Aportaciones al Sínodo en clave de esposa de diácono
Montserrat Martínez
Bilbao, España, 1 de marzo de 2022
En el Editorial del pasado mes (n. 083), el diácono Gonzalo Eguía pedía que, “en este clima sinodal, los diáconos no pierdan la oportunidad de comunicar lo que la vivencia de la doble sacramentalidad supone para nuestra vida como cristianos, esposos, padres y abuelos. Solo nosotros, nuestras esposas y nuestras familias, podemos compartir el testimonio de lo que supone compartir gozosamente el don del Sacramento del Matrimonio y el del Orden”. Estoy de acuerdo, totalmente; hoy quisiera hacer mi aportación a la convocatoria del Sínodo como esposa de diácono, pues creo que tenemos un papel distinto y privilegiado en la Iglesia, habiendo dado nuestro consentimiento para la ordenación diaconal de nuestro esposo y acompañándole en su camino hacia la ordenación y su ministerio; este rol debe ser conocido, valorado y acompañado en la Iglesia.
El deseo de Jesús es que seamos uno (Jn 17,11); la experiencia de la primera comunidad es que el Espíritu Santo guía su caminar (Hch 9,31). El Papa Francisco lo ha recogido y, con el objetivo de que todos los bautizados contribuyamos al crecimiento del Pueblo de Dios, ha convocado el Sínodo de Obispos para el año 2023, pidiendo la participación de todos, para hacer realidad la sinodalidad constitutiva de la Iglesia.
La voluntad del Papa es que todos, libremente, participemos sinodalmente y tomemos la palabra. Como mujer creyente y como esposa de diácono, me siento interpelada por este deseo del Papa. Hemos de responder a la llamada del Papa a la participación, con perseverancia, respeto y esperanza. Creo que este Sínodo será el Sínodo de las mujeres, en el que hagamos oír nuestras voces; decimos no al clericalismo, pero decimos sí a la corresponsabilidad y a la sinodalidad; No se trata solo de ir colocando a mujeres en puestos de responsabilidad (como ha hecho el Papa Francisco el 6 de febrero de 2021, al nombrar subsecretaria del Sínodo de obispos a la religiosa Nathalie Becquart, con derecho a voto, junto al religioso Luis Marín, apostando por la colegialidad en la Secretaría). Este es un signo de la voluntad del Papa de hacer realidad el camino sinodal. Se trata de que se valore y se trate a las mujeres con igualdad a los varones, igualdad como personas por la creación e igualdad en la Iglesia por el Bautismo.
Suele decirse que el referente del pensamiento y la actitud de la mujer (cf. Mulieris Dignitatem 5; Lumen Gentium 63) debe ser la actitud de María. Tradicionalmente, la imagen de María está asociada a la sumisión, a la quietud y, sobre todo, al silencio. Pero en los Evangelios leemos que María toma la palabra en ocasiones concretas, decisivas, respondiendo con libertad, generosidad y fe a la invitación de Dios. María es lugar teológico de libertad cristiana para todos, especialmente para las mujeres; en nuestro camino de fe, podemos situarnos ante Dios e intentar responderle, sincera y libremente. Esto nos llena de gozo y de gratitud.
Pero este gozo no nos ha de hacer perder de vista nuestra participación crítica constructiva en el Sínodo. Hay hechos en la Iglesia que nos llenan de desconcierto, tristeza y dolor. Al ponerlos sobre la mesa, al denunciarlos, respondemos a la función profética de todo cristiano, como fruto de nuestro Bautismo. Con perseverancia, con humildad, siendo oídos y boca no solo de nuestro esposo, diácono, sino de la comunidad entera, siendo solidarias de las necesidades de los más pobres y marginados, con amor y esperanza, debemos exponer nuestras peticiones, dificultades y percepciones al Sínodo, para poder caminar sinodalmente hacia el Reino, y que las voces de todos y todas sean escuchadas.
Ciertamente, muchas de nosotras vamos a participar en este camino sinodal desde otras instancias parroquiales o diocesanas. Pero insto a todas, y a mí misma en primer lugar, a que lo hagamos también como esposas de diáconos o de candidatos, en nuestros grupos de formación o de fraternidad diaconal; también en grupos creados para esta ocasión. Sugiero las siguientes preguntas u otras semejantes para el trabajo en los grupos de esposas de diáconos: ¿Cómo se ha realizado el “caminar juntos” en nuestros grupos de diáconos y esposas? ¿Qué pasos nos invita a dar el Espíritu Santo para crecer en nuestro caminar juntos? ¿Qué pedimos a la Iglesia y/o a nuestra diócesis para cumplir mejor nuestra misión evangelizadora como esposas de diácono?
La actitud de María en los evangelios nos muestra a una mujer de fe, generosa y decidida: en nuestro deseo de ser discípulas de Jesús y tenerla a ella como modelo, nos insta a ser solidarias, corresponsables y participativas con radicalidad, con júbilo, sin disimular el propio dolor o las propias dificultades, intercediendo por los demás; en definitiva, amar, en la Iglesia de Jesús, como Él nos ama.
En los artículos del mes de febrero vemos que va creciendo el número de diáconos permanentes. Según el Anuario Estadístico Eclesiástico 2020, el número global asciende a 48.635; es el continente americano el que registra mayor crecimiento, mientras que en el europeo decrece el número de diáconos permanentes. También se señala que continúan celebrándose actividades de formación diaconal, así como encuentros de obispos con diáconos y aspirantes.
Este mes de marzo arranca con la celebración del miércoles de Ceniza, pórtico de la Cuaresma. Pidamos al Señor que este tiempo de conversión y reconciliación nos acerque cada día más a la petición de María en el Evangelio de las bodas de Caná: haced lo que Él os diga (Jn 2,5).
En estos días de incertidumbre, dolor y tristeza por la crisis diplomática y bélica entre Rusia y Ucrania, el Equipo de redacción nos hacemos eco de la voz del Papa Francisco y de tantas voces que claman por la paz y por un mundo fraternal. Terminamos con las últimas palabras del llamamiento del Papa a hacer intensamente oración por el fin de las hostilidades: “Que la Reina de la paz preserve al mundo de la locura de la guerra”.
En nombre del Equipo de Coordinación y Redacción, un abrazo fraterno
Montserrat Martínez