Agustín, un viudo con dos hijos que decidió hacerse diácono

Menos consagrar y confesar puede hacer de todo. Bendecir personas y cosas, predicar la homilía, asistir al sacerdote, formar a los catequistas… Desde esta semana Agustín Pérez Mosquera, viudo y padre de dos hijos de 23 y 20 años, es diácono permanente. «Puede ser conferido a hombres célibes o casados. Si el candidato está casado, la esposa debe autorizar por escrito la aceptación para la ordenación de su marido. Un diácono casado no puede volver a contraer matrimonio y, en el caso de Agustín, tampoco. Un casado se puede ordenar, un ordenado no se puede casar», resume José Carlos Alonso, párroco de Santa Eulalia de Liáns, en Oleiros, A Coruña, donde trabajó pastoralmente el nuevo diácono estos últimos años. «Si mi mujer viviese, estaría de acuerdo porque ella sabía que la religión siempre estuvo muy presente en mi vida y también la vocación de servicio», comenta sobre Malús Rey, fallecida hace 3 años y que era profesora del colegio coruñés Las Esclavas.

Sus hijos, me dice, lo aceptaron con naturalidad. «Les expliqué lo que significaba y lo entendieron», apunta Agustín, que el 9 de septiembre cumple 61 años. Estudió en los Dominicos y ya de joven sintió la llamada de la fe. «Incluso pensé en meterme dominico. Fui catequista, estudié Teología, Psicología y ejerzo de profesor de Religión y psicólogo orientador», destaca. Coruñés residente en Oleiros, llevaba años interesado en la figura del diácono ya que no se podía plantear el sacerdocio debido a su condición de casado. «Puedo hacer todo lo que me encargue el obispo, y no solo en la liturgia sino en las actividades de la parroquia, especialmente en lo que se refiere a la caridad», resume. En la colegiata de Santa María del Campo tuvo lugar la ordenación de este hombre, viudo y con dos hijos, en un acto presidido por el obispo auxiliar Francisco José Prieto Fernández, que en el tiempo que lleva en este cargo confesó que era la primera vez que administraba el sacramento del Orden.

 

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