Reflexiones sobre el diaconado permanente en Argentina II

 

 

Presentación de la tesis doctoral de la doctora Beatriz Balian de Tagtachian: «Los Diáconos Permanentes en la Iglesia Católica Argentina: un nuevo rol en su estructura»

José Espinós

Buenos Aires, 29 de septiembre de 1998

 

El diaconado como tema de estudio sociológico

 

Aún recuerdo perfectamente aquel viaje que hiciera con la entonces Lic. Beatriz Balian para participar en Córdoba del Encuentro Nacional de Diáconos Permanentes en el invierno de 1988. Mons. Gerardo Farrell me la había presentado como experta en temas relacionados con la familia. A pedido de la Comisión Episcopal de Ministerios le había solicitado que expusiera sobre las características sociológicas de la familia del diácono casado. Ese viaje significó para mí el comienzo de una ininterrumpida relación con Beatriz y, al mismo tiempo, de un enriquecimiento permanente, fruto de sus reflexiones y de sus trabajos.

 

Si bien admiraba su interés por cada dato que le proporcionaba, no imaginé entonces que una década más tarde estuviera presentando la publicación de su tesis doctoral sobre el diaconado permanente. He sido testigo de sus múltiples viajes, de sus investigaciones, entrevistas e interpretaciones de encuestas, además de las exposiciones de sus estudios en encuentros diaconales argentinos y latinoamericanos. El CELAM ya la ha convocado a integrar el Equipo Continental de Expertos sobre Diaconado Permanente.

 

Su tesis doctoral, un aporte a la Iglesia

 

Una de las características del Concilio Vaticano II ha sido, sin duda, el impulso que le ha dado al diálogo Iglesia-mundo. El buscado “aggiornamiento” de la Iglesia, implicaría, entre otras cosas, aprender a dialogar con el mundo. Y esto supone, como dice Gaudium et Spes que “es necesario… conocer y comprender el mundo en el que vivimos, sus esperanzas, sus aspiraciones y el sesgo dramático que con frecuencia le caracteriza” (nº 4).

 

Deberíamos entender desde esta perspectiva de apertura conciliar, el restablecimiento del diaconado permanente (LG 29; AG 16). Porque los diáconos, junto a nuestros Obispos y sacerdotes, somos pastores del Pueblo de Dios, que vivimos insertos en la sociedad y hemos sido enviados para servirla. Pero es evidente que no basta con estar presente en ella, se hace necesario, además, conocer las luces y las sombras de nuestra propia cultura, para evangelizarla con eficacia. En ese sentido, los diáconos permanentes recibimos con gozo este trabajo sociológico de Beatriz, por considerarlo una herramienta oportuna e interesante y le reconocemos su visión conciliar al enmarcar el diaconado en una Iglesia llamada a renovarse y ser misionera;

 

Valoro enormemente el abordaje que hace de cuestiones muy importantes, como:

 

* su interés por favorecer, desde el ángulo sociológico, la búsqueda de identidad del diácono en la Iglesia y en la sociedad de nuestro tiempo, porque, como advierte Beatriz, su rol aún no está suficientemente afianzado. Todavía se necesita encontrar los rasgos externos que les permitan reconocer a los demás fieles la misión específica del diácono en la Iglesia;

 

* el estudio que hace sobre la familia del diácono casado, en especial sobre el nuevo rol de la esposa en las relaciones sociales, uno de los puntos más críticos, que requiere clarificación, como la vocación a la doble sacramentalidad, ser esposa de un clérigo, incorporar nuevas pautas de comportamiento familiar, tensiones originadas a partir del ejercicio ministerial del esposo…;

 

* considera al diácono como animador de animadores, particularmente enviado a asistir a los más desatendidos, a los más alejados de la actividad formal de la Iglesia, los pobres;

 

* la sistematización de las conclusiones de los encuentros diaconales, muchas de ellas prácticamente olvidadas, mostrándonos la actualidad de sus enseñanzas. Uno puede encontrarse a lo largo de la obra la evolución y la evaluación de experiencias diaconales de los últimos 30 años;

 

* los datos comparativos que hace de esas conclusiones y experiencias entre regiones de nuestro país y con otros países, facilitándonos la ampliación del horizonte de este joven ministerio. Resulta interesante cómo la autora detecta y resalta las líneas constantes de esas tres décadas, al mismo tiempo que nos propone los grandes ejes de la problemática social del diaconado en el futuro.

 

Como uno de los tantos destinatarios de su obra, quiero agradecer a las autoridades de la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas de la UCA el apoyo que le brindaron a Beatriz en la elección y el desarrollo de un tema tan inusual. A ella le quiero manifestar mi admiración y reconocimiento por el entusiasmo y la pasión que ha puesto en este trabajo sobre el diaconado permanente, un ministerio eclesial que muchos todavía no han descubierto.

 

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