Reflexiones sobre el diaconado permanente en Argentina VI

Intervención del diácono José Espinós en la Asamblea Plenaria del Episcopado Argentino en noviembre de 1996

Diác. Lic. José Espinós

Secretario Adjunto de la Comisión Episcopal de Ministerios (CEMIN)

de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA)

Noviembre de 1996

Comienzo del Diaconado Permanente en Argentina

En noviembre de 1974 la CEA creó el Departamento de Sagrados Ministerios y Diaconado Permanente dentro del ya existente Equipo Episcopal de Sacerdotes, Seminarios, Vocaciones y Ministerios (EESSVYM) y Mons. Manuel Guirao, entonces Obispo de Orán, fue nombrado presidente del nuevo Departamento. A él le tocó la nada fácil tarea de conducir y acompañar la implementación del Diaconado Permanente en Argentina a lo largo de sus primeros 18 años (1974-1992).

Las estadísticas del Anuario Pontificio indican que los primeros diáconos fueron ordenados después del año 1970.

Las ordenaciones en el primer quinquenio fueron muy pocas.

En 1975, a una década de la petición de la CEA a la Santa Sede, sólo habían sido ordenados 7 Diáconos permanentes. Pero desde entonces el crecimiento no conoce pausa. En 1980 los diáconos llegaban a 25 (257% más en sólo cinco años); en 1985, a 54 (116%); en 1990, a 163 (201%); en 1995, a 314 (93%). Si tenemos en cuenta que la información del Anuario Pontificio corresponden a la situación de dos años antes, más de la que disponemos, se puede afirmar que hoy (1996) los diáconos argentinos superan los 400.

Todas las regiones eclesiásticas del país cuentan con diáconos permanentes. De las 62 jurisdicciones eclesiásticas, 45 tienen, al menos, un diácono permanente y de las 17 restantes, más de la mitad ya han comenzado la formación de candidatos.

Los diáconos permanentes célibes no alcanzan el 2% del total.

En general, de los tres ministerios propios del diácono: la liturgia, la Palabra y la caridad, el que más los ha ocupado y los ocupa es el de la liturgia, en más del 90%. Seguramente debido a la ayuda ministerial que reclama la escasez de sacerdotes. Sin embargo, se percibe una creciente, aunque todavía leve presencia diaconal en los otros dos ministerios como: a) animadores de comunidades distantes de los templos parroquiales; b) en las catequesis familiar, prebautismal y prematrimonial; c) en la pastoral de la salud y en los hospitales; d) en la pastoral social y en Cáritas; e) en las curias y en los consejos de asuntos económicos diocesanos y parroquiales; f) en la pastoral funeraria y en los cementerios, etc.

Una formación básica de las esposas de los candidatos parece ser de creciente interés entre las escuelas, pues se considera que hay derechos y obligaciones que los diáconos, al asumirlos con la ordenación, afectan necesariamente a sus familias. Algunas escuelas ya han preparado programas sencillos con temas doctrinales que éstas, en cuanto a esposas de clérigos, no pueden ignorar.

Hasta el momento, el número de los diáconos que abandonaron el ministerio es irrelevante.

El parecer de los Presbíteros en general y de los consejos presbiterales en particular, han tenido notable peso en las decisiones que ustedes, señores obispos, han tomado de ordenar diáconos permanentes.

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