Esperanzados, ilusionados y llenos de alegría,

Esperanzados, ilusionados y llenos de alegría, Ignacio Izco y yo seguimos un proceso formativo camino al diaconado permanente en la diócesis de Vitoria. Habiendo sido admitidos como candidatos y después de haber recibido el ministerio del lectorado, estamos a la espera de recibir, en breve, el ministerio del acolitado. Hemos recorrido diferentes caminos vitales que ahora se han unido y que nos están permitiendo compartir este nuevo proceso vocacional.

Sé que Dios me acompaña. También soy consciente de cómo Él me ha ido llamando y de cómo yo le he ido respondiendo con libertad a lo largo de mi vida. Una vida que está marcada por mi relación con Él y que se desarrolla en el diálogo de la oración, en un ambiente de cercanía y de confianza. De manera especial, me he sentido llamado a la vida, a ser persona, al seguimiento de Jesús, al matrimonio y al compromiso de vida como Viator, de acuerdo a valores evangélicos. Además, en los últimos años, he percibido con especial intensidad la llamada al servicio. Tengo la experiencia de que en el matrimonio, el amor se hace donación interpersonal. Y en este sentido, creo que Dios me pide un mayor compromiso de apertura a los demás. Siento que es Dios quien me impulsa a salir de mí mismo y me anima a abrazar su proyecto para hacerlo más presente en mi vida. Me considero una persona de comunión y de iglesia, quien procura en el día a día, seguir avanzando hacia una espiritualidad de servicio más plena. Durante el largo proceso de discernimiento que seguí desde la pre-asociación hasta el compromiso definitivo como Viator, pude registrar ciertas resonancias hacia el ministerio del diaconado. También ha sido significativo que diferentes personas advirtieran en mí cualidades para este ministerio y que, por iniciativa propia, me lo hicieran saber personalmente. De la misma manera, ha sido muy importante que las personas de mi entorno más próximo, como por ejemplo, mi esposa Mª Elena, mis padres y mis hermanos, mi acompañante espiritual y mis amigos más íntimos, vieran con buenos ojos y me apoyaran decididamente a emprender este camino. Doy gracias a Dios por todo y por todos ellos.

Sé que el rumbo es claro y que los imprevistos son inciertos. Siento que el horizonte me ilusiona y me llena de alegría. Gracias a Dios, no estoy sólo. Sé de quién me he fiado (2 Tim 1, 12). ¡Ojalá!, Ignacio y yo seamos capaces de llevar al puerto del diaconado la barca de nuestras vidas.

Óscar Areitio Badiola, Viator

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