Pedro Jara Vera, nuevo diácono para la Iglesia de Madrid

  Diác. Francisco José García-Roca LópezReferente Arquidiocesano del CIDAL en MadridMadrid, España, 12 de noviembre de 2011lerchundiong@hotmail.com; Feliz esposo y padre, profesor entregado, corredor de maratones, insigne escritor, testigo en el momento de introducir el cuerpo de Madre Teresa en el sepulcro, ingeniero, psicólogo, ha finalizado el largo Camino Neocatecumenal, y un largo etcétera hacen de Pedro Jara un hombre dotado de innumerables cualidades. Pues todavía el Señor le tenía guardado algo a Pedro, el que se convirtiese en ministro suyo, por ello el pasado 12 de noviembre fue ordenado diácono en la madrileña Parroquia de Nª Señora de Aluche. La Archidiócesis de Madrid tiene como ordinario al cardenal D. Antonio María Rouco Varela y fue con licencia del mismo, conferido el sacramento del orden en el grado de diacono por el Obispo Titular de Ursona y Auxiliar de Madrid D. César Augusto Franco Martínez, obispo muy nombrado últimamente por haber sido el encargado de la organización de la reciente Jornada Mundial de la Juventud. El neodiácono es ingeniero de telecomunicaciones y licenciado en psicología. Está casado con Lourdes y son padres de tres niños, Clara, Marcos y Teresa. Pedro se dedica a la docencia en el mismo colegio que Lourdes, en el Real Colegio de las Escuelas Pías de San Fernando. Es autor del libro “Que me empape la lluvia”, editado por Edibesa en 2006 como “A la sombra de la Madre Teresa”. Y fue un 5 de septiembre al finalizar la Misa por la Madre Teresa de Calcuta cuando le pregunté a Pedro si no estaría llamándole el Señor al ministerio diaconal. No se me puede olvidar la emotiva respuesta de Pedro: “Se me acaban de poner los pelos como escarpias”, como expresión de que sin duda el Espíritu estaba soplando con fuerza. Le puse en contacto con los responsables del diaconado en Madrid y tras seis años de formación y pastoral, ha entrado a formar parte de nuestra fraternidad diaconal de Madrid. Grupo no muy numeroso, pero grande en la calidad y entrega de sus miembros, siendo ahora Pedro clara muestra de ello. Junto a él y su familia hemos vivido muchos momentos entrañables, sobre todo cuando compartimos voluntariado en las casas de las misioneras de la caridad de la Madre Teresa de Calcuta en Setubal, Portugal y en Tánger, Marruecos. A continuación siguen las palabras de acción de gracias que Pedro pronunció al final de la celebración, y solo puedo decir que al leerlas “se me ponen los pelos como escarpias”: Acción de Gracias En estos momentos no puedo sino referirme al salmo 115 de acción de gracias “¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor.” Alzar la copa de la salvación que no es sino aceptar en unión con Cristo el cáliz de la salvación, compartir con Él el misterio de su Pasión. Algo imposible para mí, puesto que ante la pregunta “Vais a beber vosotros el cáliz que yo he de beber?”, tengo que decir que sólo con la ayuda de Dios y si Él me sostiene pues, sin Él no soy nada, todo lo he recibido de Él. He aceptado su llamada al diaconado sabiendo que el servicio y el ministerio al que he sido llamado son más grandes que mis fuerzas pero sabiendo también que por este motivo y viendo mi vida en perspectiva Él caminará conmigo. Ha sido un sí que ha brotado del agradecimiento a Dios por todo cuanto ha hecho en mi vida, un sí que no es nada comparado con lo que Él ha hecho conmigo. Por este motivo doy gracias a Dios el único santo, santo, santo: •    En primer lugar por ti Lourdes, mi esposa, el mejor regalo que Dios me podía hacer, la cual has sido una conmigo desde los 18 años, y cuya unión, pensada por Dios desde antes de que naciéramos,  Dios ha bendecido con el matrimonio como forma privilegiada de amarnos y de hacer presente a Dios en medio del mundo. Eres el mejor ejemplo de servicio callado, escondido, generoso y desinteresado. Como diácono es mucho lo que tengo que aprender de ti. Nos ha querido bendecir Dios con nuestros hijos Clara, Marcos y Teresa, así como con uno nonacido que estará compartiendo este momento desde el cielo con nosotros. Pido a Dios que os bendiga y os haga fuertes en la fe para que seáis felices con mayúsculas y podáis algún día dar testimonio del Amor de Dios. •    Gracias a Dios por vosotros mis padres, hermanos y familia, papá, mamá, Antonio, Vicente y José Ignacio. Me habéis transmitido la fe desde que nací con el bautismo y constantemente hasta el día de hoy. Sin vosotros no estaría hoy aquí. Habéis sido y sois para mí un ejemplo constante de fidelidad, amor y mirada constante a Dios en todos los acontecimientos de la vida. En vosotros, mi familia he crecido y me he formado. Pido a Dios por mis hermanos, que Dios os ilumine constantemente en su camino al encuentro del Señor en vuestras vidas. •    Gracias a Dios por mis catequistas del Camino, vosotros nos habéis llevado a Lourdes y a mí de la mano, como en alas de águila, a las mismas fuentes del Jordán, a la renovación del bautismo, a la inserción eclesial adulta. Esto no ha hecho mas que comenzar, seguiremos juntos en el camino desde este bautismo en el Jordán hasta Jerusalén donde estamos todos llamados a compartir la Pasión, muerte y Resurrección de nuestro Señor. Habéis sido dóciles y fieles a la llamada que el Señor os hizo de ir y anunciar a todos los pueblos su Palabra y por eso de vosotros se ha servido el Señor para abrirnos los ojos, los labios y el corazón a la Palabra, a tantas maravillas como ha hecho Dios con nosotros y a la Voluntad de Dios en nuestras vidas. Que Dios os bendiga y guarde a vosotros y vuestras familias, os mantenga en su fidelidad y Amor y os conceda la Paz. Pido también por Kiko, Carmen y el P. Mario, iniciadores del Camino Neocatecumenal para que Dios les guíe y sostenga en su Amor. •    Gracias a Dios por mi comunidad, 24 años hace ya que estamos juntos en el Camino. ¿Os acordáis? Éramos unos críos de 16 años ¡y cuánto hemos vivido juntos!; Fuimos ya desde antes de la Creación pensados por Dios para vivir y crecer en la fe como en el cenáculo, al lado de María. La fe no se puede vivir en solitario, es lo más opuesto a la soledad. En la comunidad hemos podido Lourdes y yo apoyarnos en vuestra fe, hemos sido testigos de auténticos milagros y de cómo Dios ha ido y sigue obrando en vuestras y nuestras vidas. La oración nos ha mantenido a la escucha atenta de la Voluntad de Dios y la Palabra y la Eucaristía nos han dado el alimento que necesitábamos en cada momento. Juntos hemos proclamado el Símbolo de la Fe y hemos podido llamar a Dios Abba. Todo inmerecido y sólo gracias a la Misericordia de Dios. Como dice el salmista: ¡Cómo es maravilloso estar con los hermanos! Pido a Dios que os bendiga y os haga fecundos, especialmente en pobreza, humildad y caridad. •    Gracias a Dios por Beata Madre Teresa de Calcuta y vosotras sus hijas, las Misioneras de la Caridad. Fue en 1997 cuando Dios me hizo el regalo más grande que puedo recordar. En un momento de mi vida donde tantas cosas habían pedido sentido, donde no me podía apoyar ni en el dinero, ni en la carrera, ni en los amigos, ni en mi inteligencia ni en mis fuerzas, donde todo aquello en lo que había puesto mi esperanza se derrumbó, donde no me quería ni a mí mismo, el Señor me levantó de la fosa de la muerte. Fue allí cuando el encuentro con Madre Teresa y la gracia de poder velarla todavía de cuerpo presente y acompañarla en su funeral me transformó el corazón. Fue allí cuando en los moribundos de Calcuta pude ver el rostro de Cristo, que me decía que no era él el que estaba a punto morir en mis brazos, sino que era yo el que estaba muerto y que Él simplemente volvía a dar su vida por mí en la Cruz, para que yo tuviera vida. Su grito de ¡Tengo sed! En la Cruz era por mí, sed de mi amor y de mi pequeñez. Era yo el que vivía como un moribundo y Él me rescató. •    Gracias a Dios por vosotras sus hijas, hermanas y aspirantes y resto de fam
ilia MC, colaboradores, laicos, padres, brothers y sacerdotes y diáconos del movimiento Corpus Christi. Vuestro ejemplo y testimonio de fidelidad incansable, en la pobreza al pie de la cruz me conmueven y son para mí un estímulo permanente, de vida entregada a los más pobres de entre los pobres. Pido a Dios, como decía vuestra madre y como sabéis, todavía os cuida desde el Cielo, que Dios os bendiga y guarde siempre, que haga fecundas las obras de vuestras manos y os permita haceros uno con Él en la Eucaristía y en el cuerpo doliente de los pobres, donde aún se manifiesta su Pasión. Os llevo siempre en mi oración y mi corazón. •    Gracias a Dios por la Orden de las Escuelas Pías, siempre nos habéis acogido  Lourdes y a mí, con los brazos abiertos y nos habéis abierto las puertas a una de las presencias más palpable de Dios entre nosotros, los niños. Pequeños sagrarios como decía Calasanz. Me habéis dado a conocer la figura de vuestro padre José de la Madre de Dios y su ejemplo ha sido siempre un estímulo constante en la educación de los niños y jóvenes, incluidos mis hijos. Educar en la Piedad y las Letras es una batalla constante y diaria entre el orgullo del profesor y la fragilidad de los niños, entre el posible lucimiento ante el auditorio de la clase y el abajarse a dar luz a los niños, a corazón descubierto. Entre querer ganar la vida y perderla por los más pequeños. Sin duda en la escuela de Calasanz es el maestro el que más tiene que aprender y pido a Dios que me ayude a no estropear la obra de sus manos, especialmente en los más frágiles y desvalidos. Pido a Dios por todos vosotros y nosotros, escolapios, religiosos y laicos, y comunidad educativa en general, para que S. José de Calasanz y la Virgen de las Escuelas Pías nos acompañen a diario para cruzar de su mano el puente Sixto IV hacia el Trastévere. A diario, porque allí en el Trastévere de nuestras vidas es donde se juega la fidelidad al carisma recibido y sólo en la autenticidad podremos decir como Calasanz, “he encontrado en estos niños la mejor forma de servir a Dios, y no la dejaré por nada del mundo”. •    Gracias a Dios por vosotros, mi comunidad diaconal, por todo el camino recorrido con vosotros. Un camino de discernimiento de la llamada, un camino en el que la semilla ha podido ir madurando y en donde especialmente la diakonía de Jesucristo se ha convertido en el tesoro al que todos estamos llamados. Pido a Dios por vosotros y por vuestras esposas e hijos. Que Dios os bendiga y os ayude y me ayude a configuraros a imagen de Cristo Siervo, sólo para gloria de Dios. •    Gracias a Dios por todos los formadores de la facultad de San Dámaso y la diócesis de Madrid, que durante todos estos años han ayudado no sólo al diálogo fe-razón, al que todos estamos llamados, sino también a ver en ellos un ejemplo y modelo de perseverancia y amor por el Magisterio comprendido en la Palabra de Dios y en la Tradición. •    Gracias a Dios por mis alumnos, perlas preciosas que tan cerca estáis del Señor, aún sin saberlo. Sois para mí, una llamada diaria y constante a dar la vida, a amar sin límites, a hacerme yo más pequeño que vosotros, una forma palpable de ver a Dios cada día en vosotros, una denuncia a todos mis defectos y pecados. Pido a Dios que os bendiga y guarde y que la vida que tenéis todavía por delante os vaya acercando cada día un poquito más a Dios, sólo en Él seréis felices de verdad. Sois únicos y maravillosos para Dios, sabedlo bien. •    Gracias a Dios por mis compañeros de trabajo y amigos, todos vosotros me habéis acompañado en diferentes etapas de la vida, y puedo decir que soy lo que soy porque he sido también con vosotros, y la vida ha sido vivida y compartido con vosotros. Gracias por coincidir conmigo en esta maravilla que es la vida compartida. Gracias al señor obispo D. César y a toda la comunidad parroquial, padre Félix y resto de feligreses por acompañarme en el día de hoy y en los sucesivos, que Dios os bendiga. •    Por último gracias a Dios por la ordenación celebrada hoy y por toda mi vida, pido a Dios que con ayuda de la santísima Virgen me ayude junto con mi esposa Lourdes a ser fiel, a comprender y poner en práctica que el servicio al que he sido llamado no consiste en hacer,  hacer y hacer sino en dejarse hacer, dejarse hacer y dejarse hacer, por el único hacedor que es el Señor. Pido a Dios que haga de mí un siervo pobre y humilde, con entrega total a mi esposa, hijos y a los más necesitados. La llamada que Dios hizo a Madre Teresa: “Llévame los agujeros de los pobres, no me aman porque no me conocen” sigue viva en mi corazón. Sólo desde la pobreza se puede alabar al Señor. “¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la bendición e invocaré el nombre del Señor.” Rezad por mi esposa Lourdes y por mí, que soy débil, para que Dios me sostenga en la diakonía y me configure a imagen de su Hijo. Que Dios os bendiga y os guarde ilumine su rostro sobre vosotros y os conceda la Paz.

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