Reflexiones teológicas de algunos miembros de la Comisión Vaticana sobre el diaconado femenino: Phyllis Zagano

Este artículo de la profesora Phyllis Zagano, miembro de la Comisión Vaticana que está estudiando el diaconado femenino, fue publicado en el año 2015, un año antes de que el Papa Francisco decidiera la creación de la Comisión.

Ordenar a las mujeres católicas como diáconos.

El mundo parece estar encantado con el papa Francisco, pero ¿qué ha hecho para que las mujeres tengan voto en las decisiones de la Iglesia católica? Y de manera más específica, ¿qué puede hacer?

Francisco, desde luego, ha estado ocupado con otros asuntos. El jesuita de 78 años se encuentra en el tercer año de su papado y parece estar comprometido con la reforma de la Curia Romana que, a todas luces, es una burocracia inflada resistente al cambio. Los primeros movimientos del papa hacia la transparencia de los asuntos financieros del Vaticano le han generado enemistades dentro del sistema y, al mismo tiempo, sus esfuerzos continuos por destapar irregularidades fiscales en la Iglesia le han complicado el camino hacia la reforma de la Curia. Los esfuerzos paralelos de Francisco—la reforma curial y financiera—respaldan sus motivaciones y objetivos preponderantes: predicar el Evangelio y vivir su mensaje.

Pero, ¿qué pasa con las mujeres? En entrevistas y textos, el papa regresa con frecuencia al tema del papel de las mujeres en la Iglesia. A los pocos meses de su elección, durante una entrevista con Antonio Spadaro, editor jesuita de La Civiltà Cattolica, una de las revistas más antiguas de Italia y la única aprobada por la Secretaría de Estado de la Santa Sede1, Francisco hizo un llamado por “una presencia femenina más incisiva en la Iglesia”. A raíz de la entrevista papal, traducida a varios idiomas y publicada en dieciséis revistas jesuitas, el periódico español El País2 sugirió que Francisco estaría considerando la posibilidad de nombrar cardenal a una mujer. La nota provocó la siguiente respuesta del papa: “!No sé de dónde salió ese comentario!”

No obstante, algunos meses después, durante su exhortación apostólica Evangelii Gaudium (La alegría del Evangelio), Francisco repitió el mismo llamado: “todavía es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia3”. Y lo repitió una vez más en febrero de 2015, durante un discurso ante la asamblea plenaria del Consejo Pontificio de la Cultura sobre las mujeres en la Iglesia.4 Este evento ocurrió quizás en respuesta a otra sugerencia—el desarrollo de “una teología de la mujer en la Iglesia”–la cual hizo Francisco en el avión papal mientras volaba de regreso a Roma tras haber asistido a la Jornada Mundial de la Juventud en Brasil.

A pesar del interés papal—durante el vuelo de salida de Río, Francisco pareció quejarse del papel limitado de las mujeres5—la ordenación sigue siendo un punto de desacuerdo. La Iglesia católica enseña que no se puede revertir la decisión de Jesús de elegir apóstoles masculinos, antecesores de sacerdotes y obispos. El poder sacramental y la autoridad judicial son parte del sacerdocio y de la consagración episcopal. Por no tener acceso a ninguna de éstas dos, las mujeres pueden cooperar con la autoridad, pero no la pueden compartir.

Éste no es necesariamente el caso. Para desempeñar plenamente ciertos oficios en la Iglesia (en términos canónicos se dice que los oficios se obtienen), un individuo debe ser un clérigo, es decir que no puede ser una persona laica que no ha sido ordenada. Pero los cargos de obispo y sacerdote no son los únicos rangos clericales de la Iglesia. Los diáconos también son clérigos ordenados y existen registros históricos de mujeres ordenadas al diaconado, que datan desde los primeros siglos del Cristianismo hasta la Edad Media, cuando el diaconado se desvaneció como un orden separado. Cuando los sacerdotes absorbieron los deberes de los diáconos, la ordenación al diaconado se convirtió simplemente en el camino cursus honorum para llegar al sacerdocio. Cada vez menos mujeres—en su mayoría abadesas monásticas—recibieron la orden de diácono, y si la recibieron fue para servir principalmente dentro de sus propios conventos.

Sin embargo, después del Concilio Vaticano Segundo, la Iglesia católica restableció al diaconado como grado permanente. Algunos obispos incluso recordaron que en el pasado, las mujeres habían estado presentes en el debate conciliar como diáconos,6 pero los nuevos documentos promulgados establecieron específicamente que sólo los hombres serían llamados a la orden diaconal. Cuando el papa Pablo VI restauró el diaconado como orden permanente para toda la Iglesia (nunca desapareció por completo de las Iglesias católicas orientales), preguntó por las mujeres diáconos, posiblemente ante la Comisión Teológica Internacional, pero al menos ante uno de sus  miembros más prominentes, Cipriano Vagaggini. En 1974, una revista del Pontificio Instituto Oriental en Roma publicó el minucioso trabajo histórico y teológico de Vagaggini en italiano: sí, las mujeres alguna vez fueron ordenadas como diáconos y podrían ser ordenadas otra vez.7

Al mismo tiempo, crecía el interés en la ordenación de las mujeres católicas como sacerdotes, a manera de respuesta, en parte, ante las 11 mujeres anglicanas que recibieron la orden sacerdotal en Philadelphia, Estados Unidos, en 1974. En 1976, la Congregación para la Doctrina de la Fe, dicasterio responsable de la doctrina de la fe y moral, publicó su postura en el documento Inter Insigniores, donde decía que no se puede ordenar a las mujeres como sacerdotes. La cuestión de las mujeres diáconos fue específicamente omitida. Esto desencadenó dos debates separados, uno sobre las mujeres diáconos, otro sobre las mujeres sacerdotes; a veces se argumentaba que la historia de las mujeres ordenadas como diáconos establecía un precedente para ambas posibilidades.

Pero en 1994, el papa Juan Pablo II emitió una carta apostólica de cuatro párrafos, Ordinatio Sacerdotalis, donde afirmaba que la prohibición de las mujeres sacerdotes “atañe a la misma constitución divina de la Iglesia”, y que este dictamen, que la Iglesia no tiene la facultad para conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, “debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia”.8 El documento generó una serie de preocupaciones entre las cuales destacan las opiniones contradictorias sobre la “infalibilidad” del documento. Es importante resaltar que la carta no mencionó a las mujeres diáconos.

Un argumento interesante que aparece en el primer documento sobre mujeres sacerdotes (Inter Insigniores) pero no en el segundo, es el argumento supuestamente icónico, que dice que una persona debe ser hombre para representar a Cristo. Si uno sostiene que todas las personas fueron creadas en la imagen y semejanza de Dios, y que Cristo es la segunda persona de la Trinidad y por lo tanto es Dios, no tiene sentido decir que una mujer no puede ser la imagen de Cristo. En cualquier caso, tendría sentido decir, sin peso teológico para esta perspectiva, que las mujeres no pueden ser la imagen de Jesús. La distinción es crítica porque la persona ordenada representa al Señor Resucitado y no al restringido ser humano y hombre Jesús.

Reconocer que todas las personas, incluidas las mujeres, fueron creadas en la imagen y semejanza de Dios—principio básico de la enseñanza católica—no es conceder que las mujeres podrían tener acceso automático al sacerdocio. Aún si se abandona el argumento icónico (algunos todavía dicen que está “implicado” en el documento de 1994), falta resolver la cuestión de la autoridad, que se apoya en la ley divina para excluir a las mujeres del orden sacerdotal. Por lo tanto, la ordenación diaconal de las mujeres no es un presagio de su eventual ordenación como sacerdotes.

Si bien la prohibición de las mujeres sacerdotes es permanente y coercitiva, la restauración de las mujeres en el orden diaconal no sería tan complicada, específicamente porque la costumbre actual de no ordenar mujeres diáconos responde “a una mera ley eclesiástica”–a un reglamento, mas no a una doctrina. La afirmación de la ordenación sacerdotal como ley divina, se refiere a la supuesta intención de Jesús con los apóstoles. Pero la selección de sirvientes iniciales—diáconos—por parte de los apóstoles, se hizo entre aquellos promovidos por la comunidad después de la muerte y resurrección de Jesús (Hechos 6:1-6). Aunque no aparece en el libro de Hechos, Febe es la única persona nombrada en las escrituras como diácono (Romanos 16:1). La evidencia de la existencia de mujeres diáconos a lo largo la historia es tan abundante que parecería que Francisco podría fácilmente restaurar a las mujeres en el diaconado.

Aquí es donde se enciende el debate. En 2002, la Comisión Teológica Internacional, organismo de la Congregación para la Doctrina de la Fe, publicó un estudio muy esperado sobre el diaconado.9 Al parecer, un subcomité de la sesión de 1992-97 de la Comisión Teológica Internacional completó un documento de diecisiete o dieciocho páginas sobre las mujeres diáconos, que su entonces presidente, el Cardenal Joseph Ratzinger, se negó a firmar. Por fin, en 2002, la sesión subsecuente de la Comisión Teológica Internacional aprobó un documento mucho más largo pero poco concluyente, donde se establecía que en la Iglesia temprana los hombres y mujeres diáconos habían ejercido papeles diferentes, que el sacerdocio y el diaconado eran ministerios separados y distintos, y que la cuestión de admitir a las mujeres en el diaconado, era una decisión que correspondía al “ministerio de discernimiento” de la Iglesia.

El subcomité reconfigurado, dirigido por Henrique Noronha de Galvão, ex-alumno del Cardinal Ratzinger en Regensburg, produjo un segundo estudio que, de manera extraña y a pesar de ser de treinta mil palabras de extensión, omitió una gran parte de la historia sobre las mujeres diáconos. El estudio implica que la persona ordenada como diácono debe ser la imagen de Cristo, y lo hace especialmente en una serie de pasajes no citados y en la paráfrasis de un libro escrito anteriormente por Gerhard L. Müller, miembro del subcomité, nombrado obispo de Regensburg días después de la publicación del documento.10 Müller, designado prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe siete meses antes de la renuncia de Benedicto XVI y ratificado por Francisco, también es el editor de la “Opera Omnia,” colección de escritos de Joseph Ratzinger.

Los estudios que promueven la idea de las mujeres en el diaconado, como el largo artículo de Vagaggini y su intervención un tanto más breve ante el Sínodo de los Obispos en 1987, son conocidos entre los investigadores del tema y se unen al gran cuerpo de investigación de Roger Gryson, Corrado Marucci, Pietro Sorci y Phillipe Delhaye, entre otros, quienes fueron ignorados o menospreciados por los escritores del documento de 2002.11

A pesar de que Francisco está interesado en mejorar la posición de las mujeres en la gobernanza y en el ministerio de la Iglesia, y pese a que existen suficientes pruebas teológicas para readmitir a las mujeres al orden diaconal, el papa tendrá que superar una serie de obstáculos curiales para poder moverse en la dirección que parece obvia. Las mujeres diáconos podrían ocupar puestos significativos en el Vaticano y en todo el mundo. Incluso las mujeres diáconos podrían convertirse en cardenales. Pero en 2008, la Congregación para la Doctrina de la Fe decretó que la ordenación de las mujeres es un crimen merecedor de excomulgación inmediata.12

Francisco calificó la conexión del sacerdocio con el poder y la autoridad como  problemática, y escribió: “Aquí hay un gran desafío … con respecto al posible lugar de la mujer allí donde se toman decisiones importantes, en los diversos ámbitos de la Iglesia”.13 Pero si el sacerdocio es el problema que impide “una presencia femenina más incisiva en la Iglesia,” entonces el diaconado es la solución.

 

Traductor: Benjamín de Buen Kalman

 

Tomado de: http://bulletin.hds.harvard.edu/articles/summerautumn2015/ordain-catholic-women-deacons  http://www.nexos.com.mx/?p=27120


1 En el número del 30 de septiembre de 2013 de la revista América, apareció una traducción al inglés editada de esta entrevista de Spadaro bajo el nombre «A Big Heart Open to God», pero omitía estas palabras que luego fueron cambiadas para la publicación en línea, americamagazine.org/pope-interview.

2 Juan Arias, «¿Una mujer cardenal?» El País Internacional, 22 de septiembre, 2013.

3 «Exhortación apostólica Evangelii Gaudiom del Santo Padre… sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual,” 24 de noviembre de 2013.

4 Laura Ieraci, « Pope Urges ‘More Widespread and Incisive Female Presence’ in Church,» Radio Vaticano, 7 de febrero, 2015.

5 La traducción oficial es la siguiente: “Lo único que podemos decir es: pueden hacer esto, pueden hacer lo otro, ahora son servidoras del altar, ahora hacen las lecturas, están a cargo de Cáritas (caridades católicas). !Pero hay más! Tenemos que desarrollar una teología de la feminidad. Es lo que yo pienso”. Las traducciones previas citan correctamente a Francisco cuando dijo” “Tenemos que desarrollar una teología profunda de la mujer. Es lo que pienso”. Ver «Apostolic Journey to Rio de Janiero on the Occasion of the XXVIII World Youth Day: Press Conference of Pope Francis during the Return Flight, Papal Flight Sunday, 28 July 2013,» w2.vatican.va.

6 Acta et ocumenta Concilio oecumenico Vaticano II apparando, series prima (anteprapparatoria) (Typis Polyglottis Vaticanis, 1960–1961), II/II, 121, as cited in Gary Macy, William T. Ditewig, and Phyllis Zagano, Women Deacons: Past, Present, Future (Paulist Press, 2011).

7 Cipriano Vagaggini, «L’ordinazione delle diaconesse nella tradizione greca e bizantina,» Orientalia Christiana Periodica 40 (1974): 146–189. La creación y supresión de este documento fue registrado en Peter Hebblethwaite, Paul VI: The First Modern Pope (Paulist Press, 1993), 640.

8 «Apostolic Letter Ordinatio Sacerdotalis of John Paul II to the Bishops of the Catholic Church on Reserving Priestly Ordination to Men Alone,» 22 de mayo, 1994, w2.vatican.va.

9 Escrito y publicado originalmente en francés, luego en italiano e inglés, el document ahora está disponible en línea en nueve idiomas en www.vatican.va.

10 Compare, por ejemplo, From the Diakonia of Christ 3 y Priesthood and Diaconate 183, 185–186; From the Diakonia of Christ 4 y Priesthood and Diaconate 186, 184, 186, 187; From the Diakonia of Christ 5 y Priesthood and Diaconate 190–191; From the Diakonia of Christ 6 y Priesthood and Diaconate 187; From the Diakonia of Christ 19 y Priesthood and Diaconate 216; From the Diakonia of Christ 20 y Priesthood and Diaconate 216, 217, 204; From the Diakonia of Christ 22 y Priesthood and Diaconate 218; y From the Diakonia of Christ 23 y Priesthood and Diaconate 217. Algunas citas y notas al pie de página son idénticas. Ver Gerhard L. Müller, Priesthood and Diaconate: The Recipient of the Sacrament of Holy Orders from the Perspective of Creation Theology and Christoloty, trans. Michael J. Miller (Ignatius, 2002). Documento original en alemán ,Priestertum und Diakonat: Der Empfänger des Weihesakramentes in schöpfungstheologischer und christologischer Perspective (Johannes Verlag, 2000).

11 Ordination of Women to the Diaconate in the Eastern Churches: Essays by Cipriano Vagaggini, ed. Phyllis Zagano (Liturgical Press, 2013). Un libro de traducciones que incluye estos ensayos será publicado por Liturgical Press en 2016.

12 Congregation for the Doctrine of the Faith, «General Decree regarding the Delict of Attempted Sacred Ordination of a Woman,» www.vatican.va.

13 Evangelii Gaudium, 104.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *