«Quiero ser sacerdote»: este indígena casado del Amazonas podría dar un giro histórico a la Iglesia
Autora: María Cervantes, Reuters
«¿Por qué a estos diáconos permanentes no se les puede permitir que celebren la eucaristía? ¿Qué es más importante? ¿El celibato o la eucaristía?», pregunta el administrador apostólico de Yurimaguas, Monseñor Jesús María Aristín
Cuenta un encuentro con el Papa en enero 2018: «Yo le dije: ‘Santidad, esos diáconos son de mi Vicariato’ Francisco, que es siempre bastante picarón, me guiña el ojo y me dice ‘Hagan propuestas atrevidas para el Sínodo'»
Las misioneras en la zona también alzan la voz: «¿Cómo no las religiosas, que nos encontramos en zonas como estas, podemos llevar a cabo la celebración eucarística?»
Shainkiam Yampik Wananch, un indígena de la ancestral etnia amazónica Achuar, golpea varias veces un rústico tambor llamando a los miembros de su comunidad para iniciar una ceremonia católica en medio de la selva de Perú.
Con una cinta en la cabeza que simboliza autoridad, falda multicolor, camisa blanca y collares en el cuello, el indígena acomoda la hoja de plátano que cubre un altar donde colocará las hostias consagradas previamente por un sacerdote
Yampik Wananch, de 48 años, con esposa y 10 hijos, es uno de los cuatro diáconos Achuar que podrían convertirse en los primeros sacerdotes indígenas casados de la Iglesia Católica.
“En mi corazón lo siento, quiero ser sacerdote”, dijo Yampik Wananch, en Wijint, una calurosa localidad en lo profundo de la región amazónica de Loreto, a unos 1.000 kilómetros al noroeste de Lima y donde no llegan señales de radio o televisión local.
“Pero espero que sea la voluntad de Dios”, afirmó el indígena Achuar, que significa en español “hombre del pantano”.
En un giro histórico, el Vaticano evaluará desde el 6 de octubre durante tres semanas, en el Sínodo de la Amazonía, ordenar sacerdotes en áreas remotas a los considerados “viri probati”: hombres casados que tienen una larga trayectoria cristiana probada en sus comunidades.
La propuesta, que rompería con siglos de tradición en la Iglesia Católica occidental, nació en los territorios de los Achuar cuando un sacerdote italiano se internó en la selva y evangelizó a los nativos hasta formar diáconos.
“Son hombres de unos 50 años más o menos, ellos son los ‘viri probati’, varones probados”, dijo el administrador apostólico del Vicariato de la ciudad selvática Yurimaguas, Monseñor Jesús María Aristín, quien apoya la iniciativa y participará en el Sínodo.
“Han recibido el diaconado permanente, bautizan, casan, celebran la liturgia de la palabra todos los domingos”, afirmó.
A Wijint, donde viven aproximadamente unos 200 indígenas, solo se puede llegar después de tres días de viaje en bote a motor por uno de los brazos del río Amazonas desde la ciudad más cercana con acceso a carretera en la selva del país, Yurimaguas.
Viajar ese tramo en bote y solo en el día -porque en las noches no se podría esquivar los remolinos y los troncos que atraviesan el río- es más caro que un sueldo mínimo en el país.
Los nativos, sin energía eléctrica, viven prácticamente aislados sin telefonía móvil ni Internet en la agreste zona copada de árboles que superan los 10 metros de altura.
Shainkiam Yampik Wananch, un diácono ordenado por la Iglesia Católica, durante una liturgia con personas de la comunidad indígena Achuar, en una capilla en Wijint, Perú. 20 de agosto de 2019
Misa indígena
La liturgia religiosa en los territorios Achuar comienza luego de unos rituales de purificación con hierbas nativas, en la madrugada, cuando aún la oscuridad reposa sobre la selva.
Durante la ceremonia, la comunidad se sienta alrededor de un fogón que nace de la unión de tres troncos, una tradición indígena que fue usada por los misioneros católicos para explicarles con sincretismo el misterio de la trinidad.
Las niñas, muy tímidas, tapan sus rostros con su cabello mientras veneran a Shíram Mariya (La Virgen María, madre de Jesús) con cantos ancestrales. Luego, un varón lee un capítulo del Nuevo Testamento, traducido totalmente a su lengua nativa.
Para el perdón de los pecados, una mujer brinda agua a los asistentes quienes la retienen en su boca y la vierten sobre sus manos. Mientras tanto, el nativo que dirige el ritual prepara el sacramento de la hostia para repartir a los asistentes.
“Jesúsan namanguinde”, repite el diácono en Achuar, que en español significa “cuerpo de Cristo”.
Yampik Wananch, junto a los otros nativos, fue evangelizado hace cuatro décadas por el sacerdote italiano Luis Bolla de la Congregación Salesiana, cuando los Achuar luchaban entre sí con hechizos de chamanes.
El religioso italiano se internó en la selva peruana y en un proceso radical de armonización del cristianismo con los pueblos originarios, dejó su cultura europea y adoptó las costumbres nativas, aprendiendo incluso la lengua Achuar.
“El padre Bolla tuvo una visión especial, dijo: ‘aquí la evangelización tiene que hacerse sin romper la cultura y las estructuras que ellos tienen’”, contó el sacerdote católico Vicente Santilli, Director de la Casa Salesiana en Lima.
Tras varios años de evangelización, se administró los primeros bautizos en una cascada sagrada para los nativos, donde realizaban sus ceremonias de iniciación y purificación, afirmó.
Luego Bolla adaptó todos los ritos de las celebraciones católicas a las tradiciones Achuar y empezó un sistema de formación a nativos que va desde catequistas hasta exorcistas, para contrarrestar la influencia de los brujos, dijo Santilli.
Propuesta atrevida
En Perú, de unos 32 millones de habitantes y donde el 76% de la población mayor de 12 años se considera católica -según datos del último censo nacional del 2017-, la Iglesia aún ejerce una importante influencia cultural, social y política.
En muchas áreas remotas del país la institución que encabeza el Papa Francisco ha llegado mucho antes que el Estado, construyendo escuelas y postas de salud, y actualmente hasta apoya protestas de indígenas en contra de la extracción de recursos naturales.
Pero la Iglesia Católica sufre ahora una crisis de vocación sacerdotal y los religiosos escasean para atender a la multitud de fieles captados durante sus años de apogeo. Mientras tanto, los evangélicos se abren paso en la agreste selva.
Según el Vicariato de Yurimaguas, la Iglesia Católica cuenta con 25 sacerdotes para atender 827 comunidades en un área de 72.000 kilómetros cuadrados, por lo que solo puede celebrar la misa dominical en poco más del 10% de las parroquias de la zona.
“¿Por qué a estos diáconos permanentes no se les puede permitir que celebren la eucaristía? ¿Qué es más importante? ¿El celibato o la eucaristía?”, dijo el monseñor Aristín.
La propuesta promovida por la iglesia local, habría sido bien acogida por el papa Francisco, que visitó la región selvática peruana Madre de Dios en enero del año pasado, según miembros del clero consultados sobre el tema.
El monseñor Aristín, al recordar esa visita, dijo que lo que más le impactó al Sumo Pontífice fue un encuentro que sostuvo con los diáconos Achuar, entre ellos el mismo Shainkiam Yampik.
“Yo, al darle la mano (al Papa) le dije: ‘Santidad, esos diáconos son de mi Vicariato’. Francisco, que es siempre bastante picarón, me guiña el ojo y me dice ‘Hagan propuestas atrevidas para el Sínodo’”, narró el monseñor de Yurimaguas.
El Vaticano solo ha ordenado sacerdotes de forma muy excepcional a religiosos casados que contaban con un estatus similar en otras confesiones y se convirtieron al catolicismo.
Mujeres esperan
La iniciativa de ordenar estos sacerdotes tiene, además, el apoyo de todas las congregaciones religiosas que trabajan en la zona, incluidas las Misioneras de María Inmaculada y Catalina de Siena, conocidas como “lauritas” -por el nombre su fundadora- que administran una escuela en la localidad Wijint.
“Las hermanas lauritas clamamos de que los diáconos achuares indígenas sean ordenados, partiendo de la necesidad misma de acompañamiento espiritual en esta zona, ya que no hay tanta presencia de sacerdotes”, dice la hermana Maruja Escalante.
Pero la religiosa lanza una pregunta aún más polémica y compleja para el Vaticano. “¿Cómo no las religiosas, que nos encontramos en zonas como estas, podemos llevar a cabo la celebración eucarística? Yo creo también muy importante que una mujer pueda ser sacerdotisa y cumplir todas las funciones”.
Para llegar a Wijint, su superiora, la madre Elizabeth Flores pasa una noche en una carpa sobre la tierra húmeda expuesta a las serpientes, otra noche duerme en un piso de madera debajo de murciélagos en una zona infestada con malaria.
Pese a las grandes dificultades y enfermedades en la selva como el dengue, uta -una enfermedad causada por un parásito-, la malaria y la ausencia o precariedad de servicios del Estado, las mujeres son las protagonistas silenciosas del trabajo de la Iglesia Católica en la Amazonía.
En la extensa zona selvática que abarca el Vicariato de Yurimaguas laboran 50 religiosas, comparado con 25 sacerdotes. Y son las lauritas quienes se encuentran en el área más remota.
En la escuela que dirigen, las religiosas priorizan inculcar la igualdad entre niños y niñas, en una etnia patriarcal donde la función de la mujer es servir mazato (una bebida hecha de yuca) a los hombres, señalan las hermanas.
Irónicamente, la igualdad de género que enseñan aún no llega a la propia institución a la que entregaron su vida.
En el próximo Sínodo se tocará también el rol de las mujeres en la Amazonía. Pero en este caso el debate sólo se concentrará en “el tipo de ministerio oficial” a ser conferido a las mujeres, según la Iglesia.
Fuente: Reuters. https://www.religiondigital.org
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