Maribel, Tomás y Ana acuden cada día a la quinta planta del Hospital Universitario La Paz de Madrid para ayudar a los enfermos de cuidados paliativos. Se trata de una atención espiritual que hacen de manera voluntaria dentro del programa Acompañamiento +, puesto en marcha por la Delegación Episcopal de Pastoral de la Salud de la diócesis
La esperanza cuando todo puede llevar a no tenerla, el sentido de la vida y también de la muerte, la despedida, la preparación del duelo… Nos desplazamos al Hospital Universitario La Paz de Madrid porque allí están Tomás Sanz, Maribel Cique y Ana Barceló, personas fuertemente comprometidas y formadas.
Como explica Tomás, que es capellán voluntario de La Paz, diácono permanente y quien lidera el programa Acompañamiento + en el hospital, «no se puede generalizar, cada uno vive la enfermedad en función de su experiencia biográfica», pero ha percibido que «cuando una persona sufre, si se la sabe acompañar con competencia, lo normal es que el sufrimiento disminuya porque afloran en ella los recursos que la enfermedad le tenía secuestrados».
Generar vínculos
«Entrar en la habitación del paciente es hacerlo en campo de tierra sagrada». Así define Maribel el comienzo de sus tardes de acompañamiento, en las que se trata de abordar esa naturaleza espiritual que tiene toda persona de una manera totalmente abierta. «Hablamos con ellas de lo que quieran, de comidas, de fútbol, de animales, de vacaciones…», con el objetivo de generar un vínculo, y siempre hay un momento en el que la conversación gira hacia el cariño. Ese es el punto de enganche: «Ahí nos afianzamos en que sean conscientes de todo el amor que han recibido. Centrar a la persona en lo feliz que ha sido en su vida ya le hace sonreír y olvidar ese presente que tiene. Entonces dejamos de hablar de fútbol para hablar de amor».
Tomás incide en que «nosotros realmente lo que hacemos es ponernos al ritmo de las personas a las que vamos a acompañar, y en ese acompañamiento se detectan unas necesidades espirituales que son de todos: la necesidad de ser reconocido como persona, de amar y ser amado, de reconciliación y perdón con uno mismo y con los demás, de hacer un recorrido por la biografía de la persona…». Gerardo Dueñas, subdelegado de la Delegación de Pastoral de la Salud y responsable del proyecto Acompañamiento +, lo corrobora: «Desde las atenciones en las capellanías de los hospitales nos dábamos cuenta de que había mucha demanda de ser acompañados con un apoyo espiritual».
Así, desde esta perspectiva se forma a los voluntarios de una manera muy específica, en los Camilos –especialistas en cuidados a personas con enfermedad avanzada y en duelo– y en la propia Pastoral de la Salud. Porque, según Dueñas, «no basta solo con la buena voluntad, no basta decirle al enfermo que no se preocupe. Es un programa que se diferencia del trabajo cotidiano de capellanes y voluntarios porque forma a gente para que se dedique exclusivamente a este tipo de pacientes». Según Tomás, «nos enfrentamos a situaciones de tal sufrimiento que dan ganas de salir corriendo, y sin embargo hay que quedarse, hay que estar, tú te estás ofreciendo hasta el final».
Acompañamiento espiritual
Acompañamiento + se concibe como un programa de apoyo espiritual diferenciado del religioso. Gerardo Dueñas explica que «de esta manera, podemos tener acceso a más pacientes, porque hay quienes no quieren asistencia religiosa específica como la Confesión, la Comunión o la Unción, pero sí demandan un apoyo espiritual. Esto es parte de la pastoral social caritativa de la Iglesia, así podemos ayudar a todos: católicos, musulmanes, no creyentes y ateos».
Tomás Sanz explica que tanto él como Maribel y Ana se sienten ya parte del equipo de paliativos: «Si no consideraran que la labor que realizamos fuera en beneficio del paciente, no estaríamos. Todo el equipo sanitario de la planta son personas muy humanas y muy concienciadas de la existencia del sufrimiento y de la necesidad de acoger ese sufrimiento. Son conscientes de que la dimensión espiritual de la persona es una fuente de confort». Y en cuanto a las familias, a las que también se acaba acompañando en muchas ocasiones, la frase que lo resume todo es la que le dicen con mucha frecuencia al propio Tomás: «Esto que hacéis es durísimo, ¿no?».
Y sí, «acompañar en el mundo del sufrimiento tiene un coste emocional alto», explica Tomás, y por eso los voluntarios de la quinta planta de La Paz trabajan su propio cuidado y su duelo cuando muere un paciente, pero «también tiene mucha recompensa». «Realmente tengo que estar muy agradecido porque la persona a la que estoy acompañando me está abriendo lo más íntimo, me está haciendo partícipe de su experiencia de vida. ¡Esto es tan grande!».
Ana cuenta que para ella «el que la persona, en un momento de sufrimiento tan intenso, te abra lo más sagrado que tiene a mí me interpela y me hace replantearme mucho aspectos de mi vida». «Todos los enfermos, de alguna forma, te tocan», asevera. A Maribel, por su parte, el voluntariado le ayuda «a saber morir»: «Ver esa paz…». Y Tomás concluye: «Fíjate la riqueza que nos dan, que lo que a Maribel le ayuda a preparar su muerte, a mí me ayuda a vivir. Realmente nosotros no ayudamos a morir, ayudamos a vivir, porque la muerte forma parte de la vida».
Begoña Aragoneses
Fuente: Alfa y Omega