Diáconos Burns, Connelly y Kline
«¿Qué es ternura? Es el amor que se acerca y se vuelve real. Es un movimiento que comienza en nuestro corazón y alcanza los ojos, los oídos y las manos «.
Con estas palabras de dichas en el año 2017 el Papa Francisco nos llama a descubrir nuestras raíces como discípulos. En una de las historias más conmovedoras del Evangelio de Marcos, una mujer que ha sufrido durante 12 años con hemorragias corre el riesgo de experimentar la exclusión de la comunidad. Cuando Jesús pasa ella se inclina para tocar su manto y se cura milagrosamente. Consciente de haber sido tocado, Jesús se detiene y gira. Él quiere ver su rostro y escuchar su historia; él quiere que ella conozca su identidad de hija amada de Dios. En cada encuentro, Jesús mira con ojos de compasión y misericordia. Su vida y ministerio estaban enraizados en la diaconía: servicio misericordioso y amoroso. Y este ministerio de servicio se llevó a cabo dondequiera que se encontrara con las personas marginadas y olvidadas, en las carreteras y caminos y entre los pobres, enfermos y marginados de su tiempo. De hecho, a menudo salió a buscarlos. Jesús nos da un ejemplo de cómo debemos vivir nuestra fe. El evangelio nos muestra cómo debemos ser evangelizadores de las Buenas Nuevas en nuestro tiempo y lugar, saliendo a las calles, a los lugares donde viven los marginados, donde podemos encontrar a nuestros hermanos y hermanas, escuchar sus historias y mira el rostro de Cristo Esta es la vida, la razón de ser de la Diaconía.
El Concilio Vaticano II reorientó a la Iglesia en su misión central, la llamada a evangelizar, a servir al mundo, mediante la diaconía. Para sacramentalizar esta llamada a la diaconía, los obispos restauraron el Orden del Diaconado Permanente después de un paréntesis de más de 700 años. El Papa Francisco en un reciente discurso a la Curia Romana le recordó a la Iglesia que viva y sirva con una «conciencia diaconal», es decir, que pongan sus corazones al servicio del mundo. Los diáconos son ordenados para ser ministros de caridad y servicio, y así servir como recordatorios sacramentales de la misión de la Iglesia de traer el amor sanador y la misericordia de Cristo al mundo. También están llamados a traer las historias de la vida a la Iglesia para que la Iglesia misma se convierta en un instrumento de misericordia más perfecto en el mundo. Los diáconos también están destinados a ser un faro, recordándonos a cada uno de nosotros que todos somos llamados por el bautismo a vivir esta misma misión de servicio a nuestro mundo quebrantado.
En este año 2018 conmemoramos el 50 aniversario de la restauración del Diaconado Permanente en los Estados Unidos. Desde su instauración el diaconado ha crecido hasta llegar a más de 19,000 diáconos en los Estados Unidos. En Boston, el Espíritu está moviendo a muchos hombres, con el apoyo profundo de sus esposas y familias, a servir a la Iglesia como diáconos permanentes. Pero hay una parte más profunda de este llamada, una verdad y enseñanza que esta vocación puede ofrecer a nuestra Iglesia y a nuestro mundo que anhela ver el rostro de Dios y escuchar las Buenas Nuevas. El Papa San Juan Pablo II consideró que el ministerio de los diáconos no era simplemente un ministerio entre otros, sino más bien «la fuerza impulsora de la diaconía de la Iglesia».
Traducción libre de: Gonzalo Eguía