Una tarde con Montserrat Padrós, viuda del Diácono Lluís

Lic. Montserrat Martínez

Referente Arquidiocesana del CIDAL en Barcelona

Barcelona, España, 8 de noviembre de 2010

montserratm25@gmail.com

 

Son las 6 de la tarde del 8 de noviembre de 2010. Cuatro mujeres de edad avanzada, esposas de diáconos permanentes de Barcelona, llamamos a la puerta de la casa de Montserrat Padrós, viuda del que fue el primer diácono permanente de Barcelona y de España.

 

Montserrat abre la puerta, contenta y emocionada. Hoy hace treinta años que su esposo, Lluís Nadal Padró, era ordenado en la parroquia de Santa María, de Badalona, en la diócesis de Barcelona, por la imposición de manos del entonces Cardenal de Barcelona, Mons. Narcís Jubany, impulsor decidido de la reinstauración del diaconado como grado permanente en la Iglesia católica. Bajo su tutela y guía, junto con las de Mons. José M. Bueno Monreal, cardenal de Sevilla y de Ramón Buxarrais, obispo de Málaga, se fueron dando los pasos necesarios hasta que, en abril de 1978, la Congregación para los Sacramentos y el Culto Divino aprobó las Normas prácticas para la instauración del diaconado permanente en España, presentadas por la Conferencia Episcopal Española a la Santa Sede.

 Montserrat nos ofrece asiento en torno a una mesa, y una rica merienda, que compartimos en medio de una animada conversación. Lo primero que nos dice Montserrat es: ¿Qué, qué me contáis del diaconado? Porque ella, que había acompañado a su esposo siempre desde el momento en que empezó a prepararse para su ordenación, ahora en contadas ocasiones puede participar en los encuentros, formativos y de fraternidad, que con cierta frecuencia llevamos a cabo los diáconos y esposas de las diócesis catalanas; pero la marcha del diaconado sigue estando en lo más íntimo de su corazón. Ella, como nosotras, había ya formado parte del “Círculo de amigos del diaconado”, creado en Barcelona el 12 de noviembre de 1977; junto a nuestros esposos habíamos leído, reflexionado y orado, mientras se creaban entre nosotras fuertes lazos de amistad; nuestra pequeña historia personal, conyugal y familiar puede ser un sencillo paradigma de la historia de la restauración del diaconado permanente en nuestro país.

 Pasan las horas y llega el momento de despedirse. Antes, sin embargo, surge de nuestros labios y de nuestro corazón una oración: Señor, te damos gracias por nuestras vidas y por las de nuestros esposos, por la gracia del diaconado, por los diáconos de todo el mundo y sus familias, por los candidatos al diaconado, por los sacerdotes y obispos que tienen el encargo y la responsabilidad de promover el diaconado permanente; haz que todos, en comunión, nos esforcemos en construir una Iglesia cada día más al servicio de Dios y de los hermanos, especialmente los más necesitados.

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