Los diáconos permanentes en la Verbum Domini

Selección de textos de la nueva Exhortación papal

Diác. Lic. José Espinós

Coordinador del Informativo del CIDAL

Morón, Buenos Aires, Argentina, 1º de diciembre de 2010

 

Hace dos meses, el 30 de septiembre de 2010, el Papa Benedicto XVI nos regalaba la Exhortación Apostólica Postsinodal Verbum Domini sobre la Palabra de Dios en la Vida y en la Misión de la Iglesia. Lectores de este Informativo de distintas partes del mundo nos han manifestado su interés en que se resalte una y otra parte del texto pontificio referidos a los diáconos permanentes.

 Me he animado a recoger en esta breve nota todas las expresiones en que se los menciona con el propósito de despertar el interés de muchísimos hermanos diáconos que ejercen su ministerio en la diaconía de la Palabra, para motivarlos e invitarlos a ofrecernos sus comentarios y testimonios.

 La Exhortación gira sobre tres grandes ejes: la Palabra de Dios, la Palabra en la Iglesia y la Palabra en el mundo. Cada párrafo que transcribiré concluirá con la numeración, entre paréntesis, que le diera su autor. Asimismo, también extraje las citas, a pie de página, del mismo documento. La versión corresponde a la de la página web de la Santa Sede.

 Primera parte: Verbum Dei

 El peligro del dualismo y la hermenéutica secularizada

 “Hay que señalar, además, que este dualismo produce a veces incertidumbre y poca solidez en el camino de formación intelectual de algunos candidatos a los ministerios eclesiales[1]. En definitiva, «cuando la exegesis no es teología, la Escritura no puede ser el alma de la teología y, viceversa, cuando la teología no es esencialmente interpretación de la Escritura en la Iglesia, esta teología ya no tiene fundamento»[2]. Por tanto, es necesario volver decididamente a considerar con más atención las indicaciones emanadas por la Constitución dogmática Dei Verbum” (35).

 

 

 

Segunda parte: Verbum in Ecclesia

 Sagrada Escritura y sacramentos

 “«Corresponde a los sacerdotes y a los diáconos, sobre todo cuando administran los sacramentos, poner de relieve la unidad que forman Palabra y sacramento en el ministerio de la Iglesia»[3]. En la relación entre Palabra y gesto sacramental se muestra en forma litúrgica el actuar propio de Dios en la historia a través del carácter performativo de la Palabra misma” (53).

 Proclamación de la Palabra y ministerio del lectorado

 “Ya en la Asamblea sinodal sobre la Eucaristía se pidió un mayor cuidado en la proclamación de la Palabra de Dios[4]. Como es sabido, mientras que en la tradición latina el Evangelio lo proclama el sacerdote o el diácono, la primera y la segunda lectura las proclama el lector encargado, hombre o mujer” (58).

 Importancia de la homilía

 “Hay también diferentes oficios y funciones «que corresponden a cada uno, en lo que atañe a la Palabra de Dios; según esto, los fieles escuchan y meditan la palabra, y la explican únicamente aquellos a quienes se encomienda este ministerio»[5], es decir, obispos, presbíteros y diáconos. Por ello, se entiende la atención que se ha dado en el Sínodo al tema de la homilía” (59).

 Proclamación solemne de la Palabra de Dios

 “Otra sugerencia manifestada en el Sínodo ha sido la de resaltar, sobre todo en las solemnidades litúrgicas relevantes, la proclamación de la Palabra, especialmente el Evangelio, utilizando el Evangeliario, llevado procesionalmente durante los ritos iniciales y después trasladado al ambón por el diácono o por un sacerdote para la proclamación. De este modo, se ayuda al Pueblo de Dios a reconocer que «la lectura del Evangelio constituye el punto culminante de esta liturgia de la palabra»[6]” (67).

 

Palabra de Dios y ministros ordenados 

 “Dirigiéndome ahora en primer lugar a los ministros ordenados de la Iglesia, les recuerdo lo que el Sínodo ha afirmado: «La Palabra de Dios es indispensable para formar el corazón de un buen pastor, ministro de la Palabra»[7]. Los obispos, presbíteros y diáconos no pueden pensar de ningún modo en vivir su vocación y misión sin un compromiso decidido y renovado de santificación, que tiene en el contacto con la Biblia uno de sus pilares” (78).

 “Quisiera referirme también al puesto de la Palabra de Dios en la vida de los que están llamados al diaconado, no sólo como grado previo del orden del presbiterado, sino como servicio permanente. El Directorio para el diaconado permanente dice que, «de la identidad teológica del diácono brotan con claridad los rasgos de su espiritualidad específica, que se presenta esencialmente como espiritualidad de servicio. El modelo por excelencia es Cristo siervo, que vivió totalmente dedicado al servicio de Dios, por el bien de los hombres»[8]. En esta perspectiva, se entiende cómo, en las diversas dimensiones del ministerio diaconal, un «elemento que distingue la espiritualidad diaconal es la Palabra de Dios, de la que el diácono está llamado a ser mensajero cualificado, creyendo lo que proclama, enseñando lo que cree, viviendo lo que enseña»[9]. Recomiendo por tanto que los diáconos cultiven en su propia vida una lectura creyente de la Sagrada Escritura con el estudio y la oración. Que sean introducidos a la Sagrada Escritura y su correcta interpretación; a la teología del Antiguo y del Nuevo Testamento; a la interrelación entre Escritura y Tradición; al uso de la Escritura en la predicación, en la catequesis y, en general, en la actividad pastoral[10]” (81).

 

Palabra de Dios, matrimonio y familia  

 

“Por eso, el Sínodo desea que cada casa tenga su Biblia y la custodie de modo decoroso, de manera que se la pueda leer y utilizar para la oración. Los sacerdotes, diáconos o laicos bien preparados pueden proporcionar la ayuda necesaria para ello” (81).

Tercera parte: Verbum mundo

Todos los bautizados responsables del anuncio

“Los Obispos y sacerdotes, por su propia misión, son los primeros llamados a una vida dedicada al servicio de la Palabra, a anunciar el Evangelio, a celebrar los sacramentos y a formar a los fieles en el conocimiento auténtico de las Escrituras. También los diáconos han de sentirse llamados a colaborar, según su misión, en este compromiso de evangelización” (94).

[1] Cf. XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, Vaticano, 5 al 26 de octubre de 2008, Propositio 27.

[2] Ibíd.

[3] Pontificia Comisión Bíblica, La interpretación de la Biblia en la Iglesia (15 abril 1993), III, B, 3.

[4] Cf. Exhort. ap. postsinodal Sacramentum caritatis (22 febrero 2007) 45: AAS 99 (2007), 140-141.

[5] Misal Romano, Ordenación de las lecturas de la Misa, 8.

[6] Misal Romano, Ordenación de las lecturas de la Misa, 13.

[7] Propositio 31.

[8] Congregación para la Educación Católica, Normas básicas de la formación de los diáconos permanentes (22 febrero 1998), 11.

[9] Ibíd., 74.

[10] Cf. ibíd., 81.

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