¿Qué papel pueden tener las esposas de los diáconos durante el rito de ordenación? Una pregunta y varias respuestas

¿Qué papel pueden tener las esposas de los diáconos durante el rito de ordenación? Una pregunta y varias respuestas

En www.ZENIT.org, Roma, 30 junio 2015, se publicó la siguiente cuestión, con la respuesta del P. Edward McNamara, profesor de liturgia y decano de teología en la Universidad Regina Apostolorum

Pregunta: En la ordenación de diáconos permanentes, durante la procesión, algunas esposas de diáconos expresaron la idea de que las esposas llevaran las vestiduras litúrgicas y caminaran al lado o detrás de sus esposos, que iban a ser ordenados. Esto mostraría de forma muy visible el apoyo a sus esposos y simbolizaría la importancia del sacramento del matrimonio, que han recibido primero, en la vida del diácono permanente casado.
La introducción al Rito de Ordenación de Diáconos no contempla ninguna participación de las esposas en el ritual. ¿Significa esto que las esposas deberían abandonar la idea anteriormente
mencionada? B.C. Houston, Texas

Respuesta del P. Edward McNamara:
Las esposas son ciertamente muy importantes, incluso esenciales, en el proceso de preparar candidatos casados al diaconado permanente. Según el Código de Derecho Canónico, un candidato casado no puede ser admitido sin el consentimiento de su esposa (CDC n. 1031, 2).
Podemos tomar, por ejemplo, el Directorio para la formación de diáconos permanentes elaborado por los obispos australianos en 2005 y que reflejan práctica común:
“27. Si está casado, (el candidato) debe tener el apoyo activo de su esposa (y familia). Si no está casado, o si enviuda en un futuro, debe aceptar el celibato”.
“35. La esposa de un aspirante participará al menos en algunos aspectos del programa de formación. Se organizarán algunas sesiones específicamente dirigidas a esposas (y miembros de la familia) de los aspirantes”.
“36. En el momento apropiado, durante el programa de formación, y con el consentimiento de su esposa y de los responsables del programa de formación, el aspirante solicitará formalmente a su obispo ser aceptado como candidato para la ordenación diaconal, tras haber recibido el lectorado y el acolitado. El candidato hará un Retiro espiritual de cinco días antes de ser ordenado.

A pesar de la importancia del papel de la esposa, no hay ninguna participación fijada para la esposa del diácono en el Ritual de ordenación.
Probablemente hay varias razones de tipo práctico para ello. Por ejemplo, en muchas ocasiones los candidatos al diaconado permanente y al transitorio son ordenados juntos. En otras ocasiones, hay también ordenaciones presbiterales en la misma ceremonia. Sería impracticable singularizar algunos candidatos en dichas ceremonias.
Así mismo, el orden de la procesión de entrada en las ordenaciones está bien determinado por las normas litúrgicas y no permiten añadiduras. Las personas que entran en la procesión son normalmente las que tienen una función litúrgica precisa durante la ceremonia, aunque hay algunas excepciones, en base a antiguos privilegios.

No obstante, debería haber una manera de introducir el papel de las esposas sin vulnerar las reglas litúrgicas.

He visto al respecto varias formas. En algunos lugares, los diáconos, después de recibir el Libro de los Evangelios, lo pasan a sus esposas. En otros, las esposas ayudan a sus esposos a revestirse. En Brooklyn, las esposas participan actuando como lectoras o presentando las ofrendas
Por una parte, está claro que asistir a revestir al nuevo diácono corresponde a un diácono o a un sacerdote. Tal como lo describe la rúbrica del Ritual de ordenación: “Los hombres, ya ordenados, son revestidos por vez primera con la estola, puesta por encima del hombro izquierdo y anudada a un lado. Esta vestidura, símbolo de su misión eclesial, refleja el ministerio de servicio que ellos realizarán al Cuerpo de Cristo como maestros y mensajeros del Evangelio. La Dalmática, símbolo de Justicia, refleja el ministerio de Caridad que los diáconos deben llevar a cabo, sobre todo en beneficio de los más necesitados. Cada diácono es asistido en este momento por clérigos escogidos por él mismo.
Esta asistencia por parte de un diácono o un sacerdote y el siguiente intercambio del signo de paz con el obispo y los diáconos presentes, es signo de bienvenida en el orden de los diáconos y tiene, por tanto, una clara función litúrgica.
Por otra parte, el Ritual no dice nada de cómo llegan la estola y la dalmática a manos de los diáconos y presbíteros que asisten al nuevo diácono. En esto, las costumbres locales y la logística práctica en la celebración hacen que las alternativas sean variadas. En algunos casos, los candidatos las llevan en sus brazos desde el principio de la ceremonia. Más comúnmente, están preparadas en una mesa y el maestro de ceremonias o un acólito las dan a los ministros asistentes en esta parte de la ceremonia.
En muchos países de Latinoamérica hay la costumbre de que sean los padres quienes las acerquen al altar, a los ministros asistentes. Este es un signo concreto del apoyo a sus hijos. Esto bien podría ser introducido por los obispos de otros lugares, puesto que no va en contra de ninguna norma litúrgica y tiene, en cambio, mucho significado. Bien podría también ser adaptado a las esposas de los diáconos casados; en las ceremonias en que se ordenara diáconos permanentes casados y diáconos transitorios, bien podrían tener esta participación la esposa y los padres, respectivamente.
Quizás esto supondría la pequeña desventaja que la ceremonia se alargaría demasiado, pero éste es un tema que se tendría que plantear en cada caso.

Respuesta de Montserrat Martínez, esposa de diácono de Barcelona, España:
Desde el momento en que el hombre acoge la llamada de Dios al servicio en la Iglesia por medio de la ordenación diaconal, y responde afirmativamente, este hombre comienza un itinerario de discernimiento, de oración y de formación. Si está casado, este camino lo recorre con su esposa, en el seno de una familia; la esposa le acompaña y apoya con generosidad y ha de dar su consentimiento para que su esposo pueda ser ordenado.
En el momento de la ordenación diaconal del esposo, respetando las normas litúrgicas rituales, se pueden incorporar algunos gestos que ayuden a la comprensión del acto que se está celebrando y, en este caso, a la comprensión de la relevancia de la esposa del diácono en todo el itinerario formativo y ministerial. Así, en distintos lugares, la esposa puede acercar al altar las vestiduras litúrgicas en el momento de la celebración en que el ordenado va a ser revestido, o puede presentar las ofrendas en la Eucaristía. Cada diócesis puede, discrecionalmente, encontrar la mejor forma de participación de la esposa en la celebración.
Como esposa de diácono y miembro de una comunidad cristiana en que el esposo es diácono, creo que sería iluminador y simbólico que, en el momento de la ordenación, la esposa del diácono pudiera explicitar su consentimiento y su compromiso de servir a la Iglesia acompañando el ministerio del esposo. A su vez, ella podría recibir del obispo una bendición especial, significando que Dios le da fuerza para dar apoyo al ministerio del esposo, y que Dios acompañará el camino de compromiso, de amor y de servicio que los esposos harán juntos, a partir de este momento.
También esta íntima unión entre el ministerio del marido y la implicación de la esposa puede quedar reflejada en el momento de las oraciones de los fieles, en que se pida explícitamente que el Espíritu Santo conceda su luz y su fuerza a la mujer que continuará acompañando la diaconía de su marido.
Montserrat Martínez, julio 2015

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