Cardenal Ricardo Blázquez, Presidente de la CEE: 25 años de diaconado en Valladolid (España)

Cardenal Ricardo Blázquez, Presidente de la CEE: 25 años de diaconado en Valladolid (España)

El día 21 de abril de 1991 fueron ordenados los primeros diáconos de nuestra Diócesis, a saber, D. Carlos Barbaglia, D Luis Rodríguez y D. Patricio Fernández. El día de san Juan de Ávila celebraremos su ordenación sacramental al diaconado junto con los que cumplen los 25 y 50 años de ordenación al presbiterado. En este Año Jubilar nos reuniremos en el Centro Diocesano de Espiritualidad y celebraremos la Eucaristía en el Santuario del Sdo. Corazón atravesando la Puerta de la Misericordia. Todos nosotros necesitamos recibir el don de la Misericordia para poder ser ministros de la Misericordia y animadores de las Obras de Misericordia en nuestra Diócesis.

En esta oportunidad recuerdo con gratitud al Arzobispo D. José Delicado (+), que instauró con prontitud el Diaconado Permanente en nuestra Diócesis. Felicito cordialmente a quienes cumplen este año los 25 de diaconado; mi felicitación se amplía también a sus esposas agradeciéndoles su consentimiento y colaboración en el ministerio de sus esposos. La diócesis está contenta de los tres primeros diáconos, de los que han recibido posteriormente la ordenación, espera incorporar a los que se preparan para el diaconado y sueña con nuevas vocaciones. Muestro mi gratitud en esta oportunidad a D. Miguel Ángel Melgar y D. Miguel Ángel Vicente por el acompañamiento como formadores de los candidatos al diaconado.

Todos tenemos ante los ojos una imagen conmovedora. El Jueves Santo el Papa Francisco se desplazó de Roma a un centro de refugiados y allí, colocada la estola a modo de diácono, fue pasando de rodillas para lavar los pies a los varones y mujeres, de diversos países, la mayor parte cristianos y algunos musulmanes. Es un signo aprendido de Jesús humilde, acogedor y reconciliador. El amor humilde es el camino de la concordia. Lavar los pies tiende puentes y derriba muros. A la luz de la celebración del Papa comprendemos mejor cómo Jesús lavando los pies a los discípulos es el icono del servidor, del diácono. “Vosotros me llamáis el Maestro y el Señor, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis” (Jn. 13,13-15). Este gesto y las palabras: “el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por la multitud” (Mc. 10,45), son norte y camino. Todo discípulo de Jesús debe unir el servicio y la cruz, servir sacrificadamente. Pues bien, el diácono, podemos decir, es el “sacramente persona” de Jesucristo. La condición de servidor, de diácono y de ministro, no se desplaza, aunque la misma persona reciba posteriormente otros ministerios sacramentales. Ni los presbíteros, ni los obispos dejamos de ser diáconos, ni el Papa, como indica la estola cruzada que llevó en el lavatorio a los refugiados.

Permitidme que en esta ocasión recuerde algunos aspectos que afectan particularmente al diaconado. Como ministerio estable se había perdido en la Iglesia latina desde hace muchos siglos; sólo se mantenía como paso para recibir el presbiterado. Pues bien, el Concilio Vaticano II que aspiró a reformar y a renovar la Iglesia volviendo a las fuentes, a los primeros siglos de su historia, entre otras decisiones adoptó la siguiente: “En el futuro se podrá restablecer el diaconado como grado propio y permanente de la jerarquía” (Lumen Gentium 29). De esta forma se completa la trilogía ministerial de obispo, presbítero y diácono. El diácono es ordenado no en orden al sacerdocio sino en orden al ministerio.

Es muy importante para comprender el sacramento del diaconado, que se tenga presente la dimensión sacramental de la Iglesia y no se reduzca a cumplir sólo algunas tareas, quedándonos en el nivel de lo funcional sin tener en cuenta la configuración por el sacramento de la ordenación diaconal con Jesucristo Servidor de todos. El diaconado no se limita a desempeñar unos encargos con competencia y dignidad; ser diácono, como ser presbítero u obispo, no es simple profesión, debemos hacer presente al Señor hecho siervo en medio de la comunidad cristiana, transparentando el estilo de vida de Jesús, el Maestro de todos.

Los diáconos, en comunión con el obispo y su presbiterio, están al servicio del pueblo de Dios en “el ministerio de la liturgia, de la palabra y de la caridad” (LG. 29). Por el texto de Act.6, 1-6 considerado como base neotestamentaria para la institución de los diáconos; como en él se hable del servicio (diaconía), aunque no se dé el nombre diáconos a los elegidos que recibieron de los apóstoles la imposición de las manos, ha habido una inclinación a unir el ministerio diaconal con los servicios caritativos y sociales de la Iglesia. El Vaticano II expresamente indica que el triple servicio de la Palabra de Dios, de la Liturgia y de la Caridad ha sido confiado al diácono. El Ritual de la ordenación de Diáconos de forma oracional supone también este triple campo ministerial. Así, en efecto, se ha restaurado el diaconado permanente, que pueden recibir varones tanto casados como célibes. Reproduzco como ejemplo de la amplitud ministerial la oración después de la comunión: Concede, Señor a tus siervos, que sean “siempre fieles ministros del Evangelio, de los sacramentos y de la caridad”.

La Iglesia latina después de siglos ha recuperado el diaconado permanente. Aunque ya llevamos algunos decenios de experiencia diaconal, necesitamos todavía descubrir en la misión de la Iglesia el lugar ministerial del diaconado. Por supuesto todo servicio de los ministros requiere una formación humana, espiritual, teológica y pastoral adecuada. No se debe proceder con prisas disminuyendo la calidad de la preparación. Un camino fácil de desacreditar el diaconado, restaurado por el Concilio y actuado en las Diócesis, sería proceder con rebajas en las exigencias de la formación.

En el Decreto Ad gentes 16 se indica como posible campo ministerial la dirección de comunidades cristianas distantes, en nombre del párroco o de obispo. Entre nosotros las llamadas unidades pastorales grandes pueden tener un equipo ministerial formado por un presbítero, un diácono, una persona consagrada y algunos laicos.

El diácono puede recibir un encargo diocesano asignado por el obispo en Cáritas, Catequesis, Enseñanza, Pastoral de la Salud y Ancianos, etc. Obviamente, estas posibilidades ministeriales dependen en parte del tiempo que pueda dedicar el diácono; no es lo mismo un diácono casado que célibe, o un diácono con dedicación plena que otro que debe combinar el trabajo profesional con la actividad ministerial. Esta cuestión está abierta. Haciendo camino veremos con mayor claridad. Lo decisivo es que sean diáconos tallados según modelo de Cristo Servidor.

Termino esta comunicación por donde empecé: El agradecimiento y la felicitación a los diáconos que recibieron hace 25 años la ordenación.

+ Ricardo Blázquez

Cardenal Arzobispo de Valladolid

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