a tu proyectos amados.
Eres paz, revolución,
de la vida, no de muertes,
tu ser tiene una misión,
que es de lucha, no de suertes.
Daría, hoy, todo, contento, toda mi vida, por ti,
y permaneceré atento,
hasta verte muy feliz.
En la Recoleta franciscana
Es cierto, que ellos aman,
su sagrada libertad,
y que su espacio reclaman,
en esta enorme ciudad.
Pero, hemos olvidado, su humana dignidad,
y los hemos condenado, al dolor y suciedad.
Sin higiene, ni alimentos, sin vestuario, sin alientos,
sin familias, sin afectos, sin dinero, ni aspavientos.
La sociedad les olvida,
les margina y les reduce,
a seres que solo comen,
que la calle les seduce.
Por eso, los comedores,
franciscanos, les recuerdan,
que el Dios de los mil amores,
nunca, nunca, los relega.
Paz y bien para los pobres,
que nos miran e interpelan,
paz y bien para los pobres,
que lo sencillo festejan.
Doscientos cuarenta hermanos,
tienen su hambre estridente,
doscientos cuarenta hermanos,
invisibles en la gente.
Robot
Usted debe comprobar,
que no es un robot malvado,
que ha llegado aquí, a robar,
o a vendernos lo robado.
Usted no tiene identidad, la que indica, es del Estado,
tampoco tiene esa dignidad, que reclama un ser creado.
Usted solo es una máquina, que labora y que produce,
pues nunca tendrá un ánima, que discierne y lo conduce.
Tu sonrisa artificial,
te delata y te condena,
tu salud superficial,
te desgasta y te envenena.
Autómata independiente,
asocial, nunca valiente,
belicoso, intransigente,
apátrida y prepotente.
Ególatra, compulsivo,
rompiste con tu familia,
competitivo y esquivo,
en tu bancaria vigilia.
Tu número es tu careta,
tu huella es tu contraseña,
tu clave es cumplir tu meta,
eres robot que se empeña.
Ciego liberado
Lo grito por la comarca,
que Él me donó la vista,
con su amor fiel abarca,
no hay ceguera que resista.
Ver a Jesús, ver su vida,
ver su paz y su perdón,
y ver su cruz, en mi vida,
ver el poder de su Amor.
Ver a Jesús, en los pobres,
en los leprosos de hoy,
ver a Jesús, en sus pobres,
en sus dolores de hoy.
Darme la vista, es un signo,
como su abrazo mejor,
como su beso fraterno,
como mi hermano mayor.
Para que yo le proclame,
en la noche y en el día,
y, en mi conversión le llame,
y renazca, en su alegría.
Para que yo le proclame,
en todas las azoteas,
para que use su llave,
en estas calles y aldeas.
¿Quiero ver?
¿Y yo quiero que me sane,
de esta oscura ceguera,
que mi espíritu proclame,
su poder, en nuestra era?
¿Yo quiero ver a los pobres,
con su hambre de justicia,
y anhelo ofrecer mis cofres,
para limpiar la inmundicia?
¿Yo quiero ver mi destino,
y descubrir mi misión,
ser su eterno peregrino,
y entregar mi corazón?
¿Quiero ser un “perdedor”,
entre tantos “ganadores”,
quiero ser un servidor,
en un mundo de opresores?
¿Quiero ser el lazarillo,
de mis hermanos sufrientes,
quiero compartir el brillo,
de Jesús a los dolientes?
¿Quiero salir de mí mismo,
o estar siempre encerrado,
quiero andar en humanismo,
o quedarme, en mí, instalado?
Paupérrimos personajes
Paupérrimos personajes,
que mamaron del Estado,
se cubrieron de mil trajes,
con odio, han asesinado.
Títeres y marionetas,
laborando en tiempo extra,
superaron altas metas,
del gran terror que penetra.
Detuvieron y golpearon,
escupieron y amarraron,
apalearon y esposaron,
torturaron y asfixiaron.
Moledores de la carne,
asesinos por un sueldo,
su veneno se reparte,
quieren borrar el recuerdo.
Hoy pasan, como si nada,
ya se han declarado “buenos”,
su vil maldad, quedó en nada,
“son los mejores chilenos”.
“Les da lo mismo”
Dicen que les da lo mismo,
trabajar, que estar cesante,
dicen que les da lo mismo,
ir atrás, que ir adelante.
Dicen que les da lo mismo,
estar solo o acompañado,
dicen que les da lo mismo,
ser activo o ser quedado.
Quien habla así, considera,
que siempre estará seguro,
sin el hambre verdadera,
que mata el hoy y el futuro.
Ya que todo da lo mismo,
no se involucra con nadie,
ya que todo da lo mismo,
él vive en casa, o en la calle.
Como todo relativiza
no conoce la injusticia,
ni el maltrato y la codicia,
ni limpiar toda inmundicia.
Prefiere no respetar, prefiere no perdonar,
prefiere no levantar, prefiere nunca donar.
Para él, no existen los pobres, sólo existen perdedores,
para él no existen dolores, sólo existen triunfadores.
Poco, mucho o todo
Juega nada, pierde nada, gana nada,
juega poco, pierde poco, gana poco,
juega mucho, pierde mucho, gana mucho,
juega todo, pierde todo, y gana todo.
No vive, no pierde, no gana,
vive poco, no vive y no gana,
Vive mucho, pierde mucho y mucho gana,
vive todo, pierde todo y todo gana.
Si tú eres fiel, en lo poco,
serás fiel en lo mucho,
si amas, entre lo poco,
amarás en lo mejor.
La vida es de poco o mucho,
que es todo para el actor,
yo, a cada instante, escucho,
mi voz consciente interior.
Nunca
Nunca compartió un secreto,
nunca confesó un pecado,
nunca asumió un reto,
nunca dejó un legado.
Por eso, su secretismo, su ojo pecaminoso,
su huida de todo reto, su corazón codicioso.
Sabe que matarse es pecado, no lo dice, es orgulloso,
y lleva algo malvado, que lo pone muy furioso.
Su gran contradicción,
es que ama la vida,
y quiere la legalización,
de una eutanasia de huida.
Ama la humana vida,
pero, defiende el aborto,
le gusta ir en subida,
pero por el trecho corto.
Dice que no es un machista,
pero que a él, lo provocan,
por eso, baila en la pista,
del maltrato, a él lo drogan.
Nunca te dice que nunca,
pero te va a sorprender,
nunca te dice que nunca,
pero él odia a la mujer.
Preguntas al escritor
Eres un loco, un demente, por escribirle a la gente,
aunque no sea pertinente, ni te sea conveniente.
Le escribes al zapatero, al familiar y al vecino,
al médico, al forastero, al pobre y al campesino.
Le escribes al mimo triste y a ese modesto pintor,
al pasajero, al agente, al técnico, al profesor.
¿Escribes por egoísmo, tus odas y tus poemas,
tu prosa e idealismo, y tus diferentes temas?
¿Qué tiene esta humanidad, que tanto a ti te motiva,
qué tiene esta humanidad, que siempre, siempre, te inspira?
Tus versos no son rentables, tus poemas son muy sencillos,
de sus nombres no les hables, con humildes estribillos.
¿Por qué escribes, contento, a esta humanidad caída,
por qué miras tan atento, su cultura corrompida?
¿Es que tú ves la imagen, de alguien en esta gente,
es que son dignos de alguien, cada persona y su gente?
Al Dios que ha hecho tanto por mí
Al Dios que ha hecho tanto por mí,
yo no he sabido mostrar,
al Padre que ha hecho tanto por mí,
no siempre puedo anunciar.
Me ha dado puro amor, y me ha costado amar,
me ha dado todo su ardor, que yo no he sabido dar.
Se ha revelado a mí, por pura misericordia,
en libertad, soy feliz, no gozo con la discordia.
Me ha sanado con su gracia, me curó de mi ceguera,
me salva, hoy, con su gracia, su paz aplacó mi guerra.
Y no lo puedo contar,
si estoy lleno de pecado,
y yo no puedo alumbrar,
si tengo el fuego apagado.
No siempre puedo anunciar, al Padre que ha hecho tanto por mí,
no lo he sabido mostrar, al Dios que ha hecho tanto por mí.
Dime pesebre olvidado
Cada día, a cada instante,
nos alejamos del pesebre,
y adoptamos el frustrante,
estilo consumidor.
Cada día, hacemos cosas,
por costumbres y por modas,
y hay que hacer compras costosas,
sin donar nuestras personas.
Y el pesebre está olvidado,
transformado en un adorno,
su sentido se ha cambiado,
en todo nuestro entorno.
Sencillo pesebre dime,
¿qué hago para recibir,
a un niño tan esperado,
que nos viene a redimir?.
¿Cómo puedo hallar su paz,
en medio de tu pobreza,
y puedo admirar su faz,
en medio de mi torpeza?
Dime pesebre sencillo,
si podré, al fin, adorar,
al Dios que se hizo niño,
para enseñarnos a amar.
“¿No estoy aquí yo, que soy tu madre?”
¿Por qué te sientes tan solo,
si yo camino contigo,
por qué te has quedado solo,
si voy cantando contigo?
¿Por qué no me has mirado, ni te tomas de mi mano,
por qué te has alejado, si te dices, un cristiano?
¿Por qué no ves mi presencia,
en las mujeres sencillas,
en las que brindan su esencia,
y su servicio, tranquilas?
¿Por qué no me ves valiente, luchadora, fiel, rebelde,
caminando entre la gente, misionera, fiel, rebelde?
Soy la servidora del Señor, en medio de mis hermanos,
soy la madre del Amor, el que ha entregado sus manos.
Soy María, la feliz judía, de Nazaret, de alegría,
de Guadalupe, armonía, de Lourdes y su letanía,
del Carmelo, de esperanza, del Pilar, que no se cansa,
de Fátima, en lontananza, de Montserrat, que no transa,
Chestokowa, Aparecida, Covadonga, bendecida,
del Perpetuo Socorro, de las Nieves,
de los Rayos, eres la Madre elegida,
de Jesús, el Redentor,
de nosotros, por amor.
La regresión
Dice que ha sido la esposa, de un famoso faraón,
que tuvo vida gozosa, en esa reencarnación.
En su regresión recuerda, que tuvo miles de joyas,
su inmenso poder, recuerda, con mil noches fabulosas.
En su presente, es la dueña, de una casa muy pequeña,
sobreviviendo, ella sueña, dejar su hogar y su leña.
Cotidianamente sufre, por esta contradicción,
se sumió en la depresión, por esta cruel regresión.
Su recuerdo de ese Egipto, la invita a ser diferente,
amando el lujo, es su rito, en medio de tanta gente.
Por eso, su hombre “no sirve”, nunca será un faraón,
por eso, hoy, nada le sirve, en su humilde población.
¿Faraona o pobladora, cuál de las dos ganará?,
¿realista o soñadora, cuál de las dos vencerá?
Hoy, se buscó un “cortesano”,
que le brindó contención,
esclavo, amante, a su mano,
que le dio su admiración.
Está sentado en el centro
Está sentado en el centro,
y le llaman “perdedor”,
en una calle del centro,
lo miran como a invasor.
Es un hombre entristecido,
que nunca usó protector,
contra el sol, contra el dinero,
ni supo ser “triunfador”.
Con sus ropas desgastadas,
no perdió su dignidad,
con sus arrugas marcadas,
no vendió su libertad.
Su mirada está sin odios,
no está buscando robar,
está en paz con los demonios,
que le hieren al pasar.
Pasan felices los consumidores,
que lo ven como “incapaz”,
caminan los compradores,
pero él, pobre, está en paz.
Un día, se levantará,
y dirá muchas verdades,
muy tranquilo nos dirá,
nuestras cadenas y males.