¿Como vivir el diaconado en este tiempo duro de "cuarestena"?

¿Como vivir el diaconado en este tiempo duro de «cuarestena»?

Diác. Gonzalo Eguía
Coordinador de Servir en las periferias
Bilbao, España, 1 de abril de 2020

Cuando nos disponíamos a arrancar la Cuaresma, escuchábamos en los medios de comunicación la propagación de un virus en China, paulatinamente las noticias eran más alarmantes. Poco tiempo después observábamos expectantes la expansión del COVID 19 por Italia, España… La Organización Mundial de la Salud ofrecía la profilaxis ante esta epidemia, que pronto se ha convertido en pandemia. Como había sucedido en China, primero en la zona norte de Italia, después en todo el país, y para el día 14 en España, todos éramos confinados en casa en una cuarentena, situación que, de una u otra forma, se ha venido dando en casi todos los países del mundo. En España la cuarentena iba a durar en un primer momento quince días, después se ha ampliado al mes, y ya los medios de comunicación prevén que se ampliará todo el mes de abril. En esta situación excepcional, que solo tiene recuerdo en las memorias de los mayores que vivieron las diferentes guerras o epidemias, el número de contagiados sube cada día, así como los fallecidos, y afortunadamente también el de recuperados.

Estamos en estado de shock, nos duele profundamente todo el sufrimiento que percibimos a nuestro alrededor: los fallecidos, sus familias, los enfermos, los que pierden temporal o definitivamente sus trabajos… todo ha sucedido de forma tan inesperada y abrupta que necesitamos tomar perspectiva para poder descubrir la presencia de Dios en este momento en el que, a primera vista, solo percibimos dolor y desolación. Quieren ser estas palabras una primera aproximación a esa toma de perspectiva.

La cuaresma en tiempo de cuarentena se ha convertido en una «cuarestena». Progresivamente los diáconos, como el resto de los conciudadanos, nos hemos visto confinados en nuestros hogares. Anuladas las Eucaristías públicas, la celebración de los sacramentos, las reuniones y acompañamientos de las diferentes áreas encomendadas a nuestro ministerio, nos hemos ido encontrando con pocas actividades pastorales que realizar en el exterior, en mi caso se resumen a dar tierra a los difuntos y acompañar situaciones de vulnerabilidad que acompaña Cáritas.

Los diáconos somos personas de acción, quizás solemos medir nuestra entrega y nuestro servicio por lo que «hacemos», así que según van pasando los días de «cuarestena» nos hemos ido preguntando ¿Qué aportar como diácono en este momento singular de nuestro mundo y de nuestra iglesia?. En el apartado de testimonios de este Informativo podemos leer interesantes reflexiones al respecto.

La «cuarestena» se va convirtiendo en un tiempo de parón. Acostumbrados a vivir de prisa, a tener la agenda llena de actividades, a medir la entrega y el servicio por las horas, días, semanas… entregadas, percibimos que la vida se para. En un primer momento nos sentimos agobiados por no poder «hacer» cosas, como estábamos acostumbrados. Estos días resuenan en nuestro interior de forma incesante estas preguntas ¿Qué estamos haciendo con la vida? ¿Qué sucede con este mundo, con este planeta? Tristemente tan solo cuando hacemos retiros o ejercicios espirituales disponemos de un tiempo similar, prolongado, para contrastar la vida ante la presencia de Dios. Un tiempo para renovar la centralidad de Dios en la vida. Esta pandemia es responsabilidad única de los seres humanos, nunca de Dios que desea lo mejor para sus hijas e hijos, es también responsabilidad nuestra convertir tanto dolor y sufrimiento, tantas preguntas y desconciertos en un verdadero Kairós en nuestra vida.

La «cuarestena» vivida en familia. Cuantas veces hemos escuchado los diáconos que el primer lugar para el ejercicio de nuestro ministerio es la propia familia. Este momento nos da la posibilidad de vivir la experiencia de un tiempo amplio y denso en cantidad y calidad con nuestras familias. Para poder hacer realidad que cada una de ellas puedan ser pequeñas iglesias domésticas, con sus luces y sus sombras, para apoyarse mutuamente, para ayudar a que las esperanzas e ilusiones de cada miembro se puedan hacer realidad, según el proyecto que Dios tiene para cada cual. Para poder acompañar con tiempo y delicadeza si hay dolor, enfermedad, frustración. También para compartir con ellos y ellas el sinsentido de esta situación, las causas y los efectos de la misma, las esperanzas y los cambios necesarios, y presentárselos al Padre.

La «cuarestena» vivida como reclusión. Estamos habituados a ir de un sitio para otro, recorriendo en muchas ocasiones largas distancias para poder desarrollar nuestro ministerio, para trabajar, para descansar en tiempo vacacional o estival. De pronto nos vemos confinados entre las paredes de nuestras casas, en muchos casos pequeñas y muy limitadas. Y cuando comenzamos a sentir la impotencia estéril de no poder «hacer» nada, nos sentimos interpelados por las personas a las que acompañamos normalmente, de forma especial las enfermas, las que viven solas, las más vulnerables y marginadas, a las que podemos presentar ante el Señor en la oración. Podemos también llamarles por teléfono para mantener un diálogo tranquilo, que además de proporcionarles seguridad y confianza, pueda detectar posibles necesidades de cualquier tipo, que podríamos atender. Una convocatoria a hacer real que la Comunidad la hacemos las personas, no los templos, las situaciones vitales compartidas a la luz de la fe, no las estructuras, a veces tan antievangélicas.

Es esta una «cuarestena» para mirar a través de nuestras ventanas: calles vacías, carreteras sin coches, animales que toman los espacios públicos, que nos recuerdan que a ellos les pertenecían estos lugares, antes que nosotros los invadiésemos. Ventanas que permiten ver cielos y aguas mas transparentes y limpios, y nos interrogan ¿Qué estamos haciendo de esta creación?

Ventanas que nos recuerdan a otras ventanas del mundo, un mundo interconectado e inter relacionado para bien y para mal, que nos dicen que formamos parte de un único planeta, mas allá de países, naciones, fronteras, lenguas, y religiones…

Unas ventanas que nos muestran, en primera persona y de manera excepcional, lo que tantos millones de seres humanos viven a diario en tantos lugares del mundo. Ventanas que nos hablan de otras epidemias hoy aún vigentes pero olvidadas. La Organización Mundial de la Salud -OMS- nos recuerda la situación de África Occidental con el ébola, presente desde el año 2014, con más de 30.000 personas infectadas y 11.000 muertes. O en África subsahariana la malaria, que solo en el año 2018 causó 228 millones de infectados y 405.000 muertos. O en el mundo, con el dengue, que anualmente causa 390 millones de infecciones, o el sarampión, prácticamente erradicado en el primer mundo, pero que solo en el año 2017 causó 110.000 muertos. Pero claro, todo esto pasa en ventanas muy lejanas a las de nuestro primer mundo, prácticamente no las vemos, y no tienen ninguna incidencia en nuestros periódicos o televisiones. Me pregunto con preocupación y sufrimiento: ¿Dónde se van a confinar tantos millones de seres humanos sin hogar? ¿Cómo lavaran sus manos tantas personas que no disponen de agua? ¿Qué efectos tendrá el coronavirus en África?

Este puede ser un tiempo para recuperar la conciencia de que somos UN ÚNICO MUNDO y que, en la aventura de la vida, o caminamos unidos, o no tenemos futuro.

Una «cuarestena» que modifica nuestra percepción de la realidad y de las personas. Lo que normalmente pasaba desapercibido, lo que no era valorado, lo que no importaba, ahora cobra relevancia evangélica, de entrega y servicio: la labor de los empleados de los supermercados, de la limpieza pública, los transportistas, conductores de medios de transporte, taxistas… sin olvidar la labor de todo el personal sanitario en hospitales, en residencias de ancianos, gracias a los cuales podemos recuperar y mantener la vida. El ejemplo callado de tantos hermanos y hermanas que están haciendo real el seguimiento de Jesús en favor de los últimos: laicos y laicas, religiosos y religiosas, consagrados, diáconos, presbíteros y obispos. Puede ser este un buen momento para revisar nuestro diaconado ante el ejemplo de tantas y tantas personas buenas, en ocasiones héroes, que no dudan en dar la vida por los demás.

Una «cuarestena» en la que vemos como tantos compañeros y compañeras de camino van perdiendo transitoria o definitivamente su empleo. En un momento crítico donde tantos gobernantes anteponen el crecimiento económico a la salud de los ciudadanos. Donde proyectando la crisis económica que muy probablemente nos llegará, cuesta invertir hoy en salvar vidas humanas, porque en su debido tiempo se prefirió invertir en otros intereses más mezquinos, olvidando la investigación, la salud, la sanidad.

Una «cuarestena» donde el bien más preciado es una mascarilla o un respirador. Una situación de depredación económica internacional, donde intereses ocultos de unos pocos, hace que se comercialice con productos sanitarios de primera necesidad para garantizar la supervivencia. Un tiempo que vuelve a hacer realidad de forma terrible y cruenta las palabras del Papa Francisco «esta economía mata». Quienes seguimos a Jesús, una vez superada esta situación, deberemos estar con los ojos bien abiertos, y mantener la voz bien alta para defender la justicia social en defensa de un trabajo digno para todos.

Como diáconos y cristianos, puede que esta «cuarestena» active nuestra humildad y refuerce nuestra identidad. La humildad, pues vivimos lo pequeños y vulnerables que somos, comprobando el ejemplo de servicio de tantas mujeres y hombres hacia sus semejantes. Y nuestra identidad, porque volvemos a experimentar que antes del «hacer» está el «ser», somos ante todo diáconos, cristianos, ciudadanos, seres humanos. Ojala esta «cuarestena» fortalezca de forma critica y evangélica lo que somos, como seguidores y seguidoras de Jesús.

Durante estos días he leído las palabras del número 4 de las Normas básicas de la formación de los diáconos permanente(Roma 1998), allí se nos recordaba que el diácono -al igual que los presbíteros y obispos- participamos de una manera específica de Cristo y de su ministerio, para ser sus instrumentos en favor del Mundo y de la Iglesia.

SER SUS INSTRUMENTOS, de manera especial en el SERVICIO. Aprovechemos esta «cuarestena», para luchar contra el coronavirus, apoyar a las victimas, e intentar convertirlo en un tiempo de gracia, para SER DIACONOS.

Es decir, para grabar en lo mas íntimo de nuestro corazón y nuestra alma, todo lo que estos días estamos viviendo y experimentando, donde Dios está presente y nos habla. Y «hagamos» lo que ahora el Señor nos pide con tantos impedimentos como percibimos, por un lado, pero también con tantas posibilidades, de forma que al terminar este duro tiempo, nuestro servicio y nuestro hacer diaconal pueda ser un medio mas eficaz para ser instrumentos de Jesús servidor hoy y aquí, pues ya nada será como antes.

Nuestro Informativo recoge en un apartado especial las noticias publicadas en relación con la pandemia del coronavirus.

Desde la Santa Sede son muchas las noticias que nos llegan en relación con la pandemia. Desde el día 9 de marzo se puede participar de la Eucaristía que el Papa Francisco celebra de forma privada en su residencia de Santa Marta, a las 7 de la mañana, hora italiana. En el Informativo se aporta el enlace que posibilita la conexión, tanto en directo como en diferido.

Se aporta también la oración completa del Papa a la Virgen del Divino Amor ante la pandemia del coronavirus.

La Organización Mundial de la Salud delineó 10 medidas básicas de prevención contra el Coronavirus COVID-19

Por expreso deseo del Papa la Penitenciaría Apostólica ha emitido un Decreto relativo a la concesión de indulgencias especiales a los fieles en la actual situación de pandemia.

Además, el Papa convocó una semana de oración ante la pandemia que consistió en tres momentos oracionales: el martes día 24, orando con el vídeo del Papa; el miércoles día 25, invitando a los cristianos de todas las confesiones a unirnos en la oración del Padre Nuestro: y el momento más relevante, el viernes día 27, un momento de oración presidido por el Papa con una homilía referida a la tempestad calmada por Jesús (Mt 8:23-27, Mc 4:35-41, y Lc 8:22-25), la adoración del santísimo Sacramento, y la bendición Uri et orbi con indulgencia plenaria.

Por último, se ha dado a conocer la publicación del publicación del Anuario Pontificio 2020 y del Anuario Estadístico de la Iglesia 2018. En ambos documentos se pone de relieve que el diaconado es una realidad eclesiástica que evoluciona rápidamen, cuyo número crece con fuerza tanto a nivel mundial como en los distintos continentes, aumentando un 10% en el quinquenio 2013-2017, pasándose de 43.195 a 47.504 diáconos.

La Red Eclesial Panamazónica -REPAM- ha creado un mapa para informar del avance de COVID-19 en la Amazonía. Además, con motivo del coronavirus se ha anulado el Primer Coloquio de Diáconos que iba a tener lugar entre los días 18 y 22 de junio en Santo Domingo.

Hemos conocido la luctuosa noticia de la muerte por coronavirus del primer diácono permanente, el franciscano estadounidense John-Sebastian Laird-Hammond -q.e.p.d.-.

Brasil aporta la significativa noticia de la ordenación del primer diácono permanente indígena de la tribu Tikuna. Antelmo Pereira Ângelo, unos de los líderes del pueblo tikuna, moradores desde siempre de esta región, fue ordenado en la diócesis de Alto Solimões, en el Amazonas brasileño. También en este país -en Brasilia-, ha tenido lugar la reunión ampliada de la Presidencia de la Comisión Nacional de los diáconos de Brasil. Recibimos también la buena noticia de la puesta en marcha de Escuela Diaconal San Lorenzo, en este caso en Porto Alegre. En el próximo informativo nos haremos eco de la realidad actual de las Escuelas Diaconales en Brasil. También por la pandemia se han anulado las convocatorias del Encuentro Nacional de Directores y Formadores de Escuelas diaconales, que iba a tener lugar entre los próximos 18 al 22 de mayo.

La Conferencia Episcopal Española, en su Asamblea Plenaria del mes de marzo, dio el visto bueno para solicitar a la Congregación para el Clero una prórroga de la vigencia de las Normas básicas para la formación de los diáconos permanentes en las diócesis españolas para un nuevo sexenio.

Hemos conocido que el recién elegido presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, monseñor Georg Bätzing, desea solicitar un permiso especial al Vaticano para ordenar diaconisas, una vez termine el Sínodo que aquel país está realizando, y que durará los próximos tres años.

Dos diáconos aconsejan sobre el coronavirus. Se trata del diácono Timothy P. Flanigan, profesor de medicina en la Escuela de Medicina Alpert, de la Universidad Brown, y doctor en la División de Enfermedades Contagiosas en los Hospitales Miriam y Rhode Island, y el diácono y médico diacono Rob Lanciotti.

En el apartado de testimonios destacan el del diácono español Santiago Pérez, entregado al servicio de dar tierra a los fallecidos por el coronavirus, y como ya he anunciado anteriormente, los que aporta la revista Deacon digest, bajo el epígrafe «Ahora es nuestro tiempo, ahora es nuestro momento: ejercitar el diaconado en una crisis» varios diáconos y una esposa de diácono manifiestan como están viviendo este momento ante la pandemia.

La próxima semana viviremos el misterio central de nuestra fe, celebrando el triduo pascual. Oramos para que dejemos atrás la Cuaresma y la Cuarentena, y que durante la cincuentena pascual el coronavirus pueda ser controlado en todo el mundo, como un fruto mas del triunfo de Cristo sobre la muerte. Mientras, que a nadie le falte lo necesario para hacer frente a esta pandemia, y que pronto podamos disponer de una vacuna para la inmunización mundial. A todas y todos nos tocará poner de nuestra parte, a los diáconos nos tocará seguir «haciendo», fortalezcamos ahora nuestro «ser».

¡El Señor ha resucitado, resucitemos todos con El, Aleluya!

En nombre del Equipo Coordinador y de Redacción, un abrazo fraterno.
Gonzalo Eguía

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